Otra consecuencia oculta —que sí se refleja en la información de la Agència Catalana de Notícies publicada en La Veu de lAnoia—tiene que ver con el sector inmobiliario. Con la eclosión del teletrabajo, se necesitarán menos despachos y más pequeños. En otras palabras, se les ha acabado el chollo a los propietarios que han cobrado precios abusivos por el alquiler de oficinas. Esta realidad tendrá derivadas en las agencias inmobiliarias, así como en los restaurantes y establecimientos que viven de unos clientes que trabajan lejos de donde viven.
Un tercer cambio —también apuntado a la noticia y que espero que llegue pronto (¡ojalá!) — es que los trabajadores podrán elegir dónde vivir relativizando el dónde hay oportunidades para trabajar. Esto debe traducirse en la repoblación de los pueblos: hay pequeños municipios que ya están notando las migraciones. El desequilibrio territorial es uno de los grandes problemas endémicos que tenemos como país. Volver a la Cataluña interior contribuirá a crear nuevas oportunidades económicas en el mundo rural y más diversificadas; permitirá bajar (un poco) los precios indecentes de la vivienda en las grandes ciudades; y, qué demonios, que vivir amontonados en la gran área metropolitana de Barcelona y en la de Tarragona no puede ser bueno para la salud, ni sostenible para el territorio.
Albert Rossell
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