Actualmente, el hecho de ser madre es un acto de libre elección, fruto de una reflexión que la mujer hace sobre su propia vida. Aun así, la maternidad supone embarcarte en un gran proyecto, irreversible, de gran impacto emocional, que conlleva un proceso de pérdida y duelo de la propia independencia.
“Ser madre, lo mejor que te puede pasar en la vida”
Cuando compartimos experiencias, solemos hablar de lo maravilloso y gratificante que resulta la maternidad y son pocas las ocasiones en las que se suelen mencionar todos los desafíos que supone, tanto a nivel físico como emocional.De cualquier manera, y sin lugar a dudas, lo que está claro es que tener un bebé conlleva todo un proceso de aprendizaje, que comienza en el mismo momento en el que recibes la noticia y que te acompañará a lo largo de toda tu vida. El modo en que te enfrentas a tu propio viaje de la maternidad y los mecanismos, tanto internos como externos con los que cuentas, van a ser de vital importancia.
Desde el mismo momento en que te quedas embarazada, empieza la transformación hacia la maternidad. Toda una serie de cambios en tu cuerpo, tu trabajo, tus relaciones, tu alimentación, tu descanso y como no, tu estado de ánimo. Todo un “batiburrillo” de emociones donde la alegría, el miedo y la incertidumbre se convertirán en los principales protagonistas. Cuando llega el ansiado momento y ya tienes contigo a tú bebé, comienza la realidad. El concepto idealizado de ser madre va dejando paso a toda una serie de dificultades que vienen a corroborar que “no todo es tan bonito como te lo habían contado”.
Llegados a este punto, es muy común que aparezca el desconcierto; no saber cómo actuar en muchos momentos, sentirse confusa. Aparece la tristeza, incluso la culpa. Hay veces que sientes ganas de desaparecer y otras, crees que todo lo que haces, dices y sientes es responsabilidad absolutamente tuya. La controversia que se produce entre lo que habías imaginado, lo que te habían contado y lo que realmente es, unido a toda una serie de nuevas obligaciones, cambios hormonales, dolor físico y la idea de no poderse quejar ante un hecho tan maravilloso, puede llegar a provocar un gran sufrimiento en la mujer.
“¿Será que no sirvo para ser madre?”
A veces, pretendemos engañarnos a nosotros mismos y autoconvencernos de que si no hablo sobre algo y no le presto demasiada atención, al final acabará desapareciendo nunca es así. En las diferentes revisiones médicas que se hacen tanto durante la gestación como a posteriori, siguen priorizándose los aspectos físicos frente a los emocionales. Pero, ¿Qué ocurre con lo emocional? ¿Cuándo se le da visibilidad?
La importancia de las emociones en la maternidad
En este caso, como en la mayoría de las patologías, la prevención es algo esencial; sobre todo, de cara a la duración, intensidad y frecuencia de los síntomas, así como su interferencia en la vida diaria.Hablamos de sentimientos de angustia, miedo, inutilidad, estrés, culpa e incluso odio, que dan lugar a conductas de aislamiento, evitación, irritabilidad, descuidado pudiendo llegar a culminar en importantes episodios de ansiedad y depresión, con graves consecuencias tanto a nivel individual como de pareja y familiar.
“Difícilmente podré cuidar de mi hijo si me es complicado cuidar de mí”
Reconocer y ser consciente de que “algo no marcha bien”, por como me siento, por lo que pienso, por lo que hago o dejo de hacer, es imprescindible para llegar a tomar una decisión, y en el caso de que fuese necesario, buscar al profesional pertinente para poder recibir una adecuada intervención.Entre la primera semana y los diez días siguientes al parto, se puede llegar a considerar “normal” la aparición de muchos de estos comportamientos, pensamientos y emociones. Un buen cuidado personal, un adecuado ambiente y la existencia de apoyo externo, en este caso va a ser fundamental la figura del padre como soporte, serían suficientes para llegar a conseguir la atenuación y por lo tanto, un buen manejo de los mismos.
Sin embargo, si éstos se alargan en el tiempo e incluso se intensifican y se generalizan a otro tipo de situaciones, podríamos estar hablando de una depresión post-parto (PPD), también denominada depresión puerperal.
¿Qué es la depresión post-parto?
Se trata de una alteración del estado de ánimo, caracterizada sobre todo por manifestaciones y sentimientos de ansiedad, irritabilidad, profunda tristeza, culpa, inutilidad y angustia, así como cambios bruscos de humor, alteraciones del apetito y el sueño, dificultad para concentrarse y desgana generalizada. Puede llegar a ser intensa o moderada y aunque suele ocurrir dentro de los tres primeros meses posteriores al parto, puede llegar a aparecer hasta un año después del mismo.¿Cuáles son las causas de una depresión post-parto?
Se desconocen las causas concretas que pueden generar su aparición. Sin embargo, sí podemos hablar de alteraciones hormonales tanto en el embarazo como después de dar a luz, que influyen directamente sobre el estado anímico, así como, de factores ambientales y situacionales, entre los que cabría destacar:Pérdida de independencia y por lo tanto, disponer de menos tiempo para una misma.
