En 1982 Robert Atkins ideó un régimen revolucionario para perder peso que se fundamenta en una premisa básica: los hidratos de carbono se transforman en energía en nuestro organismo; si le privamos de carbohidratos, conseguiremos que el cuerpo busque esa energía en las grasas, con la consiguiente pérdida de peso. Silogismo elemental que pronto se demostró que era efectivo. Su promesa de adelgazar cuatro kilos en una semana llevó a Atkins a vender 45 millones de ejemplares de sus libros en todo el mundo.
Este, aparentemente, mágico régimen de adelgazamiento pronto despertó las suspicacias de médicos y dietistas. Y es que todas las premisas van en contra de la típica dieta equilibrada que normalmente recomiendan los endocrinos a las personas que padecen obesidad: se eleva enormemente la ingestión de proteínas, que representan el 90% del consumo de alimentos diario (carne, pescado, quesos, huevos, mariscos), mientras que se reduce el de frutas y verduras al 10% y se eliminan completamente los cereales, el pan, las legumbres, el azúcar y la leche.
Efectos secundarios
La revista británica The Lancet ha publicado ya en dos ocasiones estudios científicos que parecen demostrar lo que ya sospechaban los médicos: la dieta Atkins no es saludable. El más reciente, de marzo de 2006, asegura que los regímenes pobres en carbohidratos provocan problemas intestinales, halitosis, cefaleas, cansancio y fatiga. El motivo lo encontramos en un exceso de cetona, un ácido que se genera al metabolizar grasa y que se acumula en la sangre y la orina. Un exceso de ácidos en los fluidos del organismo no sólo hace que los riñones tengan que trabajar más, sino que empeoran las digestiones.Por su parte, la sensación de cansancio y fatiga, incluso calambres, la encontramos en la falta de hidratos de carbono. Al no tenerlos como fuente de energía, el cuerpo tira de la grasa acumulada, pero también de la glucosa del cerebro y los músculos. Además, el exceso de prótidos y grasas se relaciona con altos niveles de ácido úrico, colesterol y triglicéridos en la sangre, circunstancia que deteriora enormemente nuestra salud cardiovascular.
Aunque otros expertos consideran que la restricción de carbohidratos puede implicar un menor riesgo cardiovascular, la reducida ingesta de antioxidantes y minerales que implica la escasez de vegetales en la dieta lo contrarrestaría y podría implicar otra serie de problemas añadidos.
Otros estudios clínicos concluyen que la pérdida de peso con este sistema es muy rápida a corto plazo, pero que a la larga, es la misma que una dieta hipocalórica convencional. Y es que, según los expertos, lo que más se pierde al principio es líquido; algunos especialistas atribuyen también la bajada de peso al poder saciante de las proteínas, que hace que se ingiera menos cantidad de comida.
Más deporte
Aunque la dieta Atkins tiene muchos adeptos en todo el mundo, hoy por hoy, la comunidad médica se muestra claramente enfrentada con este método por sus prácticas poco saludables. Poco se dice en estos casos de que sus libros promueven el ejercicio físico como parte del sistema de adelgazamiento y que se rechazan los productos precocinados y procesados, al ser mucho más saludables en su estado natural.Sin embargo, a pesar de que existen algunos puntos positivos en este sistema, parece cada vez más demostrado, que, para conseguir la reducción de peso prometida, tenemos que poner en peligro nuestra salud, aunque este peligro no sea del todo grave. El resultado final suele ser el temido efecto rebote: la recuperación de los kilos perdidos al abandonar la dieta Atkins por la convencional.