Estar solo es no tener compañía,
pero sentirse solo es no sentir sintonía afectiva con otras personas.
Estar solo de vez en cuando no es malo, incluso es necesario porque nos ayuda a relajar nuestra mente, a expandir nuestra creatividad. A ser más autónomos, a aprender a decidir y actuar sin el apoyo de los otros, a ver nuestro alrededor sin las interferencias de los demás.
El problema surge cuando sentimos que no hemos elegido estar solos, que nadie nos aprecia ni comprende. Sentir que no podemos contar con nadie que nos apoye cuando lo necesitemos. Porque entonces la soledad nos hace sentir insatisfacción y angustia, e incluso caer en la depresión o en cualquier forma de adicción.
¿Cómo surge el sentimiento de soledad?
La tendencia al aislamiento suele ser resultado de un mal aprendizaje de las habilidades sociales necesarias no sólo para comunicarnos con los demás, sino para establecer con ellos vínculos positivos.
Un ambiente sobreprotector en la infancia, por ejemplo, impedirá que los niños aprendan a relacionarse con los otros, hará que se sientan incómodos en compañía del resto de la gente, que se comporten con timidez y poca asertividad.
Rehuirán el contacto con los demás porque esto les genera ansiedad, y en el mejor de los casos elegirán estar solos, pero al mismo tiempo, en muchos otros casos estar solos tampoco les ayudará a sentirse relajados: se sentirán solos.
Sin embargo, la vivencia de la soledad depende de cada persona:
se puede ser solitario y no sentir esa angustia.
A los introvertidos, por ejemplo, les resulta difícil relacionarse porque simplemente no les gusta, eligen estar solos pero no necesariamente tienen por qué vivir su soledad como algo amenazante. De la misma manera, hay personas extrovertidas, muy sociables, con muchos amigos, que sí se sienten solas?
imágenes: www.adarvephotocollage.com, retoque fotográfico