La enfermedad celiaca es la intolerancia al gluten, es decir, una reacción inflamatoria que se produce en el intestino delgado y que impide absorber los nutrientes, el hierro y las vitaminas de forma apropiada.
Uno de los principales problemas es que es una sustancia que se encuentra en alimentos tan comunes como el trigo, la cebada, el centeno y, posiblemente -todavía no hay certeza sobre ello-, la avena. Sus síntomas más comunes son: diarrea, vómitos, dolores abdominales, pérdida de peso y fatiga, sin embargo, pueden ser diferentes de una persona a otra, lo que dificulta aún más su diagnóstico.
Asimismo, la celiaquía puede estar asociada a otras enfermedades, tales como: la diabetes mellitus tipo I., el síndrome de Down, la enfermedad de tiroides o la intolerancia a la lactosa.
Aunque se desconoce aún la causa exacta de la enfermedad celíaca, las personas con familiares que la padecen tienen un mayor riesgo de presentar la enfermedad. Además, este trastorno es más común en las personas europeas y de raza blanca, y en las mujeres más que en los hombres.
Para detectarla es muy importante que antes de dejar de comer gluten, te realices los exámenes médicos pertinentes, ya que de este modo pueden aparecer falsos negativos. La primera prueba que debes realizarte es un análisis de sangre para comprobar el nivel de los anticuerpos de antitransglutaminasa tisular (tTG) de clase IgA, un marcador muy útil.
Cuando los análisis son positivos, se acompañaran de otras pruebas para verificar el diagnóstico. La más común es la biopsia intestinal que permite ver si existe atrofia en el vello del intestino tras obtener varias muestras de la mucosa del intestino delgado.
Si el resultado de los análisis es dudoso, se realiza una prueba genética de predisposición a la enfermedad celiaca para ver si se tiene la base genética de la enfermedad celíaca. Si no se posee, es muy difícil que la celiaquía se desarrolle. Por el contrario, si el estudio genético es positivo, pero el de los análisis es negativo, se realizará una biopsia duodenal.
Es importante señalar que una base genética positiva no significa ser celiaco, por ello, se deberá analizar el intestino para determinar el pronóstico.
Hasta que el diagnóstico no sea definitivo, no se deberá iniciar una dieta sin gluten. Si notas mejoría al eliminar este producto de tus comidas es porque quizás tengas sensibilidad al gluten, que no es lo mismo que enfermedad celiaca.
Así mismo, existen ciertos factores que indican que padecemos celiaquía, uno de ellos son los dientes, ya que la enfermedad celiaca afecta a nuestra salud bucal independientemente de la edad.
Por ejemplo, en el caso de los niños, los síntomas más comunes son: muchas caries, cierta decoloración en esmalte, fractura habitual de los dientes y niveles de placa más altos. Todo ello consecuencia de la mala absorción de los nutrientes que provoca que la capa de esmalte sea mucho más débil frente a las agresiones externas.
En los adultos, pese a tener las muelas y los dientes ya formados, los indicios son los siguientes: mayor predisposición a sufrir caries y problemas de encías, muchas llagas y lengua inflamada. La decoloración no es tan característica ya que las piezas dentales ya están constituidas.
Muchas veces el dentista es quien nos anuncia que podemos ser celiacos y nos deriva al médico especialista para que nos realice las pruebas pertinentes. Por ello, no debemos descuidar nuestras visitas y solucionar los problemas que se hayan ocasionado. No olvides que la salud en general depende, en gran medida, de la salud oral.
Por lo tanto, si sientes que tus dientes están más débiles que antes y el gluten no te sienta muy bien, quizás sea el momento de plantearte si eres o no celiaco.
Fuente: Iván Malagón