Cuando me preguntan que si creo en el amor para toda la vida siempre respondo rotundamente que sí, a pesar del escepticismo que muestran algunos ante mi respuesta.
Me casé enamorado y he luchado desde el primer día para mantener ese amor, y por supuesto mi mujer también lo ha hecho y lo sigue haciendo. Estuvimos siete años de novios y este año cumpliremos treinta y ocho años de casados.
Pero os aburriréis porque ya no tendréis nada de qué hablar, ¿no? —nos preguntan—. Pues no. Esto es igual que cuando sois novios, un día te lo pasas mejor y otro peor, pero sinceramente nosotros no nos aburrimos, se puede decir que disfrutamos más ahora que antes porque tenemos más tiempo, sabemos lo que nos gusta a cada uno y de cualquier momento sabemos encontrar el punto para disfrutarlo. Yo me fijo en ella y ella se fija en mí.
Hace unos años un joven compañero sabiendo mi opinión sobre la familia, los hijos y el amor a mi mujer, me preguntó: —¿Tú me aconsejas que me case? Todos me dicen que no, que eso del matrimonio es una chorrada y que me divierta lo que pueda.
Pues si no estás enamorado de tu novia o ella de ti, no te cases —le dije—. Pero si de verdad estás enamorado y no solo ves en ella su belleza y el sexo, cásate digan lo que digan. Pero ten en cuenta una cosa, igual que ahora procuras hacerla feliz y sacar su sonrisa todos los días, así tendrás que hacerlo el resto de tu vida. Hay que dar felicidad para recibir felicidad. Primero es dar y así es como se recibe. Y cuando lleguen las discusiones, las diferencias de opinión, los días en que sientas daño en tu interior, considéralos un crecimiento para fortalecer ese amor y busca la reconciliación.
Ese es un grave problema de ahora, que cuando llegan los momentos difíciles: sacrificio, trabajo, dinero, familia, egoísmos, palabras de más... en vez de recomponer y buscar la reconciliación, es más fácil romper con todo que dejar al lado el orgullo, ser humilde y reconocer las culpas que uno tiene en cada circunstancia que sucede. Porque aquí no hay culpa de uno sino culpas de los dos, que ante las situaciones en las que la llama se empieza a mover, pierde fuerza o se apaga, ninguno hace nada para que recobre su intensidad.
Esto es un trabajo continuo por algo maravilloso, lo que tú más quieres, y supone un esfuerzo como todos los retos que tiene tu vida desde que naces. ¿En qué lugar pones el amor a tu pareja? Porque tienes que ponerlo en el primer lugar. Repito, tienes que ponerlo en el primer lugar, porque es lo que te hará más feliz durante toda tu vida y lo que te quedará cuando todo lo demás desaparezca: dinero, poder, prestigio, amigos, copas, diversión, deporte...
Para que el amor sea para toda la vida, primero hay que estar enamorado y no jugar a pasar el rato a ver qué pasa. Con el amor el ya veremos no vale. Las cuestiones fundamentales tienen que estar claras así como el objetivo de vida en común. Puede ser que empiece por un me gusta, pero eso no es estar enamorado, estar enamorado es dar su vida por el otro. ¿Tú la darías?
¿Vas a estar dispuesto a hacer por tu pareja las cosas que no te gustan? ¿Vas a sacrificar tu tiempo aunque lo consideres todo tuyo? ¿Vas a compartir lo bueno y lo malo? ¿Vas a ser paciente y tolerante con sus errores? ¿Vas a procurar no ser egoísta y pensar que no eres tú solo sino que sois los dos? ¿Vas a procurar sacar siempre lo mejor de ti? ¿La vas a querer igual en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad? ¿Entiendes y vas a entender que tanto el hombre como la mujer son diferentes en la forma de pensar y vais a tener que aceptar y respetar esas diferencias tanto uno como otro?
Pero siempre queda esta pregunta: ¿Por qué hay tantos que no creen en el amor para toda la vida? Porque ni conocen lo que es el verdadero amor ni están dispuestos al compromiso, al sacrificio y al esfuerzo que requiere entregar el amor a otra persona.
Este es un objetivo de vida que requiere poner el máximo empeño, la debida responsabilidad y la mayor dedicación. Estamos hablando de amor, de felicidad y no solo de la tuya, sino de la quien tienes enfrente de ti que ha apostado por pasar toda su vida contigo, como tú debes haber apostado. La llama no debe apagarse, porque tú tienes que estar pendiente de que no se apague igual que estás pendiente de pagar el piso, de que no te corten el agua, de que no te despidan del trabajo, de entrenar para ganar el partido... Pues esto es igual, requiere entrenamiento diario, esfuerzo diario, sudor diario, disciplina diaria. Esto lo saben bien aquellos a los que le gustan las plantas; todo los cuidados que requieren para que florezcan, no se marchiten y se mueran.
Hay que cuidar todos los días y vigilar esa llama para que se mantenga viva, y si algún día se apaga por un soplo de aire inesperado, allí tenemos que estar nosotros para encenderla rápidamente poniendo nuestro alma en ello.
Puede que con el paso del tiempo las llamas de nuestro corazón tengan menos fuerza, pero si hemos cuidado nuestro amor, existirán esas brasas que queman más y mejor haciendo más confortable el día a día.
Tú eres el que haces que el amor sea para toda la vida.
Como os decía al principio, nosotros llevamos juntos casi cuarenta y cinco años, tenemos cuatro hijos y cuatro nietos y nos satisface seguir estando enamorados, reírnos igual o más que antes, disfrutar cada momento paseando, viajando, comiendo, charlando en familia, jugando con nuestros nietos o nosotros solos como si fuéramos unos críos. Siempre hemos puesto como objetivo en nuestra vida en pareja vernos de abuelitos cogidos de la mano y disfrutando de las cosas de la vida y os puedo decir una cosa, cuando se me ocurre algo que le puede gustar a mi mujer, aunque sea la mayor tontería, como rellenar de combustible su coche, me encanta ver la gratitud en sus ojos y su alegría, al igual que me pasa a mí con los millones de detalles que ella tiene conmigo.
¡Ah! y aunque estemos enfadados, no pasa una noche sin darnos el beso de buenas noches.
¿Creéis que así puede apagarse la llama?
¡Ama hasta que te duela! (Santa Teresa de Calcuta)
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