El desarrollo del cerebro es un proceso complejo, y sabemos que los estímulos durante la infancia pueden modular la maduración funcional del cerebro y determinar su integridad durante toda la vida. Los estudios en humanos y en animales han demostrado que los estímulos ambientales, como los hábitos de actividad física, parecen tener una influencia favorable sobre el desarrollo del cerebro. Las investigaciones en seres humanos, han demostrado una mejora en el rendimiento cognitivo en los hijos de mujeres que hacían ejercicio regularmente durante el embarazo y en personas que eran físicamente activos durante la infancia y la adolescencia. No sólo un embarazo activo es beneficioso para la madre, sino de forma íntegra lo es para el futuro hijo, así como un ejemplo más (por si no era ya suficiente) de la importancia de la educación física y la práctica de ejercicio en la niñez.
Por otro lado, algunos estudios han demostrado que el ejercicio puede mejorar el aprendizaje, la memoria y la plasticidad sináptica en personas de edad avanzada. En una población que envejece con el aumento de la incidencia de la demencia y el deterioro cognitivo, se necesitan estrategias para retrasar este deterioro relacionado con la enfermedad en adultos mayores. El ejercicio físico puede reducir ese deterioro en el rendimiento cognitivo atribuido al proceso normal de envejecimiento y proteger contra los cambios relacionados con las enfermedades neurodegenerativas tales como la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.
La evidencia de estudios en animales y humanos apoya el papel del ejercicio físico en la modificación metabólica, estructural y funcional del cerebro, y apoyan una relación neuroprotectora entre el ejercicio físico y el rendimiento cognitivo en adultos mayores.
Parece ser que los programas de ejercicio físico bien estructurados e individualizados son componentes son prometedores para preservar el rendimiento cognitivo en los adultos mayores. En cuanto a la dosis, hay cierta controversia entre la moderada y la alta intensidad. Algunos datos indican que el ejercicio moderado (es decir, 40% -60% ajustado Vo2max) y un volumen medio-alto, parece inducir mejores adaptaciones en cuanto a la mejora del rendimiento cognitivo y la función general de los adultos mayores, aunque hay que seguir investigando.
Estos datos sugieren que la participación en un programa de acondicionamiento físico aeróbico se puede considerar una alternativa sin medicamentos para mejorar la función cerebral. Así pues, podemos concluir que el mantenimiento de la plasticidad funcional de la corteza es esencial para un envejecimiento saludable y el ejercicio aeróbico puede ser una intervención conductual eficaz para promover la plasticidad funcional entre las personas mayores.
Sin embargo, aunque la mayor parte de literatura científica en este sentido se basa en el ejercicio aeróbico, recientemente se estudió si el ejercicio de fuerza también presentaba mejoras cognitivas y no sólo era algo atribuible al entrenamiento aeróbico. Este estudio tuvo como objetivo evaluar los efectos de diferentes tipos de ejercicio sobre la cognición. Ochenta participantes, 32 hombres y 48 mujeres, con edades 66,96 ± 11,73, se ofrecieron como voluntarios para este estudio. Todos los participantes fueron evaluados por sus funciones cognitivas previas y posteriores a la intervención, mediante diferentes pruebas neurocognitivas. Los resultados confirman que los diferentes tipos de intervenciones de ejercicio, tienen efectos únicos sobre la cognición. Según este estudio, el entrenamiento cardiovascular es eficaz en la mejora de las tareas de atención y análisis, mientras que el entrenamiento de fuerza es eficaz en la mejora de la praxis.
En mi opinión, sería interesante evaluar los efectos del entrenamiento concurrente (la combinación de los dos tipos de ejercicios) para determinar si sus respectivos efectos se complementan cuando se realiza en conjunto.
Otros estudios, también han confirmado la hipótesis de que el entrenamiento de fuerza mejora procesos cognitivos. Doce meses de entrenamiento de fuerza, dos veces por semana, produjeron beneficios de la función cognitiva ejecutiva de atención selectiva y la resolución de conflictos en mujeres mayores y que lo hace de una manera que complementa los efectos sobre la atención selectiva que previamente han sido atribuidos al ejercicio aeróbico en personas mayores. En cuanto a la intensidad, parece no haber diferencias pero hay que seguir investigando. Programas de ejercicio de fuerza de alta y moderada intensidad tuvieron efectos igualmente beneficiosos sobre el funcionamiento cognitivo según algunos estudios.
Aún hoy en día, es innegable que existe en la sociedad actual, cierta tendencia a asociar el estereotipo de persona musculada a un menor grado de inteligencia y con connotaciones negativas en cuanto a su capacidad cognitiva, aunque este hecho carece de fundamento científico. Y escribiendo esto me he acordado de Santiago Ramón y Cajal, médico especializado en histología y anátomo-patología microscópica y premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas, etc.
Pero sin duda, una de las características más personales de Ramón y Cajal era su afición por el entrenamiento de fuerza y el culturismo. Parece ser que esta afición empezó a practicarla, en su adolescencia, en un gimnasio de Zaragoza, plasmando sus amplios conocimientos científicos en ello, por lo que obtuvo un gran desarrollo físico, alcanzando unas proporciones musculares considerables para la época.
Quién sabe, quizás esta afición al entrenamiento de fuerza de Santiago Ramón y Cajal fue clave en su exitosa carrera como médico e investigador
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/
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