Todos necesitamos crear vínculos afectivos más allá de nuestras familias, de hecho, muchas de las personas que no han formado un hogar tradicional, sustituyen ese apoyo y ese cariño por el que les proporciona la amistad.
En general nos gusta la gente que se parece a nosotros, que disfruta con las mismas cosas, que tiene las mismas inquietudes y aficiones y con quien compartimos valores. Aunque también es verdad que a menudo nos sentimos atraídos por gente opuesta a nosotros, que nos complementa de alguna manera.
¿Cómo realizamos esa elección?
La mayoría de las veces, basándonos en experiencias anteriores, creamos categorías en las que clasificamos a la gente para decidir luego si nos gustan o no.
Sin embargo, confiar en aquello de que "la primera impresión es la que cuenta" a menudo nos induce a error, de manera que debemos aparcar los prejuicios.
Por otra parte, no podemos esperar tampoco que todas nuestras relaciones de amistad alcancen un mismo nivel de profundidad.
Debemos valorar qué es lo que nos aporta cada uno sin exigencias previas.
Porque si con algunos nos sentiremos más predispuestos a contar nuestras intimidades,
con otros simplemente estaremos a gusto "echándonos unas risas",
y eso ya es mucho ¿no os parece?
Por tanto, no debemos obcecarnos en la idea de que amigos son sólo aquellas personas con las que podemos compartirlo todo y en las que podemos confiar ciegamente.
UNA RELACIÓN
NO ES MÁS AUTÉNTICA
POR CONTAR INTERIORIDADES
SINO POR TENER
LA OPCIÓN
DE HACERLO
SI LO NECESITAMOS
De lo contrario, si lo creemos así,
entonces correremos el riesgo de sentirnos decepcionados
y ello, finalmente,
nos conducirá al aislamiento.
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