Siempre me he sentido bien participando en iniciativas solidarias o haciendo acciones que hacen felices a otros o que entiendo que generan un bien común. Imagino que a todos nos pasa, en realidad, aunque unas personas seamos más dadas a este tipo de actividades que otras.
Yo soy de las que disfrutan más -como norma general- dando un regalo que recibiéndolo. Y de las que, sin darme cuenta, toma decisiones pensando en los demás casi más que en mí misma. Intento ser justa y equilibrar la balanza en mis decisiones, de forma que me beneficien, pero sin perjudicar -o perjudicando lo menos posible- a los demás. A veces, de hecho, salgo mal parada…
Lo hago sin querer, la verdad. Decido las cosas en función de que me sienta bien con mis decisiones. Y normalmente eso pasa cuando siento que estoy siendo justa. Lo curioso es que no suelo darme cuenta de ello hasta que alguien me lo dice.
Así que si me preguntasen “¿tú crees que uno es más feliz cuando da, cuando busca un bien común, cuando participa de algo que genera un beneficio en los demás?” Yo respondería que sí, sin dudar. Pero claro, no tengo argumentos para justificarlo más allá de mi opinión, de mi criterio.
O no lo tenía, más bien. Porque hace unas semanas vi un documental de Redes que hablaba sobre el potencial de dar para ser más felices. En la entrevista, Michael Norton afirmaba que “efectivamente podemos alcanzar una mayor felicidad pero si lo hacemos invirtiendo en los demás en lugar de en uno mismo.”
Los resultado de una investigación que llevaron a cabo concluyeron que las personas que invertían un dinero que se les daba en los demás afirmaban sentirse más felices que aquellos que gastaban el dinero en ellos mismos. Hay mecanismos en nuestro cerebro que se activan cuando damos, cuando hacemos felices a los demás, y el resultado es que nos hace sentir mejor también a nosotros.
Así que si queremos ser un poquito más felices, podemos empezar por hacer cosas que beneficien o aporten algo a los demás. Es fácil y funciona. Y no necesariamente tienen que relacionarse con dinero ni que suponer mucho tiempo. Se puede participar en algún proyecto social, pero también se puede ayudar a alguien que lo necesite a cargar con unas bolsas, o dar de comer a algún animal callejero, o simplemente, sonreír y agradecer al pagar la compra, al terminar las gestiones en una oficina o banco, o al salir de la consulta del médico. La persona al otro lado lo agradecerá. Y tú también.
Hay muchas formas. Muchos pequeños gestos que dan mucho a los demás. Y que además nos benefician. Así que, si dar nos hace más felices, ¿por qué no empezar hoy con alguna pequeña acción?
¿Cuál es la tuya?
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