¿Pero qué es la rebeldía en realidad?
Se entiende como el rechazo a la autoridad o a la obediencia, o el desafío a las mismas o un simple incumplimiento. Y se dice que puede tener una connotación positiva o negativa.
Claro está. Aparentemente.
Porque tanto una como otra acaba siendo una evaluación subjetiva. Lo que es negativo o positivo para mi puede no serlo para ti, ¿cierto?
¿Cómo lo ves si cambiamos un poco la forma de ver la rebeldía? ¿Y no nos conformamos con lo que siempre nos han explicado? Con las definiciones, los estereotipos, los conceptos o los juicios?
La rebeldía negativa la podemos leer simplemente como un comportamiento que surge por una incapacidad de gestionar una o más emociones y, por ende, una o más circunstancias (pasadas, presentes, hipotéticas).
Es decir, en estos casos uno no es rebelde porque sí. Tampoco uno hace daño porque sí. Hay algo detrás, algo profundo y algo no resuelto. Por lo menos en mentes normales, no alteradas por algún tipo de trastorno.
Un adolescente tampoco es rebelde porque sí.
Un adolescente vive unos cambios tan tremendos en su interior, altibajos hormonales, emociones completamente desconocidas, una personalidad que va saliendo e intenta encontrar su espacio y su sentido, que choca con todo lo que representa un limite.
Primeras responsabilidades, primeras decepciones, primer amor, una sexualidad explosiva que acompaña cada pensamiento y cada acto de forma no del todo consciente, que se frustra y que asusta. Los miedos, el pensar hoy blanco y mañana negro, el creer de ser los dueños del mundo y a lo dos días sentirse completamente perdidos y no aceptados.
El choque con una realidad que no puede ser ya la del niño de ayer sino la del joven que va a ser adult@ dentro de nada. Y un contexto familiar que no comprende, no sabe, no intercambia o no comunica en línea con esa tormenta que tiene en casa.
¿Entiendes por donde voy?
Un empleado que ha estado tragando lo que no está escrito de su jefe, que ha estado años al pie del cañón intentando darlo todo para la empresa con su trabajo, que ha sacrificado su vida personal y, a menudo, traicionado sus propias necesidades por los resultados de la compañía, y no recibe el reconocimiento humano y económico por la dedicación y el esfuerzo, ni siente que pertenece a la empresa porque la misma no ha actuado como para que así se sintiera, estallará.
Si, estallará. Y se rebelará. Solo es cuestión de tiempo.
A lo mejor lo hará con torpeza. Nadie se espera que un perfil como el descrito rebote. Al contrario, cómo siempre se le ha exprimido pensando que iba a aguantar lo que fuese, habrá sorpresa, desconcierto, no se le entenderá.
Pero lo importante es que lo haga. Ya aprenderá a encontrar una forma mejor para hacerlo en el futuro. A lo mejor sin tanta pasión o descontrol, sino más bien con determinación y asertividad.
Todos, cuando nos estrenamos emocionalmente tras habernos quedado silenciosos durante demasiado tiempo, estallamos de una forma un poco torpe o caótica. Hasta que aprendemos a ordenar las cosas que nos ocurren y a interpretarlas de una forma nuestra, desde la distancia en lugar que sumergidos o ahogados por ellas.
Una persona que ha vivido maltratos, día tras día, años tras años y de parte de más de una persona, maltrato físico, maltrato psicológico, maltrato emocional, cuando encuentra la capacidad de recoger todas sus fuerzas y rebelarse, ¡lo hará de una forma que el otro no se espera!
Y cuando ese momento llega, para quien sea, no habrá vuelta atrás.
El rebelde es el que ha sufrido en silencio y tiene la valentía de saltarse los miedos por lo que sea y gritar su verdad y decir: basta, ¡hasta aquí hemos llegado! Y no hay vuelta atrás.
Porque no se puede gastar una vida siguiendo reglas y conformándose con lo que se nos manda cuando eso no es beneficioso para nuestra salud y para nuestra felicidad. Y no hace falta hacerle daño a nadie ni meterse en problemas.
