¿Qué es la ciencia? La ciencia, sobre todo, es un método de investigar, de organizar y de explicar las cosas. Es, sin lugar a dudas, lo que ha hecho avanzar al mundo en los dos últimos siglos de una forma antes no vista. ¿Qué es lo que hace que algo sea científico o no? Su método: el método científico.
Resumiendo lo esencial, consiste en lo siguiente:
1ª Etapa: Observación y planteamiento de un problema.
2ª Etapa: Formulación de hipótesis contrastables para explicar el problema.
3ª Etapa: Diseñar experimentos para confirmar o descartar las hipótesis, buscando relaciones entre ellas y controlando variables no medidas que puedan influir. Los resultados han de ser reproducibles.
Si no se confirman las hipótesis tras hacer los experimentos, se formulan unas nuevas y se vuelve a repetir la 3ª Etapa.
4ª Etapa: Se formulan Leyes y Teorías a partir de las hipótesis confirmadas.
Para que algo sea científico, ha de ser bajo ese método; todo lo que no siga ese método, no es científico. ¿Y qué es todo lo que no siga su método? Pseudociencia. La pseudociencia se basa en supuestos que no han pasado por la 3ª etapa del método científico antes descrito.
Así, cuando los escépticos dicen que el yoga, el taichi, el reiki, la medicina tradicional china, el ayurveda, la astrología, etc, son pseudociencias, no les falta razón; pues de hecho lo son. Ahora bien, hay algo que no dicen, y en su omisión hacen demagogia. Pseudociencia significa simplemente que no es científico, ya está; no tiene por qué ser malo o ser erróneo.
Hay muchas formas y métodos de llegar al conocimiento. También está la vía de la intuición, por ejemplo. Los métodos tradicionales de conocimiento utilizaban esta vía para llegar a ciertas revelaciones. No obstante, hay mucha falsedad en los métodos no científicos de hoy en día, y sí que es cierto que charlatanes abundan por doquier. Canalizaciones, curaciones milagrosas, revelaciones, visión remota, maestros iluminados... No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida...; a veces hay intereses económicos, chollos fáciles, delirios de grandeza, o simplemente:alucinación confundida con iluminación (aun hecha con buena intención).
El método científico es loable y seguro, y ante la duda, es mejor seguirlo. Si algo desafía el método científico, es posible que esté errado, pero también es posible que no; así que hay que ser siempre crítico y no desprestigiar nada por el mero hecho de que no lo entendamos (con nuestra mente del siglo XXI).
Vamos a ver un ejemplo, algo exagerado, de lo que no es ciencia:
Hipótesis: Si hacemos unos determinados ejercicios respiratorios y físicos durante varios meses, despertaremos la energía kundalini.
Experimentación y control de variables: El que lo ha dicho practica en su casa, sin ningún tipo de instrumental de medición, sin controlar variables no medidas que puedan influir en su percepción y sin aplicar el experimento a un numero significativo de personas, para que haya una cierta estadística y no un mero azar en el hecho de conseguir resultados aparentemente acordes con las hipótesis.
Conclusiones: El yoga despierta la kundalini, abre los chakras y limpia el mal karma. Se escriben artículos y libros. Se predica a los cuatro vientos.
Y luego vienen los escépticos, los que tienen un poco de sentido común, los que saben un poco de física, de anatomía y biología..., y nos despellejan vivos. ¡Y con razón! Meten a todos los profesores de yoga en el mismo saco y dicen, con razón, que el yoga es una pseudociencia, un timo, una patraña.
ESCÉPTICO: —Pero, ¿cómo has llegado a esas conclusiones? Si es que ni siquiera has definido los demás elementos de la ecuación. ¿Qué es la energía? ¿Qué es la kundalini? ¿Qué son los chakras? ¿Qué es el Karma?
PROFE DE YOGA: —Bueno... Los sabios antiguos que eran videntes, mediante la experimentación científica con sus cuerpos y sus mentes llegaron a esas conclusiones. Hay una larga tradición que asevera esto y es cierto. Yo cuando practico esos ejercicios siento un cosquilleo por la espalda y como fluye la energía... Oye, ¿pero tú meditas todos los días?
ESCÉPTICO: —No.
PROFE DE YOGA: —Entonces por eso no lo entiendes...
