En síntesis, se elimina todo aquello que contiene hidratos de carbono —verduras, legumbres, cereales, azúcares y frutas— y se permite un consumo libre de grasas y proteínas.
Como lo explicamos en nuestro articulo sobre dietas milagrosas, se trata de provocar un déficit de hidratos de carbono (cetosis) en los primeros días. Para ello, por ejemplo, en el desayuno puede tomarse un huevo frito con chorizo, y en vez de pan, cortezas de cerdo. Eso sí, nada de pan o fruta. La comida podría ser una lata de sardinas como aperitivo, y después una pierna de cordero, y de postre un taco de queso curado. El alcohol está prohibido en una primera etapa, aunque luego, a las dos semanas, se puede ya tomar algún licor destilado —que no tenga azúcar— y vino de más de dos años de envejecimiento o cava brut nature. La idea, en definitiva, es eliminar todo aquello que no sea proteína o grasa.
El doctor Atkins pretendía hacer olvidar la energía de los alimentos y prescindía del recuento de calorías. Según su teoría, sin hidratos de carbono no hay asimilación y el adelgazamiento es rápido. La sobrecarga a que somete esta dieta es notable. Inmediatamente se producen cuerpos cetónicos. Incluso se aconseja el uso de tiras para medir la acetona en la orina y se llega al absurdo de desear que aparezca, como señal de que se está adelgazando.
Se pierde apetito y se siente un cansancio grande. Es imprescindible complementar con complejos vitamínicos y minerales. Atkins publicó un libro de gran éxito con el título de La revolución dietética. Debe decirse que, en realidad, la dieta de Atkins no es una dieta original, y tiene antecedentes en un tal William Banting, que en 1863 intentó adelgazar por todos los medios. Eliminó de su dieta todo lo que no fueran proteínas y grasas, y perdió 16 kg.
Grande Covián es radical al criticar este tipo de dietas: "Una dieta rica en grasa no tiene ventaja alguna sobre una dieta mixta del mismo valor calórico. La mayor pérdida de peso obtenida con la dieta rica en grasa en un experimento de corta duración se debe a la pérdida de agua corporal y proteínas. Ninguna de estas dos consecuencias es ventajosa para el sujeto". Pero es que además hay aumento notable de colesterol y de ácido úrico. A raíz de la dieta de Atkins, y con distintos nombres, se han propuesto otras dietas similares. Grande Covián hizo una crítica amplísima a este tipo de dietas. Incluso la Sociedad Médica de Nueva York quiso quitarle a Atkins el permiso para ejercer la medicina. Entre otras cosas, el profesor Grande Covián dijo: "Estas dietas me parecen un desatino. Es una cuestión de aporte de energía, no de comer tal o cual cosa. Yo he criticado mucho la dieta de Atkins porque parte de una base falsa. Ojo: no estoy diciendo que usted no pueda adelgazar. Lo hace, pero a base de perder agua".
La dieta de Atkins produce cetosis, por lo que tiene que aumentar el volumen urinario y se pierde más agua. Pero cuando alguien quiere adelgazar, quiere perder grasa. Perder agua no es ninguna ventaja, sólo un inconveniente. Además, la dieta grasa que propone Atkins provoca alteraciones en la tasa de colesterol y triglicéridos. Y otro problema: en las propuestas de Atkins no hay ni un solo dato cuantitativo. Grande Covián así lo afirma: la gente adelgaza por la cetosis y por la sensación de saciedad que produce. En Estados Unidos aparecieron tres trabajos muy importantes, que se aceptaron sin que nadie se tomase la molestia de analizarlos. Con un poco de tiempo me decidí a estudiarlos a fondo para ver qué había de verdad en aquello. En alguno
—como el de Benoit— llegan a comparar el ayuno absoluto con la dieta cetógena. Incluso llegan a suponer que con la dieta cetógena se pierde más grasa que con el ayuno. Una pérdida grasa de 3 kg con ayuno y de 5,7 kg con la dieta cetógena. Eso es, naturalmente, imposible, porque con el ayuno absoluto una persona no recibe calorías y la dieta cetógena propuesta aportaba 1000 calorías.
Grande Covián, con todos los datos, llegó a la conclusión de que la dieta contabilizaba como pérdida de grasa lo que era, ni más ni menos, pérdida de agua. Porque según sus cálculos, perdían más peso los que recibían 1000 calorías que los que no recibían ninguna, lo que era matemáticamente imposible.
