Ese señor malos pelos
Me encanta ver leer a la gente. Observo de soslayo sus gestos, el brillo de los ojos, el comienzo de una sonrisa o cómo se abre la cuenca de los ojos ante un giro inesperado. Es curioso cómo somos capaces de cambiar nuestro mundo por el que marca la historia que tenemos entre las manos.
La quimio, entre otras muchas cosas, mordió de gravedad la única neurona que mantenía mi memoria en forma, dato, por cierto, que no conocía como efecto secundario, pero sí, “quimioterápicos” del mundo: no os habéis vuelto bobos de repente. Sufrís un efecto secundario que os puede servir de excusa para el resto de vuestra vida ;-). No, en serio. La quimio parece que afecta a la memoria y la concentración, y, por esa razón, me cuesta horrores mantener una historia larga en mi cabeza.
Comienzo una lectura, y si en la narración hay muchos datos, nombres, lugares, etc., tengo que releer un par de capítulos de nuevo antes de avanzar. Por eso, en los últimos tiempos, he optado por lecturas muy ligeras, o bien cortas, o con pocos datos, o tan tan absorbentes que me tengan enganchada hasta el final sin dejarlo.
Y como voy catando, como con los buenos vinos, tengo en mi mesilla de noche (frase muy trillada para referirse a las lecturas actuales) tres libros empezados, con conflicto conmigo misma porque no puedo eliminar a dos para quedarme sólo con uno, y alterno sus lecturas en los poquísimos ratos que dedico a ello.
El primero: California 83, de Pepe Colubi
La verdad es que me estoy riendo mucho, me identifico con la manera de expresarse del protagonista, y describe tan bien las situaciones que tengo en mi cabeza cómo son cada uno de ellos. Lo cogí por recomendación, y me alegro. Me parece muy difícil hacer reir escribiendo, hacer llorar es mucho más sencillo, y el autor, en este caso, y por lo menos conmigo, lo consigue con creces.
El segundo: La gente feliz lee y toma café, de Agnès Martin-Lugand
Una historia a la que me ha costado un poquito coger el gustillo, pero ya estoy en los primeros puestos. Me están sorprendiendo los personajes, los quiero. O los temo. O los abofetearía. Y eso es un ingrediente básico para que me guste un libro: la sorpresa, los giros. Sí, historia de amor. No he llegado al fin, pero el camino que se está construyendo me está invitando a seguir andando por él.
Y el tercero , La noche soñada, de Màxim Huerta
Acabo de empezar, pero de las tres es la que tiene ventaja desde sólo aparecer en las librerías, porque me han encantado las anteriores obras de Màxim, sobre todo Que sea la última vez (adoro a Margarita Gayo). Todavía no os puedo situar, pero lo poquito que he leído ya me ha hecho perder una horita de sueño, buena señal.
Y como hoy hablamos de libros, os voy a recomendar una autora-amiga-inquietacomonadie: Amelia Noguera
Empezó publicando en digital, pero por fin ha cumplido su sueño, y después del verano os podréis hacer con sus obras en papel.
Éstas son sus criaturas digitales:
Ya os dejo, con la firme intención de incrementar mucho más mi lista de leídos y dejar vacía la lista de pendientes.
Más que nunca, OS LEO!!