Tener frío cuando -como en este invierno- las temperaturas son muy bajas es lo más normal del mundo. Pero ¿qué pasa si alguien, por mucho que se abrigue, sigue sintiendo frío? ¿O si siente frío incluso cuando a ninguna de las personas que están a su alrededor le pasa lo mismo? Hay gente a la que le sucede. Las explicaciones posibles son muy variadas, y conviene ponerles atención para saber dónde puede estar el origen de esa peculiaridad.
Existen personas que son más frioleras por naturaleza y otras que toleran mucho mejor las temperaturas bajas. Un típico escenario en el que esto queda de manifiesto son las oficinas y otros espacios compartidos en los que suele resultar imposible un acuerdo unánime acerca de la temperatura adecuada para el aire acondicionado o la calefacción.
Hay factores genéticos que intervienen en este aspecto: cierta tolerancia al frío se transmite de padres a hijos. Pero también son claves algunas características corporales. La piel grasa ofrece una mayor protección contra las temperaturas externas, a la vez que ocasiona que la pérdida de calor interno sea menor. Por lo tanto, las personas de piel menos grasa (más seca) tienden a sufrir más el frío.
Además, los índices más elevados de grasa corporal y masa muscular también protegen del frío. Esto se debe a que, en esos casos, la tasa metabólica basal (la cantidad mínima de energía que una persona en resposo necesita para vivir) es mayor, lo que hace que se genere más calor.
Es por eso que las personas más delgadas y las mujeres tienden a ser más frioleras que las personas más robustas y los varones. Por supuesto, engordar para protegerse del frío no es una opción recomendable, pues los riesgos derivados del sobrepeso y la obesidad superan con mucho a los problemas de ser friolero.
Un estudio de 2015 comprobó que la tolerancia al frío por parte de las mujeres es más baja y otro, de 2018, que ellas "necesitan temblar como fuente de producción de calor antes que los hombres".
Sin embargo, los expertos coinciden en que eso se debe a que están más preparadas para afrontar temperaturas extremas: su organismo se "cierra" para proteger el calor interno, lo que hace que los termorreceptores de la piel envíen señales de frío al cerebro con mayor premura.
Por otra parte, también las variaciones hormonales -en particular las relacionadas con los estrógenos- que se producen durante el embarazo y la menopausia- pueden ejercer su influencia en este sentido, y provocar que la sensación de frío sea más frecuente en quienes están atravesando esas etapas.
Pero además de las características de cada persona, la sensación de frío puede estar relacionada con algún problema de salud. Entre los motivos más frecuentes se encuentran los procesos infecciosos que pueden generar fiebre, tales como catarros, gripe, neumonía o, desde luego, COVID-19.
Dado que la febrícula es un síntoma frecuente de la enfermedad responsable de la actual pandemia, conviene poner mucha atención a los posibles escalofríos, sobre todo cuando no se ha estado expuesto a bajas temperaturas externas.
Otro motivo por el cual una persona puede experimentar una sensación de frío persistente son los problemas en la alimentación. Una dieta pobre en nutrientes -en particular de vitamina B12, cuya escasez reduce la cantidad de glóbulos rojos y perjudica la correcta oxigenación del cuerpo- puede ser responsable de que alguien padezca una constante sensación de frío.
También las dietas hipocalóricas (en auge, pero poco recomendables) pueden tener este efecto, al igual que los procesos en que se pierde mucho peso de forma drástica. Pero detrás de la sensación de frío constante puede haber problemas de salud más serios, como los siguientes:
Problemas circulatorios.
Una mala circulación sanguínea tiene como consecuencia que la sangre no llegue en cantidad suficiente a todas las partes del cuerpo, en especial a las manos y los pies. Esto hace que su temperatura sea más baja y aparezca una sensación de frío que no se limita a las extremidades sino que abarca todo el cuerpo. ¿A qué se deben los problemas circulatorios? Los motivos pueden ser varios, desde una vida muy sedentaria hasta problemas como presión arterial alta y colesterol.
Anemia.
La anemia ocasiona que los glóbulos rojos no sean suficientes para transportar un nivel adecuado a todos los tejidos del cuerpo. Es decir, algo parecido a lo ya descripto en relación con la falta de vitamina B12, aunque esta enfermedad puede estar causada por diversos factores, como la escasez de otros nutrientes (hierro, folato) o la acción de otras enfermedades, como problemas renales, artritis reumatoide, cáncer, etc.
Síndrome de Raynaud.
Este problema está relacionado con la circulación: los vasos sanguíneos se contraen y la sangre que llega a los tejidos -sobre todo a los dedos, tanto de las manos como de los pies- es muy poca. En consecuencia, la persona sufre sensación de frío, sus dedos cambian de color e incluso llegan a doler. El síndrome de Raynaud puede ser primario (si no está asociado con ningún otro problema) o secundario (si es provocado por otra enfermedad), y se estima que afecta al 3-5 % de la población.
Hipotiroidismo, problemas renales, diabetes, enfermedades vasculares, etc.
También hay otras afecciones que pueden generar sensación de frío: problemas renales, diabetes, enfermedades vasculares o que afecten la coagulación de la sangre, hipotiroidismo, etc.
El consumo de ciertos fármacos.
Los betabloqueantes (utilizados sobre todo para tratar patologías cardiacas) y las benzodiacepinas (incluidas en muchos sedantes y ansiolíticos) en ocasiones producen el mismo efecto. Y también pueden tener sensación de frío personas con una mala salud general o que estén atravesando alguna enfermedad grave.
Dada la gran cantidad de factores que pueden provocar la sensación de frío, los expertos recomiendan diferentes prácticas para evitar o al menos no sufrir demasiado en esas situaciones. Una dieta que incluya las calorías necesarias es clave. En invierno, los caldos, legumbres, cereales, frutos secos, frutas e infusiones son de gran ayuda para mantener una buena temperatura corporal. Por otra parte, la práctica de actividad física moderada mejora la circulación, debido a lo cual es otra gran aliada para evitar la sensación de frío.
Por lo demás, el principal consejo es abrigarse de forma adecuada y evitar exponerse a ambientes muy fríos y a los cambios bruscos de temperatura, incluso aunque se trate de poco tiempo. Y, por supuesto, acudir al médico ante la sospecha de que "estar destemplado" con frecuencia pueda ser síntoma de alguna de las enfermedades mencionadas en este artículo o de otros problemas.
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Original:¿Es normal tener la sensación de frío constante en invierno?
Tags: bienestar