Cambios físicos y estéticos que pueden llegar a distorsionar la propia imagen.
Alteraciones en las relaciones sociales.
Variación en el trabajo.
Transición, cambio en la relación de pareja (adquisición de nuevos roles).
Pérdida de roles desempeñados hasta el momento (dejo de ser hija para convertirme en madre).
Falta de descanso.
Del mismo modo, podríamos hablar de factores de riesgo; es decir, circunstancias que podrían llegar a incrementar la probabilidad de padecer una depresión post-parto:
Embarazo no planeado o no deseado.
Embarazo precoz (madre menor de 20 años).
Consumo de alcohol y/u otras drogas.
Enfrentarse a una situación negativa, con fuerte carga emocional, durante el embarazo o en el momento del parto (ejemplos: fallecimiento de un familiar, nacimiento prematuro con complicaciones)
Haber padecido anteriormente cuadros de ansiedad, depresión y/u otras alteraciones psicológicas.
Falta de apoyo familiar
Falta de recursos económicos, sociales, médicos, etc.
¿Cuáles son los síntomas de la depresión post-parto?
En la introducción, hemos hecho referencia a algunas de las señales a tener en cuenta ante la posibilidad de padecer una depresión post-parto.Hablábamos de una “normalidad” de sentimientos y conductas en los días posteriores al nacimiento del bebé e incluso durante el embarazo; inquietud, irritabilidad, ansiedad e incluso cierta tristeza, que se englobarían dentro de lo que se conoce como depresión perinatal (PND) y que, van a desaparecer pocas semanas después del parto (aproximadamente a los diez días). Sin embargo, cuando esto se mantiene en el tiempo, se intensifica, se generaliza a otras situaciones del día a día, o bien los síntomas no aparecieron seguidos al parto, sino meses después, se podría considerar depresión post-parto.
Sentimiento persistente de tristeza, vacío e incluso odio a sí misma.
Pesimismo o falta de esperanza.
Sentir culpa, inutilidad o impotencia.
Sentimientos de ira, incluso rabia.
Cansancio, falta de energía.
Alteración en el sueño (exceso de sueño o dificultad para conciliarlo).
Cambios en el apetito (aumento o pérdida de peso).
Pérdida de interés o placer en las actividades.
Pensamientos e ideas sobre hacerse daño a sí misma (suicidio).
Además, también incluiría una serie de sentimientos y situaciones que tienen lugar de manera específica dentro de la relación madre-hijo:
Falta de interés general en el bebé.
Preocupación excesiva y de manera convulsiva por su bebé.
Incapacidad para llevar a cabo el cuidado del hijo.
Temor a quedarse a solas con el bebé.
En casos extremos, sentimientos negativos hacia el bebé e incluso pensar en hacerle daño.
De cualquier manera, si la depresión post-parto no se trata de una forma adecuada, puede llegar a cronificarse, alargarse en el tiempo y, desencadenar otra serie de patologías tanto físicas como psicológicas.
¿Cómo superar una depresión post-parto?
Ante la sospecha de estar padeciendo o poder padecer una depresión post-parto, es necesario acudir a los especialistas pertinentes. En este caso, una evaluación multidisciplinar, tanto física como psicológica, va a ser fundamental para poder concluir un buen diagnóstico y por consiguiente, aplicar un adecuado tratamiento e intervención. El inicio de una terapia psicológica va a ser imprescindible para llegar a reducir y/o eliminar los síntomas de una manera eficaz.El entorno, el apoyo familiar y por supuesto, la actitud de la persona afectada, son aspectos que juegan un papel crucial en dicha recuperación. Tener en cuenta las siguientes recomendaciones puede llegar a ser algo fundamental:
Dar visibilidad a las emociones y los pensamientos. Exteriorizarlos, hablar sobre ellos.
Pedir ayuda, tanto para el cuidado del bebé como para el resto de tareas.
Descansar y dormir lo suficiente para reponer energías. Es muy importante aprovechar el sueño del bebé.
Seguir una adecuada alimentación.
Ir recuperando el tiempo personal y las relaciones sociales.
En definitiva, se trata de cuidar tanto de tu cuerpo como de tu mente, mantenerte en la realidad e intentar alejarte de las idealizaciones, diálogos y las imposiciones insanas contigo misma: “yo puedo con todo”.
En España, aproximadamente una de cada cinco mujeres se ve afectada por esta patología cuando comienza la maternidad, suponiendo un importante problema de salud pública. Pese a esto, siguen sin existir protocolos y recursos específicos que ayuden a realizar un buen diagnóstico y tratamiento desde el primer momento del embarazo.
No tengas miedo y pide ayuda. No es un signo de debilidad sino todo lo contrario, de fortaleza y valentía. Concédete el permiso de disfrutar de tu realidad, de tu propio viaje, de la maternidad.
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