Cuánto nos gusta el reconocimiento, la notoriedad, la relevancia... Vamos por el mundo llenos de vanidad, deseando ser admirados por todos para satisfacer nuestro ego, con esa admiración excesiva y exagerada hacia nosotros mismos, nuestros dones y capacidades, que nos lleva al más alto narcisismo, dejando uno de los verdaderos poderes que tenemos en nuestra mano pero que rara vez utilizamos.
Sí, hablo de la humildad, uno de los temas que comento en mi último libro: "Líder con licencia para mandar", y que en el mundo de la empresa se considera como un signo de debilidad.
Pocos conocen o quieren conocer el gran poder de la humildad, esa gran virtud del ser humano —contraria a la soberbia—, para reconocer las propias debilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas en las relaciones con los demás, poniendo lo mejor de uno mismo y sacando los mejores valores de quien tienes enfrente.
¿Te imaginas transmitir los mejores valores que tienes para aprovecharlos en tus relaciones con los demás?
El poder de la humildad, aporta lucidez, valor y fuerza, para detenerse a pensar y ver las cosas en toda su realidad, ayudándote a ver lo que es verdaderamente importante.
¿Te imaginas tener ese control, esa paz interior sin influencias externas, para actuar siempre según la mejor decisión?
“Si quieres llegar a ser grande, empieza siendo pequeño”. Este es el mensaje de Jesús, que no terminamos de entender o, —mejor dicho— que no queremos entender.
Un mensaje claro y fácil y que si te pones a pensar, seguro que lo has visto en multitud de personas que dan la vida por los demás (Santa Teresa de Calcuta), pero también en otras personas que se cruzan en tu vida y que con su sencillez, sus actos, su generosidad y su «pequeñez», demuestran que son GRANDES.
El poder de la humildad, te hace grande y no necesitas reconocimiento alguno. Decía Ernesto Sabato: “Para ser humilde, se necesita grandeza”. Esa grandeza del que elige hacerse pequeño, sencillo y prudente.
¿Te imaginas tener una fuerza para expresar siempre lo que eres, aceptando lo que otros son, callando tus virtudes y permitiendo a los demás descubrirlas?
Es cierto, es difícil porque puede descubrir tu vulnerabilidad, tus debilidades, tus puntos flacos y además, debiendo ser generoso para aceptar el poder, la grandeza, las cualidades e incluso los grandes defectos de los demás, actuando con prudencia.
El poder de la humildad, siempre abre las puertas que la prepotencia cierra; y las cierra de golpe, imprudentemente, y sin mirar quién hay detrás.
Aprender a ser pequeño, es el camino para ser grande.
El poder de la humildad demuestra valentía, fortaleza y confianza en uno mismo, engrandeciendo a las personas dotando de prudencia a la vista, a la escucha y a la palabra.
¿Y quién mejor que el humilde, para oír, ver y callar? ¿Y qué te engrandece más que engrandecer a los demás?
El poder de la humildad siempre te ayuda a poner los valores humanos por delante de cada decisión y acción, apartando intereses particulares y o personales.
¡Qué gran lección da el humilde al egoísta!
El poder de la humildad te permite entender el poder del silencio, dejándote pensar e interpretar los hechos y las circunstancias en toda su amplitud.
¡No hay nada más humilde que el ruido del silencio!
El poder de la humildad te ayuda a descubrir la grandeza de todo, apartando aquello negativo que lo oculta.
Solo la pequeñez, descubre la inmensidad.
El poder de la humildad es el mayor signo de sabiduría porque te descubre el arte de vivir y de saber conducirse en la vida. Los más sabios, son humildes.
El poder de la humildad te permite interpretar la música de la vida, deleitándote con cada una de las notas y sintiéndolas una a una en tu interior.
Porque en el concierto de la vida cada músico lee la partitura, acaricia humildemente su instrumento y escucha de cerca su melodía ,convirtiéndola en una gran sinfonía, mientras forma parte importante de la gran orquesta, tan solo con el poder de la humildad de cada nota musical.
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Muchas gracias.