- Fíjate qué cosa más curiosa. Nunca me había dado cuenta hasta hoy.
- Cuéntame.
- Mi madre tiene tres hermanos. Y nosotros somos tres hermanos. Ya aquí me llama la atención. Ellos tres, nosotros tres. Pero hay más. Mi madre no se habla con uno de sus hermanos nada de nada. No sé lo que pasó, pero no la hablan. Y yo, con uno de mis hermanos no me hablo casi nada. A veces algo de trabajo, pero nada más. No como mi tío a mí madre, que no se hablan nada de nada. Pero igual, relación cero.
- ¿Y no ha habido nada especial?
- Hombre... Relación como relación entre mi hermano y yo, nunca la ha habido nunca. Ya, de pequeños, siempre era una pelea continua y nos evitábamos el uno al otro. Y luego, cuando nos echamos novias, las que son hoy nuestras mujeres, relación cero. Lo que te digo, sólo trabajo y cuando hay que solucionar algo de mi madre y en las reuniones familiares con mi madre, cumpleaños y Navidades. Después, nada. De hecho, yo hago barbacoas en casa y mi hermano nunca viene. No le invitamos nunca.
- ¿Y por qué no le invitáis?
- ¿Y qué narices pinta en mi casa si no nos hablamos? ¿Cómo voy a invitar a alguien con quien no me llevo bien? - Contestó medio gritando.
- ¿Te has dado cuenta cómo me has respondido sólo por decirte que le estás mandando fuera de la familia?
Eso le dejó pensando.
- ¿Quieres que te cuente una cosa? Quien está echando de la familia a tu hermano eres tú. Igual que le pasó a tu madre. La echaron de la familia. Con más o menos motivos. Pero ahí está, fuera. ¿Que el hermano de tu madre la echa? Pues tú haces lo mismo con el tuyo. Eso se llama herencia familiar. Estás repitiendo el mismo patrón de comportamiento que ella. No es algo que el tío que decidió echar a tu madre de la familia se lo inventase. Es algo que viene de más atrás, abuelos, tíos abuelos, bisabuelos quién sabe. A lo mejor en la guerra porque uno era de un bando y el otro del otro bando y ya está, se dejan de hablar. “Ya no eres de los míos.” Después, en generaciones posteriores, ese patrón de “pasado un tiempo no te hablo” se repite. Y se seguirá repitiendo dentro de las ramas de tu árbol. ¿Dónde? No lo sé.
- Pero es que eso ya pasó.
Le cortó rápidamente.
- No, ya pasó no porque actualmente tú no hablas a tu hermano. Y aunque sucediese en el pasado. Estás repitiendo un patrón de comportamiento. Y es más, tus hijos o algún descendiente del árbol repetirá ese patrón de comportamiento. Alguien echará de la familia a su propio hermano o hermana y dejará de hablarle. Puede suceder que tus hijos dejen de hablarse entre ellos sin saber por qué. O en generaciones posteriores. No lo sé. Sólo estarán repitiendo un patrón familiar que han heredado.
- No puede ser. Mis hijos se llevan muy bien. - Dijo con soberbia.
- Da igual. En tu árbol hay un patrón familiar de: “cuando sea mayor ya no pintarás nada en mi familia y te mandaré a freír espárragos”. Y si no lo sanas, ahí quedará permanentemente en vuestro árbol.
- ¿Entonces me dices que mis hijos dejarán de hablarse?
- Es muy probable que hereden ese patrón. Y si no lo heredan ellos, no te preocupes, alguien de tu árbol, algún descendiente o coetáneo tuyo vivirá esa misma experiencia.
- ¿Y no hay forma de evitar que eso pase? ¿De que mi árbol rompa con este patrón de romper relaciones entre hermanos sin que sufran?
- Sí, rompiendo tú con ese patrón. Hablando tú con tu hermano. Retomando la relación entre los dos de verdad. No sólo para cuando le necesites. Incluyéndole dentro de tu familia. Invitándole a esas barbacoas que antes me decías.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.