En las últimas décadas la investigación médica se está esforzando por conocer mejor las enfermedades que acosan a la tercera edad. Una de ellas, y que afecta a una proporción importante del colectivo de la tercera edad, es la demencia senil. Fundamentalmente afecta a la población anciana, dejando a quien la sufre sin la capacidad mental mínima para llevar una vida normal.
La demencia senil es la capacidad para razonar, memorizar, orientarse, comunicarse, pensar o tomar una simple decisión se va mermando poco a poco y sin remedio ni posibilidad de recuperar lo perdido. El mero hecho de envejecer hace que las células cerebrales vayan deteriorándose y que no solo la cognición se vea afectada, sino también el sentido del equilibrio y el estado físico.
Los síntomas de la demencia senil van apareciendo poco a poco y van empeorando con el tiempo. A medida que la demencia senil avanza, se hace más complicado recordar cualquier detalle por muy próximo que esté en el tiempo, no se mantiene una línea de pensamiento lógica y continuada, se pierde destreza en los movimientos y en el habla, y los esfínteres no se controlan igual. Al final, fruto de esta invalidez, la persona se va volviendo más retraída, tímida y nerviosa.
A menudo, fuera de los círculos médicos, suele confundirse y mezclarse lo que supone la demencia senil y el Alzheimer, pero hay que señalar que no son lo mismo. En cualquier caso, el afectado pierde su autonomía y se vuelve cada vez más dependiente, sin embargo, hay ciertas diferencias.
La demencia senil se trata más bien de un conjunto de síntomas y enfermedades con rasgos comunes que van incapacitando las facultades mentales, intelectuales, y por tanto físicas. Los profesionales distinguen varios tipos de demencia, entre los que se encuentra la de tipo Alzheimer, la más común de todas. Así pues, sería más bien un tipo o una enfermedad que desemboca en la demencia senil.
Los síntomas y el carácter crónico e irreversible son muy parecidos, pues ambas conllevan la degeneración de las neuronas. El Alzheimer en cambio puede aparecer a edades más tempranas con pequeñas pérdidas de memoria, y aunque la esperanza de vida desde el diagnóstico ronda los diez años, no provoca tanto deterioro físico como una demencia.
La realidad es que a ojos del inexperto ambas parecen lo mismo, y solo con las pruebas y el juicio de un neurólogo especialista se sabría con certeza ante cuál de las dos nos encontramos.
¿Conocías estas diferencias o confundías los dos problemas?
Texto de Pablo Girón
Fuentes: Botanical-online.com; Geriatricas.com; Salud.es y Demenciaydependencia.blogspost.com.es