Pero, ¿Estamos siendo críticos? ¿Sabemos exactamente qué es eso de la Inteligencia Emocional? Con este artículo me gustaría romper algún mito o idea equivocada que puede perjudicar más que beneficiar acerca de la tan maltratada Inteligencia Emocional:
1. La Inteligencia Emocional no es escuchar el corazón
Lo primero de lo primero es decir que la Inteligencia Emocional no es lo mismo que sentir, tener emociones, sentimientos o actuar con el corazón… ¡nada más lejos de la realidad! Es importante decir desde el principio (por si acaso no sigues leyendo) que la Inteligencia Emocional exige de la razón, es decir, del pensamiento, el análisis y la evaluación.
La Inteligencia Emocional podemos decir que es la capacidad de tomar las mejores decisiones a partir de las sensaciones y emociones que percibimos en nuestro cuerpo y mente en unión con el análisis racional, es decir, el pensamiento.
2. Ni tampoco es ser sensible
Continuando con el punto anterior, tampoco debemos confundir la Inteligencia Emocional con la capacidad mayor o menor de sentir. Que una escena triste me haga llorar y lamentarme y a otra persona le haga mostrarse más templado y seguir con lo que está haciendo no quiere decir que este no tenga Inteligencia Emocional y yo sí.
Al revés, la Inteligencia Emocional ayuda a manejar las emociones que estamos sintiendo y quizás, el actuar de una manera más calmada, sea mejor para nuestra supervivencia, intereses o bienestar.
3. Sí, la Inteligencia Emocional exige cabeza, pensar, razonar
Si solo fuéramos emoción, ¿cómo sería nuestra vida? Ante una elección, lo más probable es que nos quedáramos paralizados sin poder tomar una decisión, o incluso podríamos confundir los instintos con las emociones y diversas sensaciones corporales y acabando desadaptado socialmente.
Si no conoces el famoso caso de Phineas Cage, un operario que sufrió un accidente que le produjo una desconexión en el cerebro entre la parte racional y la emocional, te invito a que eches un ojo a la entrevista que le hice al profesor del Instituto de Neurociencia en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona D. Ignacio Morgado donde hago referencia a este caso. Te la dejo aquí: Entrevista a D. Ignacio Morgado – Razón y Emoción
4. No se aprende ni se estudia… se desarrolla
Aunque ya sabemos que existe una oferta enorme de cursos de Inteligencia Emocional, no debemos pensar que esta capacidad podemos aprenderla como quien se estudia la lista de los reyes visigodos.
La Inteligencia Emocional requiere un trabajo personal continuo más allá de cualquier formación, así que si piensas que hacer un máster de tropecientas horas ya vas a salir con una gran Inteligencia Emocional, estás muy equivocado. La Inteligencia Emocional la estás desarrollando desde que estuviste en el vientre de tu madre y lo seguirás haciendo hasta el momento de tu muerte.
5. No se tiene Inteligencia Emocional ni se es Inteligente Emocional
Quizás sea una cuestión de lenguaje, pero ya sabemos que las etiquetas muchas veces determinan más de lo que pensamos; y es que la Inteligencia Emocional ni se tiene ni se pierde, ni nadie es Inteligente Emocional o no lo es.
Como ya he dicho, la Inteligencia Emocional es algo inherente al ser humano, como el amor, el gusto por la cocina o la necesidad de protección; por lo tanto, se tiene sí o sí. Después, la podremos desarrollar más o menos, pero eso no quita para que alguien lo sea o no, todos lo somos.
6. Y, por supuesto, la Inteligencia Emocional no es algo nuevo
Como último punto, no quería dejar de hablar sobre algo que muchas veces se nos escapa, y es que esto de la Inteligencia Emocional no es algo nuevo que hemos descubierto; todo lo contrario, existe desde que el hombre es hombre.
Salvando las distancias, ya en el “conócete a ti mismo” de los griegos, la Virtud cristiana o incluso en el Yoga, estamos haciendo referencia implícita a la Inteligencia Emocional, pero eso ya es otra historia que en otro momento detallaré.