Además del sexo y la edad hay otros factores de riesgo que parecen favorecer a la aparición de estos tumores estomacales. Entre ellos se encuentran el consumo de alcohol y tabaco y una dieta que abuse de alimentos ahumados, muy salados y embutidos. Además, las personas que tienen familiares que ya han sufrido esta enfermedad tienen muchas más posibilidades de padecerla.
Como hemos dicho, detectar esta enfermedad es muy complicado si no hay unos síntomas previos y se realizan unas pruebas médicas muy concretas. Por lo tanto, la única forma de detectarla con prontitud es acudir al médico desde que suframos alguno de los siguientes síntomas:
- Dolor en el epigastrio.
- Sentirnos llenos después de las comidas, aunque hayamos ingerido poco alimento. Esto puede derivar en una pérdida de peso notable.
- Aparición de náuseas y vómitos.
- Dificultad al tragar.
- Hemorragias internas que pueden ser visibles si se aprecia sangre en las heces. Estas hemorragias suelen provocar anemia.
A la hora de acudir al médico, el proceso normal es que antes de aventurarse a realizar cualquier diagnóstico nos realice un análisis de sangre y un estudio de sangre en heces para detectar si hay alguna anomalía en el tubo digestivo. A partir de estas pruebas, normalmente el doctor decide realizarnos un estudio radiográfico. Este muchas veces no es determinante, puesto que hay tumores que no son apreciables por este método. Así que si no se detecta nada, se realiza una endoscopia para hacer una revisión más minuciosa de las paredes del estómago.
Si durante los procedimientos anteriores se detecta alguna lesión sospechosa, se realizará una biopsia para determinar si padecemos o no un cáncer de estómago.
En el caso de que sí se detecte un cáncer se llevarán a cabo las pruebas necesarias para determinar en qué fase se encuentra y cuál es el mejor tratamiento que se puede aplicar. Normalmente se sigue un protocolo similar para todos los enfermos, aunque también dependerá del estado del paciente y de la fase en la que se encuentre la enfermedad. Este se suele fundamentar sobre todo en la cirugía, pero también se puede realizar radioterapia y quimioterapia. El médico siempre nos informará de los beneficios e inconvenientes de estos tratamientos, así como de sus efectos secundarios.
Cuando el tratamiento finaliza con éxito seguiremos teniendo que acudir a revisiones periódicas para vigilar si se produce cualquier alteración y para controlar los efectos secundarios.
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Fuente: Asociación Española Contra el Cáncer