*Yo en este caso soy más escéptico que profe de yoga.
En fin, como decía San Ignacio de Loyola, para aquellos que creen, ninguna prueba es necesaria. Para aquellos que no creen, ninguna cantidad de pruebas es suficiente.
Esto es pseudociencia. No digo que no tengan razón los que dicen esto, yo no los voy a defender pero tampoco voy a decir que están equivocados... ¿Quién sabe? Yo cada día sé menos de casi todo... Cuanto más aprendo más dudas tengo.
Pues ejemplos como este hay miles. Por eso, cuando alguien nos cuenta una película, no hay nada mejor que preguntarle: ¿Cómo has llegado a esas conclusiones? Y no negar ni afirmar nada en un principio, sino investigar hasta que lo tengamos claro; y una vez claro, no va mal dejar siempre un ligero hueco a la duda.
También hay que tener en cuenta que la ciencia no es infalible, la ciencia se equivoca y mucho, pero eso tampoco es malo, pues cada error lleva a un futuro triunfo. La ciencia se mueve por paradigmas (modelos), y estos cambian con el tiempo, como se ha visto numerosas veces a lo largo de la historia, pero recalco: lo que distingue a la ciencia es su método.
Ante todo, pensamiento crítico, estudio, investigación, sentido común, mente abierta, duda... Y dejar algún hueco para la intuición, pero sin que se convierta en alucinación.
Ahora que hemos visto un poco por encima la ciencia, vamos a ahondar sobre la creencia.
Empezaremos con un ejemplo algo cómico sobre el peso que tiene la creencia en nuestros días, comparado con otras épocas.
Hace 3 siglos:
—¿Eres creyente?
—Por supuesto, la duda ofende.
—¿Tú?
—Yo..., creo que no.
—¡A la hoguera!
Época actual:
—¿Eres creyente?
—¿Creyente yo? Por favor, me considero una persona inteligente... ¿Por qué me lo preguntas? ¿No estarás intentando venderme una biblia o algo así, no?
Bien, vamos ahora a definir lo que es una creencia. Creer es dar algo por verdadero, ya sea una entidad, una cosa, un suceso, o un algo; esté o no en contraposición con la lógica, la razón o las evidencias evidentes. Con base a esto se puede generar un sistema de creencias, y constituir lo que comúnmente conocemos como una religión, con sus dogmas y postulados característicos.
Creer en algo es apostar en algo; creer que algo es cierto es apostar que algo es cierto, recuerda esto. Es como ir a un casino y apostar por el rojo en la ruleta, puede que ganes o puede que no, pero es una apuesta, no lo olvides.
Superstición es otorgar una explicación mágica o misteriosa a algo. Por ejemplo: Voy una tarde lluviosa a 180 km/h con mi coche. Me pego un trompazo bestial y me rompo 26 huesos. ¡Maldito Karma! ¡Me la tenía jurada! Ya en el hospital, tras meses de recuperación, la enfermera y yo nos enamoramos. ¡Ah, bendito Karma! Era el destino el que tenía previsto que tuviese aquel accidente, para así encontrarme con el amor de mi vida... Bien, esto es una superstición, hasta que se demuestre lo contrario.
No voy a hablar de supersticiones menores, tales como: no pasar por debajo de una escalera, un gato negro trae mala suerte, cruzar los dedos para que me toque la lotería o no vestir de amarillo; eso pertenece a la cultura popular.
Si os fijáis bien, la creencia y la superstición son algo que está fuera del pensamiento científico; son algo que el método científico no puede explicar. De hecho, a luces de lo racional, creencia y superstición son lo mismo, y si se le dan nombres diferentes es por cortesía, por no llamar supersticiosos a miles de millones de personas en el mundo.
Pero, ¿ser creyente es malo? No, ¿por qué iba a serlo? Otra cosa es que seas hipócrita, y que digas que no crees en nada cuando no es cierto, eso sí es malo. De hecho, creo que biológicamente, que genéticamente, el ser humano está diseñado para ser creyente y supersticioso. Seguro que si buscáis un poco en Internet encontráis estudios que digan que el ser humano es por naturaleza supersticioso, por tal o cual gen.