La dieta Scarsdale
Esta dieta proviene de Estados Unidos y llegó con la fama de que era una dieta comprobada por muchos pacientes cardíacos a los que el doctor Scarsdale había puesto a régimen. Se dijo que era muy efectiva. No obstante, es muy dura de llevar. Sobre todo, porque da la impresión de que está pensada para el sistema de vida estadounidense, ya que a mediodía se come poco y en la cena se come mucho.
Una serie de alimentos están prohibidos, como azúcar, crema, leche, helados, golosinas, pastas, arroz, habas, espaguetis, macarrones, fideos, harina, embutidos, salsas ricas en grasa, aceites, mantequillas y margarina. Y no se debe tomar más de un par de tostadas de pan al día. Por otra parte, permite todo tipo de pescado fresco o congelado.
"Cocínelo a su gusto —dice— pero no use manteca, margarina, aceites o grasas para su preparación." Se advierte de que es una dieta que no hay que prolongar más de catorce días, y establece un sistema para mantenerse siempre delgado a base de hacer el régimen dos semanas, mantenerse otras dos y volver a hacerlo nuevamente. Se desayuna una fruta — pomelo o melón—, una rebanada de pan y café o té (sin leche ni azúcar).
La comida y la cena de la primera semana varían. Por ejemplo, para la comida del martes, se recomienda una ensalada de frutas frescas — las que se quieran, evitando uva y plátano—, una rebanada de pan y una tacita de café solo. Y para la cena de ese mismo día, ternera asada en buena cantidad quitando toda la grasa, sin aceite, manteca o margarina, setas a la plancha, media lechuga con limón, y café. Para la cena del miércoles propone cordero. Puede apreciarse que la cena es siempre mucho más abundante que la comida.
En definitiva, trata de eliminar buena parte de los hidratos de carbono y aumentar la proporción de proteínas. Es dura de llevar porque debe establecerse en periodos de catorce días seguidos, sin alteración. Se recomienda no sustituir ningún alimento por otro y tomar siempre el aconsejado. Si se tiene hambre a media tarde o a media mañana, se sugiere tener en el frigorífico alguna zanahoria pelada para poder picar algo. No se puede beber nada de alcohol, y para las ensaladas sólo se puede añadir vinagre, limón o mostaza. Las críticas a la dieta se resumen en cinco puntos principales:
Hay un exceso de proteínas que no es aconsejable.
Posiblemente conduce al estreñimiento.
Produce una pérdida aparente de peso por pérdida de agua, aunque también se pierda músculo y grasa.
Produce cansancio.
Es dura de hacer.
La dieta de la sopa de tomate
Esta dieta llegó procedente de Estados Unidos y con el respaldo de un célebre hospital que sometía a esta dieta a los pacientes que debían ser intervenidos quirúrgicamente. Se pretendía con ella, además de bajar de peso con celeridad, depurar el organismo.
Se basa, como su nombre indica, en la sopa de tomate, que se debe ingerir a diario y sin limitación. Tampoco importa que se haga con tomate industrial o natural, cosa sospechosa.
Sin duda la dieta puede ser efectiva porque, además de ser muy poco calórica, es diurética. Y puede ser efectiva si lo que se pretende es perder unos kilos antes de someterse a una operación; pero plantearla como un sistema de adelgazamiento, además de falaz es peligroso: se pierde agua y, por lo tanto, peso, pero debemos recordar que el adelgazamiento ha de basarse en la pérdida de grasa.
La dieta de los puntos
Esta dieta circuló en fotocopias hace algunos años con muy distintos grados de éxito. Se basa en otorgar una puntuación a cada alimento, de manera que cada persona pueda elaborar su propio menú, siempre que no se sobrepasen los 60 puntos.
El sistema, con otra forma de contar, es similar al de prescindir de los hidratos de
carbono en favor de las proteínas y grasas. Los alimentos con hidratos de carbono o azúcares tienen muchos más puntos que el resto. En los entremeses los puntos van de 0 a 3, mientras que en las sopas van de 0 a 19, excepto la sopa de pasta, que puede llegar a los 100 puntos. Pan y pastas puntúan entre 25 y 125 cada 250 g. Las hortalizas se sitúan entre 1 y 30 puntos.
Los pescados y mariscos están entre 0 y 12 puntos, igual que las carnes. Fiambre, embutido y caza no pasan en ningún caso de 3 puntos, lo que quiere decir que se podrían comer tres chorizos, con la misma puntuación que una rebanada de pan. Bebidas, vinos y licores sólo tienen 0 o 1 punto. Por poner ejemplos más prácticos: 100 g de salmón ahumado tienen 0 puntos, y 100 g de foie-gras tienen 1 punto; una taza de sopa de pasta tiene 100 puntos; 250 g de pan, 125 puntos; un trozo de tomate crudo, 6 puntos; 100 g de guisantes, 21 puntos. En pescados, la carpa al horno suma 12 puntos, aunque la mayoría, incluso estando en aceite, no tiene ningún punto; 100 g de anchoas en aceite suman 1 punto, y si es atún, ninguno. De entre los embutidos, 100 g de salchichón, 1 punto; 100 g de tocino crudo, 1 punto, y 100 g de tocino frito, 3 puntos.
