Lo cierto es que las emociones son necesarias y juegan un papel importante en nuestras vidas. No hay emociones mejor que otras, simplemente aparecen para ayudarnos a comprendernos a nosotros mismos ante ciertas situaciones que se nos presentan. Nos alertan e informan de algo que está sucediendo y debemos de atender. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en llamar a unas emociones negativas y a otras positivas?
Te habrás encontrado triste en muchos momentos, habrás sentido la angustia y el desaliento. Muchas situaciones te habrán generado rabia y malestar, y en otras muchas habrás salido huyendo debido al miedo que te generaron. Sabrás lo que es sentirse impotente, enfadado y desorientado. Ya sea ante personas o situaciones todo esto seguramente lo hayas experimentado, y te habrá resultado desagradable.
Las emociones como el miedo, la tristeza, la rabia, el asco, la culpa, los celos, envidia, etc., han sido catalogadas como emociones negativas debido a que nos resultan desagradables y, generalmente, preferiríamos no experimentarlas. En cambio, nos gustaría permanecer alegres, eufóricos, relajados, con humor, motivados, etc. Buscamos este tipo de emociones, que nos resultan agradables. Pero, tanto unas emociones como otras son importantes y necesarias.
Para llegar a lo agradable hay que pasar por lo desagradable
No tenemos opción, no podemos decidir vivir todas nuestras experiencias de una forma agradable, sintiéndonos cómodos, relajados y en armonía. Hemos de tener en cuenta que como seres humanos tenemos altibajos emocionales, que en definitiva, son los que dan un mayor sentido a nuestras vidas.
Uno de los psicólogos humanistas por excelencia, Carl Rogers, dijo lo siguiente acerca de los altibajos emocionales, que tanto nos preocupan a la gran mayoría de personas: “Esto produce cambios y, para mí, el proceso de esos cambios es la vida. Me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
La psicología positiva nos recomienda que no podemos descuidar emociones como el miedo, la tristeza o la ira; aunque nos resulten desagradables. Ya que estás emociones si se reprimen y no se les presta la atención suficiente nos pueden generar problemas de una gran magnitud. Estos problemas que derivan de no atender a este tipo de emociones, nos encierran en una especie de espiral que nos aleja de poder experimentar aquellas emociones que nos resultan más agradables, como la alegría, y en su estado más permanente, la felicidad.
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Eliminar lo que nos resulta desagradable en nuestras vidas no es lo que nos va hacer llegar a la felicidad. Las emociones negativas o lo desagradable va a seguir formando parte de nosotros, como algo necesario para alcanzar estados más agradables. En el momento en el que desatendemos una parte de nosotros, que diversos autores, como el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, han denominado “la sombra”, no podemos alcanzar la claridad en nuestras vidas. Encontrarnos con nuestros estados más agradables solo es posible si estamos dispuestos a experimentar nuestras sombras.
“Cada uno de nosotros proyecta una sombra tanto más oscura y compacta, cuanto menos encarnada se halle en nuestra vida consciente. Esta sombra constituye, a todos los efectos, un impedimento inconsciente que malogra nuestra mejores intenciones.” Carl Gustav Jung
¿Emociones positivas o emociones negativas?
Como hemos visto tanto las consideradas emociones negativas como las positivas forman parte de los mismo. Unas no son mejores que las otras, y todas ellas son necesarias. No podemos reprimir unas para llegar a las otras, es necesario vivirlas y aceptarlas.
Lo que nos enseña la filosofía budista mediante la meditación, es a vivenciar estas emociones negativas sin que nos supongan tanto malestar, sin que nos lleguen a resultar tan desagradables. Alcanzando otra perspectiva de ellas gracias a una mente más lúcida y consciente, que esté preparada para albergarlas.
Habrás comprobado en varias ocasiones que cuando intentas evitar una emoción, ésta se vuelve más poderosa, y acaba generándote un mayor sufrimiento. La meditación nos enseña a fluir con estas emociones, a experimentarlas y a no quedarnos anclados en ellas. Tenemos la capacidad de preparar a nuestra mente para que no se aferre a pensamientos que nos hacen esclavos de nosotros mismos. La meditación nos prepara para que liberemos a nuestra mente del sufrimiento innecesario y para que, sabiamente, atendamos a cada una de nuestras emociones y sentimientos.
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Tanto las emociones que son consideradas negativas como las positivas tienen un valor adaptativo para el ser humano. Experimentarlas nos ayuda a nuestro desarrollo personal, a madurar y a adquirir un mayor autoconocimiento. Lo que nos resulta desagradable y llamamos negativo, sabemos que cumple con una función y al aceptarlo se transforma para que sigamos fluyendo con las emociones.
Gracias a la meditación es posible adoptar esta visión que nos acerca a nuestra naturaleza. Tomando el control de nuestros pensamientos conseguimos vivir cada experiencia como un aprendizaje, adaptándonos a las dificultades y beneficios de cada una de nuestras vivencias, sin que nos quedemos atrapados por ellas. Aceptar la parte de nuestras sombras, lo que menos nos gusta de nosotros, nos facilita la transformación hacia nuevas experiencias. Y esto, sin lugar a dudas, es el proceso natural de lo que supone vivir.
En conclusión, la meditación podrá permitirte parar, y experimentar de primera mano los beneficios de llevar una vida consciente y saludable. De esto mismo trata el método Crear Salud, que te ayudará a establecer nuevos hábitos en tu día a día, no solo para que empieces a meditar, sino para aprender a nutrirte adecuadamente y llevar una vida activa.
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