Claves del artículo:
Hace tiempo que no escribía, debido a un delicado estado de salud. Quería tomarme libres las navidades y al final se alargó mi período de descanso y, a pesar de que no quería sentirme así, tuve que parar y ha habido días en los que casi no he podido levantarme de la cama.Ya estoy mucho mejor, con vitalidad y ganas de hacer cosas y me apetece volver a escribir, porque tengo muchas cosas que contar, mucho que compartir. Aunque no escribiera, no he dejado de dar mis sesiones de coaching, mentoring o sesiones grupales del curso SelfCoaching, el curso que me cambió la vida a mí y está cambiando muchas vidas.
Después de cada sesión grupal, como la de hoy, no puedo más que sentirme profundamente agradecida a todas las personas que desde su mayor vulnerabilidad y autenticidad comparten sus miedos, sus sueños, sus historias, o ayudan a otros con sus ejemplos o su conocimiento como coaches o profesionales del desarrollo personal. Me siento una alumna más, aprendiendo cada día de todos ellos.
Y salen temas preciosos, temas que realmente nos interesan a las personas, temas que todos compartimos de alguna manera. El tema de hoy han sido relaciones con nuestros padres, lo difícil que es muchas veces entendernos, el daño que nos hacemos o percibimos y la dificultad de sanar o perdonar...
Ver las dificultades de la vida como regalos
Desde que me he embarcado en el crecimiento personal y sobre todo espiritual, empiezo a ver la vida de otra manera, la vida como maestra, como espejo que nos va enseñando aquello que debemos sanar en nosotros. Por duro que sea, por más que duela.Y sí, es precisamente a través de los mayores obstáculos como crecemos. Cuando todo está bien, es fácil sonreír y decir frases bonitas, creer en ellas... pero cuando llegan las dificultades, una enfermedad, una discusión, una separación, etc. ahí es donde se nos presenta la gran oportunidad de crecer.
Pero claro, a ninguno nos gusta pasarlo mal, yo la primera. Nuestro Ego busca la estabilidad y la seguridad, sin cambios, sin brusquedades, en piloto automático...
Estos días que he estado tan falta de fuerzas, me sentía apática y culpable por no poder trabajar. Quería no sentirme así y tener fuerzas, optimismo y ganas de hacer cosas. Pero mi cuerpo me decía justo lo contrario: descansa, repón fuerzas... Mi Ego se negaba a aceptar una realidad. No me ocurría nada grave (un catarro que se complicó) pero simplemente necesitaba más descanso y me resistía a asumirlo. ¿Más descanso, cuánto más? Quería escribir artículos, publicar vídeos, gestionar mis comunidades online... pero sentía apatía, miedo y culpa.
Sí, todas esas emociones que a menudo creemos que ya tenemos superadas... pero de vez en cuando hacen su acto de presencia. Ha sido un período muy raro para mí, pero también muy necesario.
¿Es posible tener una vida siempre perfecta?
Y si crees que algún día se arreglarán todas las cosas en tu vida porque trabajas en ti, me temo que eso no sucederá realmente. En 2017 realicé un profundo trabajo transgeneracional con mi terapeuta, donde sané gran parte de mis relaciones con la familia. Aún estoy maravillada del resultado.Mi gran piedra angular parecía desvanecerse en el horizonte... y cuando estaba ya cantando victoria mi cuerpo habló por mí, la vida habló por mí. La vida siempre nos hace de maestra.
En esos períodos de aburrimiento en el sofá de los que siempre rehuí pude descubrir una parte de mi sombra: esa que no se permitía estar sin más en silencio, esa que necesitaba llenarse de algo con sentido, esa que despreciaba la inactividad...
¿Por qué nos aterra aburrirnos?
¿Alguna vez te has preguntado por qué nos aterra el aburrirnos? ¿Por qué buscamos sin cesar emociones y experiencias nuevas, a veces de manera obsesiva? Me di cuenta de que incluso cuando meditaba buscaba de alguna forma rellenar un vacío y dotarlo de algo con sentido.En el silencio de la habitación me visitaban algunos miedos, quizás retazos de recuerdos de un pasado remoto... Siempre cuento que de pequeña no tenía muchos juguetes pero nunca dejaba de jugar, me inventaba juegos con lo que sea: sillas, tenedores, incluso mis propias manos se convertían en muñecas imaginarias.
