Vivimos en una sociedad medicalizada. Tanto, que pretendemos curar las experiencias propias de la vida, como rupturas, duelos, o estrés laboral como si de un catarro se tratara.
Considero que no somos (o no queremos ser) del todo conscientes de aquellos efectos secundarios que tienen los fármacos que tomamos en nuestro organismo. Y hago especial hincapié en aquellos fármacos empleados para el tratamiento de dificultades de índole más psicológica o psiquiátrica, como ansiolíticos y antidepresivos entre otros.
Estoy de acuerdo en que el uso de psicofármacos ha mejorado sustancialmente el pronóstico de las distintas dificultades en lo que a salud mental se refiere. Haciendo un poco de historia, en un primer momento, la atención de los tratamientos se centraba principalmente en la mejoría de los síntomas mayores de la dificultad (por ejemplo, estado de ánimo depresivo), dejando de lado los mal llamados, efectos adversos menores (por ejemplo, dificultades en la concentración, el sueño, la erótica…). Éstos, actualmente se consideran determinantes de la calidad de vida de las personas, ya que imaginaros cómo sería nuestro día a día si durmiésemos mal, no pudiéramos concentrarnos o no pudiésemos disfrutar satisfactoriamente de la erótica. En este contexto, los efectos adversos denominados dificultades sexuales provocadas por psicofármacos, han pasado a ser un objetivo primordial en la terapia farmacológica psiquiátrica.
Haciendo una revisión de las indicaciones que se señalan en los prospectos de multitud de medicamentos, es curioso cómo todos ellos son demasiado escuetos y generales a la hora de citar aquellos efectos secundarios que pueden afectar a la sexualidad de las personas que los consumen. El empleo de términos poco concretos, patologizadores e incorrectos, tales como dificultades sexuales, alteraciones sexuales, impotencia, frigidez, cambios en el apetito sexual, disfunción sexual, orgasmo anómalo, entre otros, dejan patente el insuficiente abordaje por la investigación psiquiátrica al respecto.
Por ejemplo, en el Diazepam se señalan trastornos de la libido o en el prospecto del Trankimazin, disminución o aumento del apetito sexual y disfunción sexual. Es una terminología tan amplia y ambigua que resulta difícil saber a qué podemos enfrentarnos exactamente.
Otros efectos secundarios, como la sequedad de boca, el exceso de salivación, los temblores, etc. influyen de manera directa no solo de la vivencia de la erótica de la persona, sino también a la hora de interaccionar con su entorno.
No se puede dejar de lado que los datos de baja incidencia que aparecen en las indicaciones de los prospectos de algunos medicamentos actuales provienen de ensayos clínicos o de observaciones post-comercialización dirigidos principalmente a medir la eficacia clínica y no la incidencia de las dificultades en la erótica. Dicha incidencia puede oscilar entre cifras muy distintas. Existe una discrepancia considerable entre lo que los prospectos dicen y los testimonios que vivencian lxs protagonistas. En muchas ocasiones, no se comunican estos efectos secundarios por varios motivos: vergüenza, falta de confianza, desconocimiento… Es por ello, que puede decirse que la incidencia de este tipo de dificultades está subestimada e infracomunicada, y que este hecho es un motivo importante de baja adhesión a los tratamientos.
Es importante que estemos al corriente a la hora de comenzar con un determinado tratamiento u otro, valorar cómo los posibles efectos secundarios pueden influir en nuestro día a día en general y nuestra erótica en particular, y en caso de duda, consultar con un/a profesional.
Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología
Visítanos en:
.