Por este motivo, es necesaria la ayuda activa del psicólogo en todo el proceso de re-inserción. El “fenómeno de prisionización” conlleva que el sujeto esté apartado de la vida laboral cuando debería de formar parte de la población activa, entendido desde el punto de vista laboral, se origina una desvinculación con el empleo. Así, el hecho de pasar en prisión un tiempo determinado, conlleva que estas personas constituyan finalmente un grupo en riesgo de exclusión social. Debemos tener en cuenta, que durante esta estancia, los sujetos ven afectada su autoestima, su capacidad a la hora de iniciar procesos de toma de decisiones, dificultades para establecer relaciones sociales, a tomar la iniciativa en la realización de actividades, ya que estas vienen definidas por la Junta de Tratamiento que será la encargada de establecerlas según un plan individualizado de tratamiento para cada sujeto.
Y más se complica la inserción cuando se trata de jóvenes de entre 18 y 30 años que han pasado un periodo en prisión, ya que por el simple hecho de pertenecer a ese rango de edad, conforman un grupo en riesgo de exclusión social en sí mismo, impidiendo o limitando sus posibilidades de acceso y participación en las realidades económicas, sociales y culturales.
De ahí, surge la necesidad de articular medidas encaminadas a equiparar sus posibilidades a las del resto de la población. Esto requiere un periodo de transición a la vida en libertad, así como un proceso de aprendizaje de determinadas habilidades sociales como asertividad o empatía que se hayan podido ver afectadas por el ambiente restrictivo carcelario.Al salir de la prisión, se enfrentan a una nueva “condena social” que los etiqueta y que hacen aún más difícil la inserción a la vez que los efectos de la prisión pueden producir una pérdida de raíces y una ruptura en sus vidas. Las necesidades de integración social deben de ser abordadas antes de la necesidad de integración laboral, aunque estos dos niveles de integración social están interrelacionados y no pueden considerarse por separado.
La función del psicólogo junto con el orientador laboral: - Desarrollar habilidades sociales para favorecer la adaptación a la vida social.
- Integrar un sistema de normas sociales para el desenvolvimiento en la sociedad. - Favorecer el conocimiento de las propias posibilidades para obtener un empleo. - Proporcionar información básica sobre el mercado de trabajo, así como los nuevos lugares de empleo emergentes donde puedan tener cabida estos jóvenes. - Dar a conocer estrategias y herramientas que permitan enfrentarse al mercado laboral, como redactar el propio currículum vitae, una carta de presentación o la realización de una entrevista de trabajo. - Motivar a los sujetos para la búsqueda activa de empleo. - Potenciar los vínculos sociales. - Facilitar el acceso a recursos que se encuentren en la comunidad y que puedan facilitar su integración de manera personalizada. - Trabajar aspectos como la autoestima y superar inseguridades que puedan aparecer a lo largo del proceso. - Favorecer la autonomía personal en el proceso de toma de decisiones. - Crear estilos de vida saludables y positivos, así como hábitos de empleo, a través de trabajos de producción u ocupacionales, y facilitando también el acceso a cursos reglados o cursos formativos de otra índole. - Crear una infraestructura adecuada con diferentes agentes sociales como la propia Administración, ONGs, Organizaciones de empresarios, etc.
Como vemos, el psicólogo es un profesional que puede ayudar en diferentes ámbitos y momentos de la vida de una persona.
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