Para pensar y razonar, se parte de unas hipótesis, se establecen unos criterios, y se emite un juicio. Pero me parece que razonar con sentido común es una habilidad que está quedando en desuso, e incluso muchas veces, tengo la sensación de que está mal vista. Las personas acaban arrastrando multitud de prejuicios, sin criterio alguno, y fundamentados en hipótesis sin sentido. Ahí es cuando toma realidad la frase de Goebbels, y cuando me pregunto muchas veces si la responsabilidad es de los crean las tonterías o de los que las repiten.
Para conseguir anular el razonamiento y que se pueda manipular con éxito se puede usar el poder del grupo. Basta que juntes a varios ingenuos y les hagas creer una cosa. Rápidamente, se esparcirán a transmitir el juicio, y las nuevas incorporaciones ya ni se lo dudan. Se oyen continuamente, “es que lo dice Fulanito de tal”, “me han dicho que ha sido presentado por una prestigiosa Universidad que ha realizado un súper estudio”, “te lo juro, me lo ha dicho alguien de mi máxima confianza”. ¿Les resulta familiar? En muchos casos incluso se utilizan robots (o bots de Internet).
¿Alguien se ha parado a poner en duda algunas de las frases que escuchamos a diario y que parece que han salido de la boca del último premio Nobel? Me temo que no, ya que el poder del grupo consigue que la gente se ahorre la capacidad de razonar. No hay nada como mirar a estas cacatúas sin sentido y preguntarles por sus hipótesis de partida, para descubrir rápidamente la tontería que vienen defendiendo. Si leen un poco sobre tipos de creencias pnl, comprobarán que hay gente que lucha por defender sus creencias, aunque estén inútilmente infundadas.
Cómo funciona la manipulación con frases de confusión
Un cuento que siempre se comparte para indicar cómo funciona el poder de la manipulación:Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar los plátanos, los investigadores lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban a golpes. Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo.
El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido. Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con seguridad la respuesta sería: "No sé, las cosas siempre se han hecho así aquí..."!
¿Verdad que pasa? Ahora tienen la opción de continuar siendo una persona incompetente, o empezar a poner en duda algunas de las cosas que escuchan. Si hacen lo primero se vive con mucha comodidad, pero se deja uno de vivir algo que nos diferencia del resto de los animales: el pensar y razonar.
¿Me acompañan a pensar y razonar con sentido y empezar a trabajar por un mundo mejor? Vamos, que salgamos de ese neologismo que han inventado de la era de la posverdad (que es una forma mediocre de llamar a los que dicen mentiras) y empecemos a usar más el sentido común. Y si aún no se han convencido, no se pierdan el documental de "El Dilema de la Redes".
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Este contenido ha sido publicado por Pedro Amador en Pedro Amador