Antonio, socio y lector de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto: "hace unos años me encontraron la tensión un poco alta y mi médico de cabecera me aconsejó que tomase el café con leche o americano (rebajado con agua). Al final decidí dejar el café del todo, pero he estado informándome en páginas como El club del hipertenso (que me recomendó otro médico) y no me queda claro si el café eleva la tensión arterial (o si hay unas dosis máximas)".
La relación entre cafeína e hipertensión arterial tiene un largo recorrido de décadas durante el cual se han entremezclado mitos y medias verdades con estudios que muchas veces decían una cosa y al cabo de unos años la contraria. El gran problema ha sido muchas veces el "universo" sobre el que se realizaba el estudio, es decir la cantidad de personas que entraban en él y cuál era su perfil: si fumaban bebían, tomaban además refrescos azucarados, grasas saturadas, etc.
A medida que este "universo" se ha ido ampliando en número de personas y los hábitos de las mismas se han perfilado mejor, se ha visto que la relación entre café e hipertensión es más un "depende" que un sí o un no. Por ejemplo, depende de la cantidad de tazas que nos tomemos, pero también de que tengamos un determinado tipo de genes u otros para fabricar las enzimas que digieren y metabolizan la cafeína.
En principio, es conocido desde hace mucho tiempo el efecto que tiene la cafeína, y otros compuestos no tan mayoritarios del café como la hidroxy hidroquinona, sobre la tensión arterial: la aumentan. Ahora bien, este es un aumento momentáneo y solo tiene efecto mientras la concentración de la cafeína en la sangre tenga ciertos valores altos. A medida que las enzimas que metabolizan la cafeína actúan, la presión arterial regresa a sus valores originarios.
CYP1A2 y sus estirpes genéticas ¿Quiere esto decir que si tomamos café continuamente mantendremos un nivel de presión arterial más alto de lo normal, lo que podría ser poco recomendable para una persona ya de por sí hipertensa, como dice ser Antonio? No necesariamente. Dependerá a qué estirpe genética pertenezcamos. Si somos de la del gen que sintetiza la enzima CYP1A2, metabolizaremos la cafeína rápidamente y sin problema.
Así, si no abusamos, podremos volver sin problemas a los niveles de presión normales. Ahora bien, si somos de la estirpe del gen que fabrica la enzima alternativa CYP1A2*1F, metabolizaremos más lentamente la cafeína de la sangre y por tanto mantendremos niveles altos durante mayor tiempo. Las personas que tienen este gen, por tanto, sí pueden ver reflejado su consumo de cafeína en un estado hipertenso sostenido.
Al menos esta es la explicación que dio en 2007 un equipo de la Universidad de Toronto al descubrimiento del epidemiólogo Mark Hamer en 2006, que analizó miles de expedientes médicos y concluyó que no se podía correlacionar de modo general el café con el aumento de problemas cardiovasculares. Según esta teoría, el riesgo cardiovascular podía quizás ser mayor en los individuos de la estirpe CYP1A2*1F, aunque podían intervenir otros factores que hicieran el café más aconsejable -vida sana- o menos -tabaco, alcohol, azúcares, etc.
Para apuntalar su teoría, los investigadores de la Universidad de Toronto estudiaron a 2.000 personas que habían sufrido un ataque cardíaco y otras 2.000 sanas en el aspecto cardiovascular. De todas ellas se hizo un perfil de hábitos y un análisis genético para ver a qué estirpe genética pertenecían respecto a la CYP1A2.
El estudio concluyó que las personas con CYP1A2*1F que toman tres tazas de café al día de 250 mililitros, tienen un 36% más de probabilidades de sufrir un ataque cardíaco que las que solo toman una. Si la ingesta entre este grupo subía a cuatro tazas, el riesgo de infarto de disparaba en un 64%. Y era incluso mayor entre los menores de 60 años que entre los mayores.
El café protege, dicen los estudios En cambio, entre los de la estirpe CYP1A2 ocurría lo contrario. Es decir, que la ingesta de dos a tres tazas de café al día les protegía contra las enfermedades cardiovasculares frente a las personas de ambos grupos de no consumían café o bebían como mucho una taza. El motivo de este fenómeno se desconoce todavía hoy, aunque se relaciona con la presencia de diversos compuestos vegetales antioxidantes en el café, si bien es cierto que también los tienen que provocan procesos inflamatorios.
Posteriormente, en los últimos años diversos metaestudios han venido a rubricar los supuestos efectos protectores de dos o tres tazas de café para la salud cardiovascular, incluso por delante de las personas que no toman café. El más destacado y sorprendente de todos fue el que el año pasado se realizó sobre más de medio millón de historiales médicos procedentes del Estudio prospectivo europeo sobre dieta, cáncer y salud (EPIC).
Así que, para terminar, los propios expertos que llevaron a cabo el estudio de la universidad de Toronto recomendaron a las personas hipertensas no abusar del café si no tenían la certeza -solo se puede saber por análisis genéticos- de pertenecer a la estirpe CYP1A2, aunque destacaban que la cafeína no era necesariamente el principal factor de riesgo en la hipertensión.
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