Tememos aquello que desconocemos, y por tal motivo, hemos de darle a las cosas una explicación, ya sea racional o irracional. Pongámonos en la piel de nuestros ancestros, cuando vivían en las cavernas en los albores de la humanidad, en los albores de la conciencia. ¿Qué pensarían sobre el mundo? ¿Cómo afrontarían su ignorancia respecto al medio? La mente tiene un mecanismo de defensa para esto: "Si no lo sé, me lo invento". No sé por qué se hace de noche cada día, pero creeré que es un dios el que se lleva su carro solar a otro lado hasta el día siguiente. No sé por qué llueve a veces, pero creeré que alguna divinidad porta o deporta la lluvia. No sé qué sucede cuando morimos, pero creeré, o querré creer, que hay algo más y que existe otro reino allende los sentidos físicos. No hay que irse tan lejos, hoy en día también tenemos una explicación para todo, absolutamente para todo, y al igual que nuestros remotos padres, si algo no lo sabemos, nos lo inventamos, o lo ponemos en boca de una tercera persona a la que le hemos dado autoridad simbólica, para así hallar verdades de segunda mano.
No es malo creer, en absoluto, la creencia nos relaja y nos libra de temor en algunos aspectos, y es positiva siempre y cuando no nos ciegue ni nos detenga en nuestro camino hacia la búsqueda de la verdad. No es malo ser creyente si uno es consciente de que es creyente. No es malo abrazar alguna creencia como hipótesis de trabajo en nuestro tránsito por la vida. De hecho, la ciencia también es creyente; creyente en que su método sea verdadero. Los ateos también son creyentes: creen en la no existencia de Dios. Todos creemos en algo. Si nos ponemos duros y racionalistas al cien por cien, sin creer en nada más que en proposiciones evidentes, nos damos cuenta de que casi nada es evidente y que casi todo conlleva cierta creencia. ¿La Tierra es redonda? Sí, dirás, hay evidencias, las fotografías que hacen los satélites. Pero para ello hemos de creer que esas fotografías son ciertas y no están trucadas y que las cámaras, al igual que nuestros ojos y órganos de visión, están adecuados a la dimensionalidad real de este universo fenoménico, y que lo que captamos sea verdadero y no solo una percepción subjetiva de una parte de un todo. Si nos ponemos duros, solo podemos llegar a una proposición evidente: que somos conscientes en este momento, que estamos vivos porque nos damos cuenta de que nos damos cuenta, aquí y ahora; nada más hay realmente cierto que esto.
Cabe decir también que está el factor tiempo, y que tal vez en un tiempo, una creencia se convierta en ciencia, o que una ciencia se convierta en creencia.
Yo personalmente me considero una persona racional y bastante devota del método científico, pero también creo en Dios y en un orden natural, así como en la reencarnación y en la inmortalidad del alma. No sé por qué, no puedo explicarlo, saltan chispas entre mi hemisferio izquierdo y mi hemisferio derecho del cerebro, pero así lo creo. También soy un poco pseudocientífico y charlatán a veces (antes que me lo digas tú ya me lo digo yo mismo), así como supersticioso con algunas cosas; de hecho, llevo colgado un azabache del cuello porque una vez me dijo un astrólogo que tenía a mi Plutón debilitado, y que esa piedra me ayudaría. Una parte de mí me dice que eso son tonterías sin base racional alguna, pero otra parte me dice: ¿por qué no?, ¿quién sabe?
Mi postura filosófica es similar a la de San Agustín de Hipona; creo que la ciencia y la creencia no son incompatibles. Este sabio filósofo decía Comprender para creer y creer para comprender. También decía, humildemente, que los designios divinos son inescrutables, que a veces pasan cosas que no entendemos, pero es muy posible, que para Dios tengan una explicación.
¿Y tú, tiendes a ser crédulo o incrédulo? ¿Sueles creerte de entrada todo lo que te dicen o todo lo que lees? ¿O tiendes por sistema a ser incrédulo con todo lo nuevo? El crédulo y el incrédulo se parecen mucho. Uno lo acepta todo y nada le cala por dentro; el otro lo rechaza todo y nada le llega dentro. Te propongo que seas crítico, que no te creas nada pero sin llegar a ser incrédulo. Investiga, contrasta información, bucea en tu interior, usa tu mente, llega a tus propias conclusiones, escucha a tu corazón, sé libre para aceptar nuevas creencias o para abandonar viejas creencias...
Aimar Rollán (Gopal)