¿Qué tendrá el poder que tanto atrae a las personas? Es un virus que se contagia y entra en nuestros cuerpos como un veneno y que puede circular por nuestras venas destruyendo todas las supuestas bondades que consigue esa gran autoridad, pudiendo desviarnos del camino hacia la ansiada tranquilidad y felicidad propia y de quiénes nos rodean.
Ese fantástico poder puede ser tan malo, que incluso nos haga pensar que hemos triunfado en la vida después de apartar todo aquellos bienes que nos parecían obstáculos y que nos desviaban de la meta.
Este poder es como una enfermedad grave y contagiosa pero que genera mentira, orgullo, egoísmo, soberbia, rencor, venganza y ambición, confundiendo a todo aquel que se aprovecha de él, con ese falso triunfo y ese falso éxito, llevándole hacia una insatisfacción propia de un corazón vacío.
El poder no aporta valor alguno si no es para engrandecer a las personas, si no tiene un verdadero afán de servicio, si no aporta enseñanza y crecimiento, si está falto de ilusión, motivación y entusiasmo, si no es generoso, si no es atento, si no es amable, si no se detiene a escuchar a los demás, si se aparta de la bondad y del bien hacer o si deja de lado al corazón en sus acciones.
En una entrevista reciente que le hicieron a Rafael Nadal, reconociendo su fantástica trayectoria profesional, resumió sus triunfos con una sola y potente frase que debiera permanecer en cada uno de los despachos de políticos, empresarios y ejecutivos que ostentan el poder ante grandes, medianos y pequeños equipos: El éxito personal es mucho más potente que el éxito profesional.
¿De qué nos puede servir el éxito profesional, si fracasamos como personas?
Es una pena que actualmente haya tantos profesionales dotados de fantásticos dones, cualidades y capacidades, que fracasan cada día como personas ejerciendo su poder, priorizando el prestigio y el dinero, menospreciando el bienestar, la felicidad, la alegría, la ilusión y el entusiasmo de todo aquel que tienen por debajo o incluso a su lado.
Como decía antes, el poder no aporta valor si no es para engrandecer a las personas, porque solamente cuando se engrandece a las personas uno se engrandece.
Tal vez te estén ofreciendo ese puesto de dirección, ese puesto que te dará un gran poder, pero ten cuidado con esa droga que ponen ante tus ojos y plantéate algunas preguntas: ¿Cómo vas a utilizar ese poder? ¿Te va a cambiar? ¿Lo utilizarás para el bien común? ¿Podrás mantener mantener la moral, la ética y los valores humanos? ¿Afectará a tu vida familiar? ¿Será solo para ganar más dinero o será para mejorar y hacer crecer todo lo que tienes a tu alrededor incluyendo a la personas? Piénsalo bien porque si va a destruir todos tus principios no debieras aceptar. La enfermedad del poder, la droga del poder, se apropiará de ti y tu corazón morirá.
No puedes dejar que el veneno del poder mal utilizado inunde tu cuerpo. Cuando uno tiene poder, tiene el poder de poder hacer y resolver todo aquello que ha visto en su camino que iba contra la justicia, la ética, el respeto, el entusiasmo, la motivación, la ilusión, el conocimiento, el crecimiento
He conocido a personas que tenían mucho poder y que solamente hablando con ellas te dabas cuenta que ese triunfo y ese éxito era un engaño, porque habían fracasado como personas y que claramente se reflejaba en la amargura escondida de su satisfacción y falsa sonrisa.
He conocido a personas que tenían mucho poder y que sus acciones, sus palabras, su dedicación, su tiempo de escucha e interés por cada uno de los que integraban sus equipos, reflejaban claramente su éxito personal; éxito que era reconocido y aplaudido por todos, profesionalmente, socialmente y familiarmente.
Yo prefiero triunfar como persona. ¿Y tú?
El poder es como una droga que consume al que lo posee creando una fuerte adicción, que nubla la vista y los sentidos sin ver el daño que hace a su alrededor, dejando de importar lo verdaderamente importante. La euforia y el subidón que produce, aparta a las personas de su camino provocando desprecio y un cambio de concepto sobre lo bueno y lo malo, llegando a apartar incluso a la familia y a todo aquel que podría desintoxicarle.
La droga del poder es tan potente que el corazón deja de sentir.
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