La mayoría de personas tiene claro que escuchar y oir son cosas diferentes, pero parece que no se tiene muy claro cuál es la diferencia.
Oir es un acto fisiológico, es algo pasivo, involuntario. Si el oído y el nervio auditivo están bien, el sonido es recogido y llevado al cerebro y ya lo que ocurra aquí es otro cantar. Aquí es donde entra la escucha.
La escucha es activa, voluntaria, selectiva. Implica desear aprehender ese sonido y responder adecuadamente a ello.
He leído un precioso artículo de Alex Rovira “Observar y Escuchar” que me gustaría compatir aquí, y que comienza con una cita de un indio norteamericano,
"Vosotros, los blancos, siempre estáis haciendo preguntas. Nunca os limitáis a observar y escuchar. Suele ser posible aprender todo lo que realmente importa saber sólo observando y escuchando."
Observar y Escuchar
Escuchamos poco, y observamos menos. Esa es mi sensación. Salvo honrosas excepciones, personas que de verdad están atentas a lo que sucede, pareciera que la humanidad va cada vez más acelerada tras tuits, titulares, estímulos breves e intensos, continuos, que caducan rápidamente. Mucha intensidad, poca profundidad.
Es cierto, tal y como decía el anciano indio norteamericano, que podemos aprender lo que realmente importa observando y escuchando, si lo hacemos bien, a consciencia.
La diferencia entre oír y escuchar puede marcar, incluso en un acto en apariencia intrascendente, una enorme diferencia en el resultado final, tal y como nos muestra en esta breve fábula:
"El herrero del pueblo contrató a un aprendiz dispuesto a trabajar duro por poco dinero. El muchacho era joven, alto y muy fuerte, aunque un poco despistado. Era obediente y hacía las tareas que le encomendaban, pero se equivocaba a menudo y tenía que repetirlas porque prestaba muy poca atención a las instrucciones que el herrero le daba.
Al herrero esto le molestaba un poco, pero pensaba: ?Lo que yo quiero no es que me escuche cuando le doy una explicación, sino que acabe haciendo el trabajo y que me cueste muy poco dinero?.
Un día, el herrero dijo al muchacho: ?Cuando yo saque la pieza del fuego, la pondré sobre el yunque; y cuando te haga una señal con la cabeza, golpéala con todas tus fuerzas con el martillo?.
El muchacho se limitó a hacer exactamente lo que había entendido, lo que creía que el herrero le había dicho. Y ese día el pueblo se quedó sin herrero, fallecido por accidente a causa de un espectacular martillazo en la cabeza?".
Es lo que tiene oír sin escuchar.
Luego vale la pena estar atento y saber escuchar, a nosotros mismos y a los demás.
Fuente: Alex Rovira
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