Afirmaba Sigmund Freud que el sufrimiento formaba una parte de la cultura del humano, algo inherente que debíamos aceptar. El conductismo, por su lado, tampoco le dedicó demasiada atención; era poco más que una experiencia interna y, en consecuencia, no accesible desde una perspectiva científica. Ahora bien, esta visión cambió bastante merced a los trabajos de Viktor Frankl, quien a causa de su asoladora experiencia en los campos de concentración nazis adquirió una visión más extensa y profunda sobre el tema de la personalidad, aceptando que los test es una muy buena forma de adquirir el perfil de una persona.
Por consiguiente, el sufrimiento no es una dimensión sin forma; tiene raíces, tiene sentido y todos somos susceptibles de experimentarlo. Así, si hay algo que espera esta dimensión de nosotros es que nos movilicemos. Absolutamente nadie es inmune al dolor, mas tenemos recursos para manejarlo, para deambular por él y salir de dichas experiencias un tanto más fuertes, un tanto más sabios y hasta un tanto más listos para enfrentar la vida y sus contrariedades.
De qué forma se trata el sufrimiento, la necesidad de comprender la naturaleza del dolor
La manera de enfrentar el sufrimiento depende en gran medida de su origen. Sin embargo, algo que se sabe de primera mano desde el campo de la psicología clínica es que cualquier género de terapia tendrá como finalidad ese objetivo: calmar el sufrimiento y formar a la persona a fin de que maneje con mayor eficiencia y solvencia aquello que le llevó a terapia.
Algo de esta forma hace que asimismo podamos comprender la terapia psicológica prácticamente como una compañía ética. O sea, alén del campo científico, de los datos objetivos, de las técnicas estructuradas y las investigaciones, uno asimismo termina consciente de que hay algo más elevado.
Está ese propósito por proporcionar calma, por apagar temores, por ir alén del procedimiento para llegar esa parte sensible y herida de la persona, dejando que sane. En consecuencia, veamos qué dimensiones se procuran trabajar en terapia psicológica en el momento de abordar el dolor psicológico.
Admitir y comprender el sufrimiento
Un cuento nos narra de qué manera una mujer, desolada por la muerte de su hijo, decide llevarle el cuerpo al Príncipe Siddhartha. Rota de dolor aguardaba que pudiese calmar su pena y rememorar al pequeño. El príncipe le señaló entonces que cumpliría su deseo con una condición, mas para esto debía entregarle una semilla de mostaza proveniente de alguna familia del poblado que no hubiese conocido nunca el sufrimiento.La mujer entonces fue casa por casa aguardando que alguno de sus vecinos le pudiese dar esa semilla. No obstante, y para su desolación, absolutamente nadie lo hizo. No había ni una persona en todo el pueblo que no hubiese sufrido, que no hubiese vivido la contrariedad en piel propia. Fue entonces cuando comprendió que no le quedaba otra alternativa más que la evidente: hacer lo mismo que el resto de personas, admitir esa realidad, aceptar lo ocurrido y el dolor que ello acarreaba.
De qué manera se trata el sufrimiento en terapia psicológica pasa primero por hacer ver a quien el dolor es consubstancial a la vida. Hay que acotarlo, saber qué lo provoca, conocer sus raíces y después, comprender que existen recursos para manejarlo, mas no para borrarlo ni regresar el hace un tiempo.
Supervisar los pensamientos que avivan el dolor
El sufrimiento, así sea físico o bien psicológico, es el resultado de algún desequilibrio físico, orgánico, mental, sensible, etcétera Además, puede haber un origen claro o bien tal vez no, mas sea como fuere, hay un aspecto que queda siempre y en toda circunstancia en evidencia: nuestro pensamiento, el enfoque mental que adoptemos puede acentuar o bien calmar el sufrimiento.Algo de esta forma lo sabe, por servirnos de un ejemplo, el atleta que habitualmente se ve forzado a desempeñar su trabajo con ese dolor causado por una lesión. Con una conveniente preparación psicológica va a ser capaz de encarar ese partido, esa prueba o bien esa carrera con mayor aplomo y resistencia.
Por otro lado, algo que asimismo se tiene claro en terapia psicológica es que nuestras cogniciones acentúan el sufrimiento. Trastornos como la ansiedad y la depresión, se ven meridianamente alimentados por esos pensamientos pesimistas, por esas emociones donde la culpa, la saña, la tristeza y la desesperación aumentan de forma exponencial el dolor.
Mudar el alegato interno
El proceso de restauración del sufrimiento implica, primeramente, aceptar que ese proceso lleva tiempo; se trata de una minuciosa artesanía de reconstrucción interna. Muchas veces, hay que realizar una narración que podamos integrar en nuestra historia vital sin que actúe como lastre.Esto demanda mudar nuestro diálogo interno y aplicar técnicas como las que nos facilitan desde enfoques como la terapia de aceptación y compromiso. Hay que reducir los pensamientos con sabor a desesperación, debemos apagar el sentimiento de culpa, encauzar la sofocación, dejar que la saña fluya de forma adecuada… Y debemos asimismo, abrigar la tristeza a fin de que poquito a poco, sienta menos frío y pueda poquito a poco, convertirse en aceptación y voluntad por asomarse nuevamente al planeta.
Para terminar, si nos preguntamos de qué manera se trata el sufrimiento, cabe apuntar que no hay una única técnica, una fórmula que nos sirva a todos. Pese a que no haya solamente universal en el humano que el dolor en sus formas, cabe rememorar que estamos capacitados para encararlo, para subsistir a él y pasear nuevamente con mayor aplomo, solvencia y resistencia. Por lo tanto, no vacilemos en pedir ayuda cuando de esta forma lo precisemos.