Sin embargo, las frutas están prácticamente prohibidas: 1 plátano son 23 puntos; media pera, 25; una raja grande de melón, 22 puntos; un vaso de zumo de pomelo con azúcar, 30 puntos; avellanas tostadas (250 g), 27 puntos, y un vaso de zumo de tomate, 10 puntos. Los dulces suman muchos puntos, de manera que una ración de postre equivale a los puntos de toda una jornada.
Los quesos prácticamente no suman, excepto si son frescos. La harina suma 84 puntos por cada 250 g. Y recuérdese que el menú de todo el día no debe sobrepasar los 60 puntos.
Es evidente que se trata de una dieta tipo Atkins, aunque con una forma distinta de valorar los alimentos. Por supuesto, es presumible un aumento en la concentración de ácido úrico y colesterol. También aparece cansancio.
Cómo adelgazar con comidas de negocios
Tuvo mucho éxito a raíz de la publicación del libro de Michel Montignac. El autor, a partir de su experiencia personal, elabora un sistema para adelgazar en dos fases. En una primera fase trata de buscar cómo perder peso, y en una segunda intenta que quien lo ha perdido se mantenga.
Clasifica los alimentos por grupos, y nada cuenta aquí el concepto de caloría. Al contrario: los primeros capítulos de su libro están dedicados a desterrar el cómputo de calorías en la dieta y a demostrar que las teorías sobre las que se basa ese concepto son falsas. Divide los alimentos en glúcidos, lípidos, glúcido- lipídicos y fibra:
Glúcidos. Dentro del grupo de glúcidos cita harina, pan, tostadas, patatas, arroz, pastas, sémola, guisantes, lentejas, garbanzos, azúcar, miel, alcohol, maíz, fruta, frutos secos, tapioca, judías verdes y cereales.
Lípidos. Llama lípidos, por ejemplo, a las carnes (cordero, ternera, cerdo y buey), aves, conejo, pescado, mariscos (excepto ostras y vieiras), huevos, charcutería, mantequilla, quesos y aceites.
Glúcido-lipídicos. En el grupo de los glúcido-lipídicos sitúa a la leche, frutos secos, sesos, hígado, harina de soja, coco, chocolate, aceitunas, castañas, vieiras, ostras, aguacate, germen de trigo y pastas de huevo.
Fibra. En el grupo de las fibras incluye espárragos, ensaladas verdes, espinacas, tomates, berenjenas, calabacines, alcachofas, apio, col, coliflor, puerros, zanahorias, pimientos, endibias y champiñones.
Para adelgazar, el autor propone comidas como éstas:
Desayuno. Un desayuno sólo a base de glúcidos de digestión lenta
(sobre todo fruta, ningún lípido), o sólo a base de lípidos, pero nunca mezclando.
Comida. Charcutería o ensalada de hortalizas, pescado, carne, queso y agua sin gas.
Cena. Algo muy parecido a la comida: carne, huevos, queso (es decir, una dieta lipídica, o bien todo lo contrario: a base de glúcidos, como legumbres, patatas hervidas, requesón sin grasa).
Montignac se apoya en la filosofía de la dieta disociada, es decir, donde no se mezclan ciertos ingredientes. Para la fase de mantenimiento insiste en adoptar los siguientes hábitos:
Nunca mezclar glúcidos y lípidos.
No consumir nunca azúcar ni comer féculas.
No comer pan en comidas y cenas, pero sí en desayunos.
No comer salsas elaboradas con harina.
Preferir la margarina a la mantequilla y, siempre, leche descremada.
Comer preferentemente pescado.
Nada de repostería.
No beber alcohol en ayunas, evitar los aperitivos, beber agua o vino tinto, beber fuera de las comidas, no tomar sodas, ni colas o bebidas gaseadas. Café descafeinado o té.
Distribuir las comidas sin saltarse ninguna.
La posibilidad de hacer todo lo que recomienda en las comidas de negocios es escasa. De ahí que la dieta suela ser útil, porque normalmente la incompatibilidad que intenta proponer acaba por limitar. En definitiva, se acaba comiendo menos.