Aplica remedios naturales para mantener y recuperar el equilibrio, en este caso el masaje con las manos.
No intenta combatir la enfermedad, sino que su cometido es actuar a favor de la salud.
Considera a la persona como un sistema completo en el que todos los elementos (físico, mental, emocional, espiritual, social,...) de su vida están relacionados de manera que un movimiento en cualesquiera de ellos afecta a los demás, tanto para mejorar la salud como para empeorarla.
Entiende que la persona siempre es la principal protagonista y la responsable última de su estado de salud, por lo que la labor de la terapeuta es activar el sistema y la fuerza de autocuración que posee cada persona, acompañándola en su proceso de sanación.
Para definir salud hemos de preguntarnos también a qué aludimos cuando decimos persona. Dependiendo de nuestra concepción del ser humano, la salud puede ser una cosa u otra. Por ejemplo, si concebimos a la persona exclusivamente como un cuerpo sólo nos fijaremos en los procesos funcionales corporales intentando incidir en ellos para que recuperen su buen funcionamiento, es decir, la salud.
Otra opción es considerar a la persona como un pelotón de tres ciclistas: cuerpo, mente y emoción. Estos tres aspectos están íntimamente relacionados de manera que si uno cambia o se modifica repercute directamente en los demás. Un pelotón tiene vida propia más allá de la suma de sus ciclistas al igual que las personas, que son un todo mayor que la suma de sus partes (holismo).
Yendo un poco más allá, hay autores que afirman que el ser humano no es más que una manifestación concreta y efímera que se da gracias a la conciencia (alma) y cuyo origen primigenio está en el espíritu (vida).
Qué es un síntoma
Y... ¿qué es un síntoma? En el ámbito de las ciencias de la salud, un síntoma es la referencia subjetiva que da un enfermo de la percepción que reconoce como anómala. Digamos que los síntomas son indicadores de que algo no marcha bien, como las lucecitas que se encienden en el salpicadero del coche avisándonos de alguna anomalía.
Si se enciende la luz que nos indica que queda poca gasolina, ¿qué hacemos?, ¿tapar la luz o echar gasolina? Los síntomas cumplen una función similar. Nos avisan de una falta, una ausencia o anomalía a la que hemos de poner remedio.
Un síntoma nos trastoca la vida, reclama nuestra atención y no nos deja seguir nuestro ritmo. Es fastidioso porque nos obliga, en principio, a parar. Y no nos gusta que nos incomoden, no nos gusta cambiar de dirección, por eso vemos los síntomas como "enemigos", porque nos molestan.
En el lenguaje coloquial hablamos de ser "víctimas de una enfermedad" o de "luchar contra la enfermedad". Este lenguaje indica que entendemos la enfermedad como un hecho fortuito y externo ajeno nosotros que hay que combatir porque nos ataca y nos hace daño. Sospecho que, siguiendo con el lenguaje bélico, los tiros no van por ahí.
Si los síntomas son indicadores de algo, en realidad son nuestros aliados, por muy molestos que sean. Desde esta perspectiva, son maestros que nos conocen íntimamente y que nos obligan a replantearnos.
Entendiendo que el ser humano es una manifestación concreta y efímera que se da gracias a la conciencia y cuyo origen primigenio está en el espíritu, podemos entender que el síntoma aparece en el plano corporal mientras que la enfermedad pertenece al plano de la conciencia. Desde esta perspectiva no se puede hablar de enfermedades, en plural, porque tanto la enfermedad como la salud se refieren a un estado del ser humano y no a órganos o partes del cuerpo.
Por estos derroteros llegamos al quid de la cuestión: ¿de qué son indicadores nuestros síntomas? ¿cuál es la anomalía, la falla, el error? ¿qué nos falta? ¿qué no estamos atendiendo? Es aquí cuando nos vemos en la necesidad de aprender el lenguaje de los síntomas, algo en lo que no vamos a profundizar ahora, solamente apuntar: ¿pulmón / tristeza? ¿riñón / miedo? ¿hígado / rabia? ¿alergia / agresividad?, ¿piel / relación con el entorno? ¿aparato genital / sexualidad? ¿dientes / agresividad, vitalidad?¿intestino grueso / inconsciente?...
Cómo la Reflexología Podal nos ayuda a mejorar nuestra la salud
La Reflexología Podal, en su protocolo de masaje, trabaja en cada sesión todos los sistemas corporales incidiendo algo más en aquellos órganos o sistemas en los que se manifiestan los síntomas pero sin perder nunca de vista el aspecto holístico del ser humano.
Por esto y por todo lo dicho anteriormente, la Reflexología Podal no está indicada para tal o cual enfermedad, para tal o cual conjunto de síntomas sino que al estimular la propia capacidad autoequilibrante de la persona sirve para tratar todos los síntomas. A través del estímulo reflejo que aplicamos en el pie activamos el cuerpo. A través del tacto activamos la sensación, la emoción. A través del silencio calmamos la mente y a través del cuidado (del cómo) llamamos al espíritu. Combinando todos estos factores en la sesión es como la convertimos en terapéutica. La persona entra en calma y la intensidad de los síntomas se reduce y se va desbrozando el camino que nos lleva a identificar cuál es el tema, el asunto que no está atendido y que urge atender.
Si no solucionamos aquello de lo que son indicadores nuestros síntomas, aunque podamos taparlos temporalmente, tarde o temprano volverán a manifestarse. Quizá de diferente manera o intensidad, pero volverán a incomodarnos, a demandar nuestra atención hasta que finalmente demos en el clavo.
La Reflexología Podal es una buena aliada y compañera en este camino de búsqueda. Te apoya, te ayuda, te recoge, nunca te falla...
Bibliografía:
La enfermedad como camino - Thorwald Dethlefsen; Dahlke Rudiger 2003 - Editorial: Debolsillo ISBN: 9788497593113