Cuando superas un obstáculo, respiras tranquila... y entonces la vida te pone otro, diferente, muchas veces insospechado. Así ha sido durante estas semanas de invierno que se me hicieron eternas. Conectada a mi ser menos bello, más apático, más inactivo.
En aquellos momentos lo detestaba, me quejaba por dentro, lo rechazaba... aunque teniendo mis conocimientos como coach tratara en vano de darle la vuelta y verlo de otra manera: aceptar mi emoción y darle su lugar. Quisiera o no, la estaba viviendo.
Encontrar un sentido a las dificultades
Ahora, pasado un tiempo, que me encuentro mucho mejor, más positiva (mi estado habitual), más recuperada, le encuentro a todo esto, ahora sí, un sentido. He podido aprender a convivir con mi parte menos bonita que todos de alguna manera llevamos dentro, por más optimistas que seamos. He descubierto que es necesario parar de vez en cuando y no pasa nada, el mundo no se hunde. He visto que puedo hacer casi el mismo trabajo que siempre en menos tiempo. Estoy aprendiendo a aceptar ciertas emociones que no me gustan como la tristeza o apatía. No las rechazo como antes, las reconozco en mí.Por ejemplo, en este vídeo te cuento cómo puedes desbloquear tu relación con la tristeza, si huyes de ella o no te gusta sentir apatía:
Como ves, todo lo que pueda pasarnos (en mi caso ha sido algo muy light, pero creo que sirve de ejemplo) es un aprendizaje que podemos aprovechar para crecer o podemos verlo como una desgracia y lamentarnos.
Lo mismo ocurre con las relaciones, especialmente las más cercanas: padres, hermanos, hijos, pareja... Cuando hay conflictos, dificultades, puedo ver qué me indica esta situación, qué debo sanar en mí, antes que intentar cambiar al otro o la situación, puesto que lo más difícil, por no decir imposible, es cambiar a los demás o situaciones que no dependen de nosotros.
Tratar de hacerlo genera frustración, rabia, rencor, sensación de impotencia y nos hace sentirnos víctimas de la vida. Y ya sabes, mi lema es éste: no eres víctima de tu vida, eres un creador.
Cuando tú cambias, el mundo cambia
¿Y dónde está mi poder creador si no puedo cambiar mis circunstancias?, puedes decirme. La respuesta es simple: en ti, siempre en ti. Puedes cambiar tu versión de los hechos, puedes trabajar por dentro, aprender a aceptar, soltar, confiar, cambiar tus creencias, gestionar tus emociones, dar el paso necesario para cambiar en ti aquello que no te permite crecer.Este es nuestro poder creador, el verdadero poder creador que a menudo influye sobre lo demás: relaciones, situaciones, circunstancias... porque cuando tú cambias, el mundo cambia, aunque tarde en suceder o incluso no seas muy consciente de ello.
Este es mi post reflexivo de hoy, quería compartir contigo mi experiencia reciente, mis aprendizajes, como siempre hago, por si te resuena, por si alguna vez te has sentido igual o parecido, por si conoces a alguien que esté pasando por un momento difícil.
No podemos ayudar a todos ni siempre, pero sí podemos proponerles leer algo que quizás les haga reflexionar sobre sí mismos. Esto es lo que hacemos cada miércoles en las sesiones grupales de SelfCoaching: reflexionamos, nos abrimos, nos damos cuenta, aprendemos, nos ayudamos y con ello crecemos y nos transformamos.
Y espero de corazón que sea cual sea la dificultad personal por la que estés pasando, se solucione pronto, pero sobre todo que logres ver un rayito de luz, darle un sentido a tu experiencia actual, ver qué te está enseñando. Porque la vida siempre actúa de espejo, aunque nos duela reconocerlo.
Si quieres compartir tu situación con nosotros en los comentarios, será maravilloso escucharte y poder darte un feedback. ¡Gracias por leerme y por estar siempre ahí!