El lupus es una enfermedad autoinmune en la que es el propio sistema inmunitario el que ataca a las células y tejidos sanos por error. Además, afecta a cualquier órgano y/o sistema, dañando las articulaciones, los músculos, la piel, los riñones, los pulmones... Sin olvidarnos del cerebro.
Es un trastorno que afecta a cualquier persona, sin embargo, las mujeres en edad fértil (20-40 años) son más propensas a sufrirlo, y es más común entre las hispanas, asiáticas y nativo americanas.
Una de sus características es que es una patología muy heterogénea, por lo que diagnosticarla es muy complicado, ya que es difícil encontrar a dos pacientes que presenten los mismos síntomas y patrones de la enfermedad.
Existen dos tipos de lupus:
Lupus eritematoso sistémico (LES): es una enfermedad autoinmune que provoca la inflamación de las articulaciones, los tendones y otros tejidos conectivos y diversos órganos. Es el más común y se desarrolla en diferentes grados.
Lupus eritematoso discoide (LED): es una enfermedad crónica y que tiende a reaparecer después de un período de curación, que se caracteriza por una erupción en la piel (manchas redondas y rojas).
Aunque la causa exacta del lupus se desconoce, al tratarse de una enfermedad autoinmune, existen ciertos factores que afectan al sistema inmunológico y, por lo tanto, pueden influir y provocar lupus. Una de ellas es la alteración en este aparato, encargado de defender al cuerpo frente a posibles infecciones.
También se cree que los factores ambientales pueden incidir en esta patología. Algunas de estas circunstancias son: los antibióticos (especialmente los derivados de las sulfas y penicilinas), la luz ultravioleta, las infecciones, demasiado estrés o algunos medicamentos y hormonas.
En relación a esta última causa, se sospecha que los estrógenos femeninos pueden estar implicados en la enfermedad. Esto explicaría por qué las mujeres fértiles son más propensas a padecer lupus. Además, las píldoras anticonceptivas pueden acelerar su aparición.
Por último, los orígenes genéticos también se barajan. Pese a desconocerse qué gen o genes son los responsables de la enfermedad, se ha demostrado que existe una predisposición genética para la enfermedad y, que por lo tanto, se puede heredar.
Como hemos dicho anteriormente, la enfermedad de lupus afecta prácticamente a todo nuestro cuerpo, por lo que los síntomas son muy amplios y no debemos olvidar que varían de una persona a otra. Aún así, algunos de los más habituales son:
- Fiebre prolongada sin causa conocida. Es uno de los indicios más comunes. Además, puede ser consecuencia de la propia enfermedad o de una infección coexistente con el lupus.
- Dolor o hinchazón en las articulaciones y músculos. Son otras de las manifestaciones clínicas más frecuentes. Lo habitual es que la artritis aparezca en manos, muñecas, codos, rodillas y pies. Además, suelen producirse al principio de la enfermedad y durante su evolución.
- Síntomas dermatológicos, como las erupciones rojas en la piel, generalmente en la cara y con forma de mariposa (mejillas y nariz); la caída de cabello mientras la enfermedad esta activa, y la hipersensibilidad a los rayos del sol. Así mismo, los dedos de las manos o pies toman una tonalidad pálida o púrpura.
- Dolor en el pecho al respirar de forma profunda, ya que las membranas que revisten los pulmones se inflaman y originan pericarditis y pleuritis que provocan dolor torácico y fiebre. Además, el lupus también puede afectar al corazón y sus válvulas ocasionando insuficiencia cardiorrespiratoria.
- Los riñones son otros de los órganos que también se ven afectados. La lesión más frecuente es la inflamación de estos que provoca que los residuos no se eliminen adecuadamente y se acumulen en la sangre. Como consecuencia, el riñón se ve incapacitado para asimilar y retener proteínas que, finalmente, se eliminan por la orina causando hinchazón en la cara y las piernas.
- Los síntomas neurológicos son los más graves y variados. Pueden ir desde trastornos psiquiátricos hasta las convulsiones, pasando por cefaleas, estados de confusión y trastornos en los nervios periféricos. Las formas de manifestarse más habituales son: dolores de cabeza, depresiones o episodios de hiperactividad.
- Los vómitos, diarrea, alteraciones hepáticas, peritonitis, pacreatis son también síntomas de esta enfermedad aunque son los menos frecuentes.
Al igual que otras enfermedades reumatológicas, no existe una única prueba para diagnosticar el lupus. Se puede tardar meses o años en confirmar. Para ello, el médico se servirá de herramientas como: el historial médico, un análisis de sangre, una biopsia de la piel o el riñón o examen de la sintomatología.
Así mismo, su tratamiento tampoco se limita a una única terapia, sino que depende del órgano al que afecte. La medicación básica son los corticoides, aunque cada especialista determinará cuál es el fármaco que mejor se adecúa a su situación. Además, es posible que debáis tomar medicamentos para los problemas que el lupus ha desencadenado, como infecciones, colesterol alto o presión arterial. Tampoco debéis olvidar que llevar una alimentación completa, sana y equilibrada es de gran ayuda.
Esperamos que este post os haya servido para saber más acerca de esta enfermedad.