El éxito emborracha y crea adicción. El aplauso y las felicitaciones hacen que la humildad se convierta en orgullo; un orgullo que te hace mirar desde arriba, olvidando lo que se ve desde abajo. El éxito le puede hacer a uno más tonto de lo que ha podido ser.
El éxito puede hacernos emprender un camino equivocado con una mirada miope y mezquina que nos lleve a pensar que la felicidad está en tener, acumular, dominar y ser importantes.
Sé de lo que os hablo. Mi pequeño y supuesto éxito me emborrachó de engreimiento y vanidad. Solo una gran colleja me devolvió a mi verdadero camino.
No nos damos cuenta de hasta dónde podemos llegar con todos esos dones o talentos recibidos, creyendo que el éxito solo está en el poder y en el dinero, y en ese escalón tan alto al cual podemos haber llegado. Y precisamente esos dones están ahí, pero para hacerlos rendir en todo allá donde estemos y con quien estemos, encontrando nuestro lugar en el mundo; ese lugar en el que puedan lucir y brillar nuestras cualidades y capacidades, siendo brillantes en cada momento.
Brillando como líder, iluminando al equipo y hacerles enamorarse con cada proyecto. Contagiando la alegría y la sonrisa con el bien hacer, con el bien escuchar, con el bien ayudar. Brillando en el servicio, en la entrega, en la generosidad.
Brillando en la familia, como padre, madre, hijo... no olvidando el papel que ocupa. Nunca se sabrá hacer equipo si no se sabe hacer familia.
Brillando en la sociedad, en la calle, en el deporte, en el supermercado... siendo un referente en nuestra forma de actuar con todo aquel que se crece en nuestro camino.
Siendo ese gran referente tanto en lo alto del escenario como en el patio de butacas y ante todos tus seguidores.
No podemos dejar que el éxito nos haga olvidar a los don nadie, a los invisibles, a los marginados, a los del primer escalón...; renunciando a su atención y escucha, a sus experiencias o a sus sabias palabras que se esconden en su interior.
No podemos olvidarnos del verdadero camino de la grandeza, porque el éxito está precisamente en la grandeza que se encuentra en el interior de cada persona.
No podemos olvidarnos de nuestros talentos y del éxito como persona, aunque eso no reciba los aplausos del mundo.
Porque el bien que no hayamos hecho se quedará sin hacer y el tiempo perdido no habrá tenido sentido.
En palabras de Ignacio Amorós Rodríguez-Fraile, licenciado en Administración y Dirección de Empresas por CUNEF, empresario, ex-consultor y ex-broker de derivados financieros; ahora sacerdote e incansable evangelizador a través de los medios digitales y el canal de YouTube "Se buscan rebeldes":
Ni el dinero, ni la fama, ni los placeres, pueden llenar el corazón del hombre. Descubrí que la economía es una ciencia que se dedica a distribuir los bienes escasos, y por tanto, es necesaria para el mundo. Pero la economía tiene que estar siempre unida a la ética porque debe tener como fin el bien del hombre y de todos los hombres. Descubrí que la economía sin ética no es economía, sino un simple deseo de enriquecimiento personal. Por eso, si eres un inconformista y quieres mejorar tu vida; si no tienes miedo a cambiar; si te interesa conocer historias inspiradoras; si crees que la vida es para amar y vivir apasionadamente; si necesitas abrirte a la esperanza; si vas a contracorriente; si eres un rebelde que quiere cambiar la historia, este libro es para ti. Bienvenido a La revolución de Dios.
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"