Es posible que tu hijo padezca dermatitis atópica. Aunque el aspecto de la piel puede asustarnos, es importante aclarar que no es una enfermedad contagiosa.
Con la llegada del otoño, el invierno, el frío, el uso de la calefacción y el contacto directo con tejidos de lana, aumentan las molestias de las personas que padecen dermatitis atópica. Los climas fríos y las ciudades contaminadas suponen un mayor riesgo de sufrir dermatitis atópica.
La dermatitis atópica o eccema atópico es una enfermedad de la piel que afecta al 5% de los adultos y hasta el 10-20% de los niños.
Entre las causas de la enfermedad se suponen factores hereditarios. Si los padres tienen dermatitis atópica, asma alérgica o rinoconjuntivitis alérgica, los niños tienen más riesgo de desarrollar esta enfermedad. Los climas fríos suponen un mayor riesgo de sufrir el eccema atópico. Los niños jamaicanos que se han criado en Londres, tienen el doble de probabilidad de sufrir dermatitis atópica que los niños de Jamaica.
Otros factores que pueden agravar los síntomas ya existentes son:
Los diferentes tipos de alergias: alimentarias, a los metales, a los ácaros, al polvo, al polen, a los detergentes, etc.
El estrés, la ansiedad.
El consumo del tabaco y alcohol.
El sudor excesivo.
Los síntomas dependen de la fase de la enfermedad. En la fase aguda los pacientes tienen manchas rojas con vesículas, más tarde se presentan manchas rojas con descamación y en la fase crónica el paciente tiene placas de piel engrosada con pliegues cutáneos marcados. Otros síntomas de la enfermedad son la piel muy seca, dermatitis en manos o pies, granitos ásperos en muslos o brazos, eccema del pezón, doble pliegue en párpado inferior, lesiones blancas en extremidades o cara, entre otros.
¿Cómo se desarrollan los síntomas de la dermatitis atópica?
Es un círculo vicioso. La piel atópica carece de los factores hidratantes naturales de la piel. La piel se reseca y pica y al rascarse, la barrera cutánea sufre un daño y las capas subyacentes quedan expuestas y resultan vulnerables a las infecciones. Las bacterias producen irritación, por lo que continua el picor.
Las manifestaciones más típicas de esta enfermedad son:
La dermatitis atópica del lactante: que suele empezar hacia los 5-6 meses de vida. La localización más habitual es en la cara, pero suele aparecer en el cuero cabelludo, las orejas, el dorso de las manos y las zonas de extensiones de las extremidades también. El prurito es un síntoma constante y muy molesto.
La dermatitis atópica infantil: aparece entre los 2 y los 7 años de edad. Las lesiones se sitúan en los codos y las rodillas. El prurito es intenso.
La dermatitis atópica en adultos: se produce en la nuca, el dorso de las manos y los pies, la cara de flexión de las muñecas y las zonas de extensión de las piernas. Por el rascamiento crónico, se observa un engrosamiento de la piel con aumento de su reticulado normal.
Tratamiento de la dermatitis atópica
El tratamiento de esta enfermedad incluye unos medicamentos orales para calmar el picor, reducir la inflamación o tratar las sobreinfecciones bacterianas. Los tratamientos locales o tópicos bajan la inflamación e hidratan la piel.
No se conoce ninguna cura para la dermatitis atópica, pero existen diversas medidas para su cuidado y para prolongar los periodos de interbrote. El cuidado diario personal es muy importante. Algunas recomendaciones a seguir son las siguientes:
Escribe un diario, anotando los factores desencadenantes de los brotes.
Lava la ropa nueva antes de utilizarla.
Limita la duración de los baños, toma duchas en vez de baños.
Evita las esponjas duras o cepillos de ducha.
Las ropas de algodón son las más recomendables, por ser suaves y cómodas.
Utiliza aceites de baño en vez de geles de baño o jabones.
Evita las ropas de lana por su textura rugosa y los tejidos que no transpiran, como por ejemplo el nylon.
Utiliza guantes de algodón por la noche para evitar el rascado mientras duermes.
Los alimentos ricos en vitamina A como la zanahoria, las acelgas, los berros, las coles de Bruselas, los plátanos, las manzanas, las ciruelas, la sandía, las espinacas, los espárragos, los mangos o las judías ayudan a conservar la piel en buen estado.
Los alimentos ricos en vitamina C, como la mayoría de las frutas y verduras, son poderosos antioxidantes que ayudan a prevenir o mejorar las enfermedades de la piel.
Los alimentos ricos en vitamina E son las grasas, que mejoran mucho el estado de la piel.
Los mariscos, el pescado, las nueces, el chocolate, el maíz, los cacahuetes, las fresas, los tomates, los cítricos, el trigo, la soja y los germinados pueden ser factores desencadenantes de esta enfermedad.
Los ácidos grasos de omega 6 procedentes del aceite de onagra suavizan y nutren la piel a la vez y reponen la barrera natural protectora.
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