“Cuando ves con claridad, no tienes que pensar. Cuando no ves claramente, pones en marcha el pensamiento. Y cuanto más pensamos, más ignorantes somos y más confusión creamos… El miedo es resistencia a lo desconocido” (Tulku Lobsang – Médico tibetano)
Vemos con claridad cuando observamos sin juzgar, cuando nuestra mirada está limpia de toda interpretación. En el momento que juzgamos o interpretamos, ya no vemos la realidad, sino el contenido de nuestro juicio. Es nuestra añadidura a la observación la que nos nubla la visión.
Cuando no vemos con claridad, nos ponemos a pensar porque no soportamos el no ver. Y no soportamos el no ver por dos razones. La primera, porque previamente no hemos observado. La segunda, porque no confiamos en la vida. No confiamos en que tooodo tiene un por qué y un para qué. Cuanto más pensamos, más ahondamos en esa desconfianza. Es como si dijéramos “yo ya sé…” “yo puedo con esto…” Sin darnos cuenta que la visión, que es en el fondo lo que buscamos, no se alcanza mediante el pensamiento, sino mediante la observación amorosa de las cosas y de nosotros mismos.
El miedo es resistencia a lo desconocido. Nos resistimos por esa misma desconfianza. Y desconfiamos porque nos sentimos separados de los demás y del resto de la naturaleza. Cuando desconfiamos, lo que en el fondo estamos haciendo es proteger lo que consideramos sagrado. Esto es, todo aquello que consideramos necesario para nuestro bienestar, para nuestra vida: éxito, aprobación, reconocimiento,… Sin darnos cuenta de que ya estamos vivos, de que ya estamos viviendo y de que en todo momento tenemos lo que necesitamos para ese instante. El miedo protege lo sagrado, el “tesoro” del ego. Y por protegerlo somos capaces de hasta no vivir, que es precisamente lo que hacemos.
Todo es vida y formamos parte de ella. Somos una parte de ese todo mucho mayor, donde todo se relaciona con todo. Al sentirnos separados del resto, desconfiamos porque creemos que el otro es distinto a mi. Pero en cambio, cuando nos sentimos en unidad con la vida… no hay resistencia a lo desconocido. No hay necesidad de proteger nada. La confianza en la vida es nuestro estado natural pues somos parte de ella. Por eso cuando desconfiamos sufrimos, porque nos encontramos en modo antinatura. Alejados de nuestra esencia, de nuestro SER.