Aunque el sol brille con menos intensidad que en verano, y pese a lo que mucha gente cree, eso no significa que podamos olvidarnos de la protección ocular. En los meses más fríos del año, el sol se sitúa más bajo en el cielo y a un ángulo diferente, lo que puede incrementar nuestra exposición a la radiación ultravioleta. Este riesgo resulta tan significativo en días grises como en días despejados. “Las consecuencias de esta radiación ultravioleta es que acelera la aparición de ciertos tipos de cataratas y de la degeneración macular asociada a la edad, dos de los problemas de salud ocular más frecuentes durante la madurez”, explica Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.
Así, aunque durante todo el año las gafas de sol son imprescindibles para una buena salud ocular, en invierno existen dos situaciones en las que lo son más que nunca: en la nieve y en los días secos.
Cómo protegerse en la nieve
Cuando subimos a la montaña, nos equipamos para protegernos de las inclemencias del tiempo, pero nuestros ojos también necesitan ese extra de protección:
Porque el reflejo del sol en la nieve es más brillante e intenso.
A gran altitud, la atmósfera es más delgada y filtra menos radiación ultravioleta.
El viento hace que los ojos se resequen, lo cual entorpece la visión.
En la alta montaña, las partículas en suspensión, así como los pequeños cristales de hielo, se pueden proyectar contra la córnea.
Si estamos esquiando, la velocidad y el viento nos impide ver con normalidad, obligando a cerrar los ojos constantemente.
Pasar un día en la nieve puede ser más dañino para nuestros ojos que disfrutar de una jornada en la playa. La razón es que la nieve refleja más del ochenta por ciento de la luz solar, incluida la radiación ultravioleta. Además, en el caso de desplazarse a la montaña, esta radiación aumenta un diez por ciento por cada mil metros que ascendemos. La mayoría de las personas que disfrutan en la nieve no es consciente de la cantidad de tiempo que permanece expuesta a este reflejo intenso de la luz del sol.
Un exceso de radiación ultravioleta eleva el riesgo de que nuestros ojos sufran una fotoqueratitis, que es una especie de quemadura de los tejidos sensibles del ojo. De hecho, una hora de exposición es suficiente para que se produzca una quemadura ocular.
Aunque la fotoqueratitis puede curarse con el tiempo, el mejor modo de salvaguardar nuestra salud ocular es el uso de una protección adecuada, utilizando gafas de sol homologadas que bloqueen la radiación ultravioleta.
Estas precauciones no resultan solo imprescindibles para la práctica de esquí y otros deportes de invierno, sino para realizar cualquier tipo de actividad en la nieve, como, por ejemplo, pasear. Las gafas para el esquí, que cubren tanto los ojos como la piel que los rodea, son una buena opción, ya que, además, evitan que la nieve y otras partículas entren en los ojos.
Cómo evitar la sequedad ocular
Pero el sol no es la única amenaza en esta época. Aunque muchas personas piensan que el invierno es la estación más húmeda del año por la mayor presencia de lluvia y nieve, hay jornadas en las que el aire puede llegar a ser muy seco. Ese ambiente frío y seco puede irritar los ojos, incluso en los climas más templados, algo que deben tener especialmente en cuenta los usuarios de lentes de contacto. De nuevo, este problema podría mitigarse con el uso de gafas de sol homologadas que resguarden nuestros ojos del viento y del frío seco.
Si el ambiente resulta poco agradable en el exterior, las calefacciones también suponen un problema en interiores, ya que tienden a disminuir la humedad del aire. Si bien es cierto que la mayoría de los casos de sequedad o irritación ocular por este motivo son leves, con frecuencia hace que nos frotemos los ojos, una costumbre desaconsejable por el riesgo de infecciones y lesiones oculares.
Martínez Moral recalca que “el problema ocular más común en el invierno es la sequedad, que se traduce en una sensación de quemazón o picor o de que un cuerpo extraño ha entrado en el ojo”. Los niveles de humedad se reducen mucho en casa o en la oficina con la calefacción encendida y las ventanas cerradas. Pasar mucho tiempo fuera en un día ventoso también contribuye a resecar los ojos.
Las personas que utilizan lentes de contacto tienen más probabilidades de padecer sequedad ocular en invierno. “Las lentes de contacto son como esponjas, explica Martínez Moral, cuando empiezan a secarse, pueden perder su forma y adherirse al globo ocular, lo que causa incomodidad y visión borrosa. Por eso es tan importante mantener una correcta lubricación de los ojos”.
Queda claro que las gafas de sol son nuestras aliadas, también en invierno, para evitar los efectos perjudiciales de los rayos ultravioletas. Pero para prevenir los problemas de sequedad ocular podemos adoptar los siguientes hábitos:
Ingerir más líquidos.
Parpadear con más frecuencia. Al concentrarse en una tarea visual compleja, como las que se realizan frente al ordenador, desciende el número de parpadeos por minuto, lo que puede exacerbar la sequedad.
Utilizar gafas para salir a la calle, ya que protegen los ojos del efecto secante del viento.
Usar humidificadores en casa y en el lugar de trabajo.
Consultar acerca del uso de lágrimas artificiales al óptico-optometrista.
Agradecimientos: Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.
Imágenes (por orden de aparición): CarbonNYC/Flickr, Sterling College/Flickr y rugbyxm/Flickr,