La dieta inmunoestimulante es perfecta para ti. Ya que, al igual que otros sistemas biológicos principales, el sistema inmunológico funciona correctamente siempre y cuando se le proporcionen los nutrientes adecuados. Cuando el organismo se encuentra sometido a una serie de circunstancias, tan comunes hoy en día, como el estrés, el consumo excesivo de café y alcohol, así como la contaminación atmosférica, el tabaco y los metales pesados en el aire y en el agua, las necesidades nutricionales del sistema inmunitario aumentan de forma considerable.
La clave para que el sistema inmunológico funcione de forma correcta es tomar una alimentación tan variada y natural como sea posible. De ese modo, no sólo se le proporcionan al organismo los nutrientes que se sabe que son necesarios, sino también todos los que, aun siendo menos conocidos, se sospecha son beneficiosos.
Antioxidantes
Los nutrientes más importantes que ayudan al sistema inmunológico a combatir los virus y las bacterias son los antioxidantes, entre los que se encuentran los betacarotenos (la vitamina A), las vitaminas C y E, el selenio y el cinc. Los antioxidantes se encargan de neutralizar los radicales libres, generados por los leucocitos para combatir una infección, pero que, en exceso, provocan daños en las células que pueden conducir a enfermedades como el cáncer o la cardiopatía isquémica. El tabaco, la enfermedad o la exposición prolongada a la contaminación medioambiental y a la radiación solar son diferentes circunstancias que estimulan la formación de radicales libres.
La vitamina C es el antioxidante más conocido y realiza varias funciones inmunológicas. Destruye las bacterias y los virus y aumenta el nivel de inmunoglobulina (proteínas en la sangre que actúan como anticuerpos). Activa la producción de prostaglandina E, que a su vez incrementa el nivel de linfocitos-T, y de interferón, un agente antivírico natural. Contribuye a la gafocitosis, mecanismo por el que las células de la sangre o del sistema linfático destruyen los agentes patógenos.
La vitamina E es una vitamina liposoluble que se acumula en el tejido adiposo y se encarga de limitar el número de radicales libres. Se cree que protege al organismo de la contaminación y, además, ralentiza los procesos de aterosclerosis. Los betacarotenos son otra vitamina liposoluble que se encarga de reforzar las membranas celulares para que puedan repeler cualquier infección a la vez que activa la glándula del timo.
El selenio ayuda a los leucocitos para que reconozcan y destruyan los agentes patógenos, al tiempo que contribuye a la producción de anticuerpos. Abunda en los frutos secos, las semillas, el marisco y los cereales integrales. El cinc es fundamental para el timo y hace posible la producción rápida de nuevas células inmunológicas ante la presencia de un nuevo agente patógeno. Se encuentra, sobre todo, en la carne asada, el marisco, los huevos y las semillas.
Mantener un equilibrio
Los fabricantes de productos dietéticos afirman que los suplementos a base de antioxidantes aumentan la protección contra las infecciones y la cardiopatía isquémica. Pero un exceso puede ser contraproducente. Así, demasiada vitamina C puede estimular a las células para que produzcan más radicales libres. Por el contrario, si se toma durante una infección puede neutralizar los radicales libres producidos para matar a las bacterias. Asimismo, acidifica la orina, lo que favorece la formación de cálculos renales. A su vez, grandes dosis de vitamina E aumentan el riesgo de sufrir una hemorragia cerebral, mientras que un exceso de vitamina A puede acelerar el desarrollo de un cáncer de pulmón.
Una manera totalmente natural y segura de ingerir antioxidantes es comer gran variedad de frutas y verduras, muy ricas en bioflavonoides, unas sustancias de origen vegetal que actúan a modo de antioxidantes al estimular las defensas del organismo.