En nuestra sociedad la privación voluntaria de alimentos (ayuno) a menudo se lleva a cabo por razones políticas, sociales o religiosas. Hay que decir que el ser humano está “preparado” para soportar bastantes días sin comer, de hecho, el hombre puede sobrevivir en ayunas durante unos 24-30 días. Y durante estos días el cuerpo pasa por distintas etapas, es decir, que se produce una respuesta fisiológica del cuerpo ante esta privación que se puede dividir en cuatro fases, las cuales se llaman respectivamente período post-absorbancia, corta duración, duración media y de hambre y muerte.
Cambios metabólicos inducidos por el ayuno
Post-absorbancia: Esta se produce pocas horas después de la última ingesta de alimentos, cuando los alimentos a penas han sido consumidos y han sido completamente absorbidos por el intestino delgado. En promedio dura tres o cuatro horas, a las que en condiciones normales sigue la ingestión de otros alimentos que rompen el estado temporal de ayuno.
En este periodo de postabsorción se produce una acentuación progresiva de la glucogenolisis hepática ( “descomposición” de glucógeno en unidades individuales de glucosa), necesaria para hacer frente a la bajada de azúcar en la sangre y reforzar de glucosa a los tejidos extrahepáticos.
Ayuno de corta duración. En las primeras 24 horas de privación de alimentos, el metabolismo se apoya por la oxidación de los triglicéridos y glucosa que se almacena en el hígado en forma de glucógeno.
Con el paso del tiempo, dada la modesta cantidad de reservas de glucógeno hepático, la mayoría de los tejidos (músculo, corazón, riñón, etc.) se adapta utilizando principalmente los ácidos grasos, con tal de ahorrar glucosa. De hecho nuestro organismo es tan inteligente que en una situación negativa para él como es estar en ayunas intentará evitar los máximos daños y reserva lo poco que tenga de glucosa para el cerebro y tejidos anaeróbicos tales como los glóbulos rojos de la sangre, ya que tienen una necesidad imperiosa de glucosa (no pueden utilizar los ácidos grasos para obtener energía).
En estas condiciones, la cantidad de glucosa que el cerebro necesita es de 4 g/hora, mientras que las de los tejidos anaeróbicos asciende a 1,5 g/hora. Es por eso que el cuerpo, desde el primer momento en el que el hígado es incapaz de aportar más de 3 g de glucosa por hora (derivado de la glicogenolisis), se ve obligado a activar una vía metabólica de “emergencia”, llamada gluconeogénesis. Este proceso consiste en la producción de glucosa a partir de aminoácidos.
Ayuno de duración media. Cuando la privación de alimentos se prolonga más allá de 24 horas la acción descrita en la fase de adaptación continúa con una acentuación progresiva de la gluconeogénesis. Los aminoácidos necesarios para cumplir con este proceso se derivan de la descomposición de las proteínas del músculo.
Dado que no existen depósitos de proteínas en el organismo para producir energía, el propio cuerpo se ve obligado a “canibalizar” sus músculos. Este proceso va acompañado de una inevitable disminución de la masa muscular, lo que resulta en la aparición de debilidad y apatía.
En las etapas iniciales de la gluconeogénesis es capaz de producir incluso más de 100g de glucosa por día, pero pronto la eficiencia de este proceso disminuye a aproximadamente 75 g/día y esta cantidad no es suficiente para asegurar un suministro adecuado de glucosa al cerebro. Es más, este órgano se ve obligado a recurrir a los cuerpos cetónicos, tres moléculas solubles en agua derivados de la oxidación de grasas en condiciones de deficiencia de glucosa. La hiperproducción de cuerpos cetónicos (cetosis), para poder lograr la supervivencia del cuerpo, provoca un aumento significativo de la acidez de la sangre.
En el ayuno de media durada, que se extiende hasta el vigésimo cuarto día sin comer, aumenta cada vez más el uso de recursos de otros tejidos de mediante la oxidación de lípidos, una manera general de intentar ahorrar al máximo la glucosa en la sangre.
Hambre y muerte. Esta fase comienza cuando el ayuno dura más de 24 días. El cuerpo ya ha aprovechado todos los recursos de proteínas, incluyendo las proteínas plasmáticas
Reducción de la concentración de albúmina en la sangre → paso del plasma en los espacios intracelulares → deshidratación y edema.
Empieza a darse una serie de aspectos negativos como cetosis, disminución drástica del sistema inmunitario, deshidratación y reducción de la eficiencia respiratoria. Es decir, un “cocktail” letal que condena al individuo a un destino desafortunado.
Aquí os dejo más consejos sobre el ayuno:
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