Ambas técnicas (láser y radiofrecuencia) son capaces de llevar a cabo el tratamiento de las varices por un método que llamamos “ablación térmica endoluminal”.
El término “ablación” en medicina significa “extirpación o separación”, aunque no es exactamente a lo que nos referiremos aquí. En este caso ablación más bien se refiere a “oclusión intencionada” y anulación de una vena. “Térmica” supone que esta ablación la vamos a lograr mediante el empleo de calor, y por último, el término “endoluminal” se refiere a que lo realizamos “a través de la luz del vaso”, es decir, desde el interior del mismo.
Las dos técnicas (el láser y la radiofrecuencia) son extremadamente parecidas, y en general las empleamos solo para tratar la vena safena interna, y exclusivamente en su trayecto a lo largo del muslo (hay excepciones a esto, por supuesto, pero esta es la norma general).
El procedimiento consiste en introducir un catéter (es una especie de largo y fino tubito de plástico) en la vena a través de una punción o una pequeña incisión, bien a nivel del tobillo, bien junto a la rodilla (esto no es muy diferente a insertar una simple vía para colocar un gotero, de hecho); subimos el catéter por dentro de la vena hasta poco antes de la desembocadura de la vena safena interna en la vena femoral (en la ingle, que es donde con mayor frecuencia se ha originado este problema); y a través de la punta de este catéter emitimos calor, de manera que “quemamos” (de forma controlada, lógicamente) la vena desde dentro, provocando que se encoja, se contraiga y se cierre. A medida que vamos retirando el catéter hacia abajo vamos “sellando” la vena desde el interior. La única diferencia entre ambas técnicas es si la fuente a través de la cual llevamos el calor a la vena es el láser (energía lumínica) o es la radiofrecuencia (energía electromagnética).
El procedimiento puede llevarse a cabo mediante anestesia local en la mayor parte de los casos, acompañado en caso de necesidad por un poco de sedación superficial. Esta anestesia la aplicamos diluida en mucho líquido con el cual envolvemos toda la vena para que actúe a la vez de “colchón”, absorbiendo el exceso de calor y así impidiendo que dañe alguna estructura vecina. Es ambulatorio, de modo que al cabo de una hora el paciente puede ya estar caminando (con la media compresiva puesta) y marcharse a su casa sin necesidad de hospitalización.
A estas alturas ya disponemos de estudios científicos serios y bien realizados que nos muestran que los resultados tanto inmediatos como a largo plazo (más de diez años) son similares para las técnicas de láser y radiofrecuencia comparadas con la safenectomía (¡o incluso mejores!). Sin embargo, estas nuevas técnicas son mucho menos agresivas y la recuperación tras ellas es mucho más rápida, lo cual supone una clara ventaja frente a la safenectomía tradicional.
Sin embargo, no todas las varices (ni todos los pacientes) pueden ser tratados con esta técnica (hemos comentado anteriormente que como norma general solamente se puede emplear para tratar la vena safena interna desde la ingle hasta la rodilla). Como siempre, el cirujano vascular es la persona que podrá aconsejar la mejor opción para un caso en concreto (la personalización del tratamiento), una vez realizados los estudios necesarios.
A continuación, el video oficial de la empresa Medtronic® (fabricante de uno de los equipos de radiofrecuencia), que ilustra el procedimiento:
Y de forma similar, una animación-resumen del tratamiento con laser (o EVLT®), publicado por la clínica VenaCare®:
Por último, un vídeo explicativo de una intervención REAL con laser, y una demostración de su funcionamiento (en una vena ya extirpada del organismo para poderlo ver claramente), publicado por el Dr. Robson de Miranda (Clínica Fluxo®). Está comentado en portugués de Brasil, pero confío en que con las explicaciones dadas en el artículo se podrá comprender perfectamente. Asimismo, reitero que las imágenes son reales, y pueden herir la sensibilidad de algunas personas:
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