Sino más bien ser valientes y determinados en perseguir cada uno el propio propósito de vida, sea claro o no. Seguir lo que cada uno siente en su interior y cuidar de las propias emociones y de la fragilidad.
Esto es ser rebelde. Actuar por el bien de nuestra alma y hacer todo lo posible para ser fieles a nosotr@s mism@s.
En esta época pandémica tan rara y abrumadora que nos ha llevado a restringir a unos inesperados extremos nuestra libertad a nivel mundial, podemos y debemos ser rebeldes.
Esa una completa idiotez ser rebeldes saltándose normas de salud pública porque no aceptamos las medidas que cada gobierno haya adoptado. No confundimos ser rebeldes con ser imbéciles, perdona la dureza de mis palabras, pero necesito que lleguen claras y fuertes.
La mejor forma en la que podamos ser rebeldes en esta fase es re-conectando con nuestras emociones e identificando lo que realmente nos hace felices. Eso que queremos mantener vivo, como sea, en cuanto podamos reconquistar Tod@s aquella porción de libertad que de momento no tenemos.
Volver a lo de antes una vez esta época se acabe sería un total sin sentido, un verdadero fracaso social.
Nada es como antes, nunca. Es el momento ideal para ser quienes siempre hemos necesitado ser, desde nuestra verdad interna. Sin mascaras, sin miedos, sin más.
Somos rebeldes los que, en una fase tan incierta, habremos trabajado para vivir de una forma diferente, que habremos estado esperando con paciencia e inteligencia (emocional) para seguir con nuestras vidas de una forma nueva. Una vida en el respeto de quienes somos, de nuestra alma y de nuestra misión de vida.
Somos rebeldes los que nos adaptamos a las nuevas circunstancias y las utilizamos para construir algo bonito y mejor y que sea el reflejo de quienes somos.
Somos rebeldes los que, pese a estar limitados, nos esforzamos para nutrirnos bien, para entrenar nuestro cuerpo y cuidar de el, conscientes de que es nuestro fiel y valioso compañero durante toda nuestra vida. Porque adquirimos la consciencia de que no estaríamos aquí sin el.
Somos rebeldes los que cada día nos inventamos algo diferente para hacer, que jamás antes nos habríamos planteado, por pereza, por miedo, por vergüenza, por falta de auto-estima o motivación, por falta de tiempo o por cualquier otro motivo.
Los que ponemos música rock o metal o afro (o la que te encante) con el volumen a tope y cantamos y bailamos como si no hubiese un mañana.
Y nos desahogamos de todo el aguante, los malos tragos, las injusticias, las decepciones, las preocupaciones y las soltamos, nos desapegamos de ellas. Sin vuelta atrás.
Somos rebeldes los que aprendemos a escuchar y a expresar nuestras emociones y a compartirlas primero con nosotros mismos, y luego con nuestros seres queridos. Los que encontramos la fuerza de decir te quiero o te he querido, siempre que podamos, hasta a quienes no nos han querido o bien no de la forma que necesitábamos.
Somos rebeldes los que ya no aceptamos abusos, maltratos, sumisión, faltas de respeto, egoísmo, violencia, desigualdad, odio, racismo y respondemos a todo esto con determinación y fuerza.
Los que nos desapegamos de lo que no podemos cambiar y dejamos fluir las cosas según su curso y su ritmo.
Los verdaderos rebeldes somos los que, después del confinamiento, salimos distintos, enraizados y conscientes y empezamos una nueva vida con otra actitud. Los que hemos estado dialogando con nosotros mismos, que hemos estado honestos con nuestros sentimientos por duro que haya podido ser. Pero lo hemos hecho.
Y somos los que seguiremos unidos y haremos que las cosas cambien. No importa como ni cuando. Solo importa hacerlo.
Concluyo con una frase de Henrik Ibsen que dice: El verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida
¿Pues cómo lo ves? ¿Quieres unirte a mi en la rebeldía de ser tu mismo@?
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Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach