El melasma es uno de los desordenes de hiperpigmentación más habitual que pueden afectar al rostro. También conocido como cloasma o máscara del embarazo, tiene una repercusión estética muy importante, por su gran afectación al rostro, y por ello constituye uno de los problemas más habituales de consulta dermatológica. Se clasifican en tres tipos en función de su distribución:
Centrofacial: afecta a la frente, mejillas, nariz, parte superior de los labios y barbilla.
Malar: afecta a las mejillas y nariz.
Mandibular: afecta a la zona mandibular.
Cuestiones genéticas, exposición crónica a la radiación ultravioleta (UV) y las hormonas sexuales femeninas, son las causas principales que se han atribuido al desarrollo de melasma.
Factores genéticos
Los estudios epidemiológicos revelan que la raza y la historia familiar son dos factores muy importantes asociados con el melasma. Latinos, hispánicos y asiáticos con fototipos 3 a 5 son el grupo de personas más predispuestas a padecer melasma. Además, también han mostrado mayor susceptibilidad a padecer otros tipos de pigmentaciones, como las relacionadas con la inflamación.
La presencia de familiares en nuestra familia con antecedentes de melasma, también aumenta el riesgo a sufrir este problema. Aunque varía entre diferentes países, los antecedentes familiares podrían aumentar el riesgo de un 10-60% la probabilidad de sufrir melasma.
Efecto de la radiación UV
La radiación UV podría estar detrás de más del 25% de los casos de melasma, por ello, es considerada uno de los factores más importantes en el desarrollo de esta patología.
La radiación UV estimula la melanogénesis o formación de melanina en la piel por su acción directa sobre los melanocitos e indirecta sobre otras células presentes en nuestra piel. Todo esto genera una compleja interacción que altera la regulación de diversos genes y que en último término, aumenta de forma considerable la producción de melanina.
Las hormonas femeninas y el melasma
El melasma es un problema que aparece de forma habitual en embarazadas y durante tratamientos con contraceptivos orales. Los datos epidemiológicos demuestran una prevalencia del 14-56% en mujeres embarazadas y de un 11-46% en aquellas que toman tratamientos anticonceptivos orales. Por este riesgo tan elevado, es imprescindible en estos casos más que en otros realizar una prevención eficiente con la ayuda de los protectores solares.
Los estrógenos son las hormonas que se han relacionado con el desarrollo de melasma. En hombres, aquellos que utilizan finasterida, un antiandrógeno utilizado en situaciones de calvicie o hiperplasia prostática benigna, también aumenta el riesgo a sufrir melasma.
Otros factores
Los últimos estudios revelan que en la hiperpigmentación del melasma, podrían estar implicados muchisimos otros factores, liberados por células presentes en la piel, como fibroblastos o mastocitos. También se ha considerado el papel que podría tener una alteración de la vasculatura dérmica, e incluso unas moléculas llamadas microRNAs.
Un esfuerzo en la comprensión de los factores que afectan a la hiperpigmentación de la piel, podría ayudar a mejorar los tratamientos que hoy en día disponemos para el melasma.
La prevención es la mejor arma que disponemos hoy en día para combatir el melasma. La utilización de un protector solar en embarazadas, en aquellas que están con tratamientos anticonceptivos orales o en hombres en tratamiento con finasterida, es un arma esencial para alejarnos del melasma.
En caso de sufrir melasma, también disponemos de un arsenal terapéutico para su tratamiento, basado en productos con actividad inhibidora de la formación de melanina, como son el ácido kójico y la hidroquinona.