¿Me dejo llevar?
Me apetece pero no sé si debo…
¿Será demasiado?
Deberíamos ir más despacio…
Para poder responder a tus preguntas, te planteo otras 2 que deberías responderte primero:
1.Demasiado, ¿para qué?
-¿Para que la relación funcione?
Los mandatos sociales han dictaminado que para que una relación funcione, debemos cumplir unas premisas en cuánto al tiempo se refiere. Según esta teoría, los inicios deben ser pausados, para así aposentar unas buenas bases y, poco a poco y desde el sosiego, construir una relación potencialmente sana y sólida. Pero la pasión, no obedece ni a la calma, ni a la espera. Y como ya sabéis, las ganas de alguien es uno de lo ingredientes clave en el amor, aunque ni mucho menos el único para que se construya una relación plena.
Hasta el momento presente, no existe ninguna evidencia que afirme que los inicios rápidos tienen un mal preludio, ni que los inicios pausados garanticen una relación duradera. Así que, si temes ir demasiado deprisa y así estropear la relación, te adelanto que aunque vayas despacio, puede salirte mal. Es más, la rapidez en desenvolver tu preciado regalo puede incluso ahorrarte un valioso tiempo depositando expectativas en algo equivocado.
-¿Para que se quede en una amistad?
¿Temes que el otro se confunda con tu actitud atenta e interés? ¿O más bien crees que no quieres una relación pero sientes una inercia irremediable hacia esa persona? En ese caso, puede que el primer confundido seas tú mismo.
Es curioso pero, las personas que se definen como independientes y no deseosos de mantener ninguna relación, acaban haciendo intentonas continuamente. ¿Casualidad? No lo creo. Más bien argumentos para defenderse de algo que perciben como peligroso: la vinculación con el otro.
Si realmente quieres que acabe en una amistad, lo más sensato es que se lo comuniques o bien que te alejes de esa persona. Si no lo sientes, ¡pregúntate qué temes!
-¿Para que te hiera?
Tengo una mala noticia que darte y es que el amor siempre implica exponerse. Y el darse al otro implica correr el riesgo de ser herido. Pero la exposición es una premisa fundamental en la construcción de una relación plena. En caso contrario, sería como pretender levantar un negocio de éxito sin implicarse ni correr riesgo alguno. Imposible, ¿verdad?
Estás en tu derecho de elegir. Puede que éste no sea tu momento y decidas no asumir riesgos, pero en ese caso, asume también que no podrás construir algo completo.
-¿Para no perder el norte?
Las primeras fases del enamoramiento, aunque maravillosas, también son algo incómodas. El efecto anestesia te hace estar menos implicado en tus quehaceres, pero también te hace irradiar felicidad por los cuatro costados. Una cosa compensa la otra, ¿no crees?
Para saber si corres peligro, haz un repaso a tus grandes bloques: tú mismo, tu familia, tus amigos y tu trabajo. Si alguno de estos se ha visto gravemente afectado, ¡cuidado!, quizás debas cambiar algo.
La intensidad y vinculación con el otro puede darse a pasos agigantados, pero distribuyendo tu tiempo en tus demás facetas. No se trata de lo rápido que vayas con el otro sino de cómo repartas tu tiempo.
2.Demasiado, ¿para quién?
-Para mi
Si sintieras que es demasiado para ti, probablemente la sensación de agobio te alejaría de esta dinámica. Con lo cual, si habitas en ella es porque así lo sientes. La ventaja de los inicios es que las reglas del juego no están definidas, sino que sobre la marcha las vais trazando. Este punto de inflexión es ideal para sentirte libre y evitar reproches: Es que como siempre haces…, Pensaba que harías….
Utiliza ese margen de apertura para permitirte ver qué sientes sin estar obligado a nada. Salir con alguien es como un periodo de prueba, en el que indudablemente tienes que testear el producto para saber si finalmente te lo quedarás.
Si en este periodo te desencantas, no te culpes, podrás elaborar el duelo de haber perdido a ese ideal que construiste y que no existe.
-Para el otro
Como ser humano que eres, llevas de serie intuición y empatía, aunque te repitas que no dispones de ninguna de ellas. Así que, enseguida percibirás si aquella otra persona sigue tu ritmo o no.
Uno de los grandes secretos para que una relación funcione es que exista un equilibrio entre el dar y el recibir: ni uno puede dar más de lo dispone, ni el otro puede recibir más de lo que necesita. Qué fácil, ¿verdad?
Únicamente tienes que dejarte sentir cómo se da ese intercambio. Si le ofreces más de lo que requiere, tarde o temprano se irá. Pero si requieres más de lo que te puede ofrecer, acabarás marchándote tú.
Más que repetirte Quiero que funcione, quiero que sea recíproco, pregúntate ¿Funciona?, ¿Es recíproco?. Experimenta y descubre. ¿O a caso quieres una relación en que no se da ese intercambio equitativo?
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