Ambas formas de movimiento – Movimiento con Atención y movimiento automático – son importantes.
El automático, movimiento repetitivo, nos permite realizar de forma fiable diferentes funciones en nuestra vida diaria, como caminar, hablar, cocinar, manejar, y cierta comunicación con los demás. Sin embargo, cuando queremos o necesitamos aprender una nueva habilidad o mejorar una ya existente, la automática, repetitiva o movimiento mecánico no lo hará.
Las investigaciones muestran que el movimiento hecho automáticamente crea poca o ninguna conexión nueva en el cerebro. Lo que sí hace es reforzar o surcar aún más patrones existentes- incluyendo el patrón que queremos cambiar. Por otro lado, cuando la atención es traída al movimiento, el cerebro crea nuevas conexiones y posibilidades a una velocidad increíblemente rápida. Se estima que en esas ocasiones en el cerebro de un niño se forman ¡1.8 millones de nuevas conexiones por segundo! Entendiendo que esto puede ser un cambio de vida para ti y tu hijo.
La atención que el niño trae a su propio movimiento- sea físico, emocional, o cognitivo- es un ingrediente clave para nuevos aprendizajes y desarrollo, que expande vastamente la habilidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales, transformando lo que el niño es capaz de hacer, a veces de forma aparentemente milagrosa. Este factor de la atención – específicamente la atención de lo que sentimos al movernos- no es exclusiva de los niños con necesidades especiales. Es un instrumento para el aprendizaje y el perfeccionamiento de las habilidades para todos nosotros, desde el momento en que nacemos hasta el último día de nuestras vidas.
Si miras atentamente como se mueven los niños pequeños mientras comienzan a experimentarse a ellos mismos y al mundo que los rodea, notarás cuan profundamente se involucran y cuan atentos están. En esos momentos podemos ver el fenómeno del Movimiento con Atención desdoblándose ante nuestros ojos. Por ejemplo, un bebé de dos meses está acostado en su cuna mirando con infinita fascinación como su propia mano se mueve en el espacio.
Ahora piensa en un bebé de doce meses que ve un juguete en un sillón a unos metros de distancia, le da curiosidad, gatea hacia él, se eleva a sí mismo hasta la posición de parado, agarrándose del borde del sillón, luego alza su mano derecha para agarrar el juguete. Está muy lejos para alcanzarlo. Se para sobre la punta de sus pies pero aun así no alcanza el juguete. Luego dobla su rodilla derecha y levanta su pierna en un esfuerzo por trepar al sillón. Pero su rodilla pega con el frente del sillón porque no puede levantar su pierna lo suficientemente alto. Su atención se va del juguete, hacia él mismo, hacia su pierna. Para trepar y alcanzar el juguete ya no puede confiar en el movimiento que ya sabe hacer automáticamente. Trata nuevamente, pero esta vez trata de hacer algo diferente. Levanta su pierna derecha hacia un lado en un intento de llevarla hacia el asiento del sillón. Eso tampoco funciona. Vuelve a bajar su pierna, completamente enfocado en él mismo. Se toma unos segundos para digerir su experiencia reciente, luego levanta su pierna una vez más. Vuelve a doblar su rodilla derecha. Levantar su pierna hacia un lado se ha sentido incómodo. Esta vez arquea la parte baja de su espalda mucho más que antes. Este movimiento eleva más la pelvis y la pierna se siente más liviana, también, más fácil de levantar, y ahora la está levantando más alta. Siente que su rodilla se movió hasta pasar el borde del sillón hasta el asiento del mismo. Una vez que siente eso, pone presión en esa rodilla, simultáneamente planta sus codos, tira de sus brazos, y exitosamente trepa al sillón. En ese momento su atención cambia nuevamente hacia el juguete, que ahora puede alcanzar.
El momento en que algo que ya sabe hacer no funciona (en este caso no puede alcanzar el juguete), el pequeño niño tiene que prestar atención a sus movimientos y a lo que siente; sólo entonces su cerebro puede obtener la nueva información que requiere para descubrir como trepar al sillón. No podemos predecir todas las formas en que el cerebro del niño puede llegar a usar lo que está obteniendo durante ese proceso, pero sí sabemos que es esencial. Tal vez la información que el cerebro gana de esas experiencias al descubrir como alzar más alto una rodilla, lo suficiente para llegar al sillón, podrá ser usada más tarde para hacer equilibrio en una pierna, subir las escaleras, saltar, esquiar, o resolver problemas de física. Tal vez su cerebro aplicará la información que ha recibido de esta experiencia temprana, para desarrollar la destreza para tocar el piano, el violonchelo, o algún otro instrumento musical.
Es importante notar aquí que no estamos diciendo que el niño te preste atención a ti, un terapeuta, o maestro, sino de encontrar formas de ayudar a tu hijo a que realice la acción de darse cuenta y seguir las sensaciones y sentimientos que está experimentando mientras se mueve a sí mismo o es movido por ti – que es lo que llamaremos ATENCIONAR.
Traer la atención de tu hijo a sus movimientos y acciones de esta forma abre paso a posibilidades de aprendizaje y transformación que de otra forma no estaría disponible para su cerebro. Por eso es que es tan importante reconocer la vasta diferencia entre movimiento automático o mecánico y Movimiento con Atención. Por ejemplo, digamos que un niño tiene dificultades para agarrar objetos con sus manos. Lo podemos sentar en el piso con un camión, tomar su mano, poner su mano en el camión y mecánicamente mover su mano a través del movimiento de manejar el camión, creyendo que si lo hacemos el tiempo suficiente, él será capaz de hacerlo por él mismo. La mayoría de las ocasiones esto no funciona. Si el niño ya está cerca de ser capaz de hacerlo solo, tu asistencia podrá ayudarlo a aprender a hacerlo por él mismo. Sin embargo, sin la participación del niño y la atención cercana a las sensaciones de su cuerpo mientras se compromete en esta actividad, y si no se corrige a sí mismo en respuesta a lo que siente, como el niño subiendo al sillón, muy poco va a cambiar en su cerebro. Cuando el niño puede traer su atención a sus propios movimientos y sentir esas sensaciones, cambios significativos comenzarán a ocurrir de inmediato.
A veces la dificultad o habilidad de prestar atención, es en sí mismo la necesidad especial de tu hijo; otras veces la necesidad especial interfiere con su habilidad de moverse o moverse con atención. Lo que me he dado cuenta trabajando con miles de niños con necesidades especiales, y con sus padres, es que no sólo es imperativo el hecho que ayudemos a los niños a desarrollar su habilidad de prestar atención a ellos mismos y a lo que sienten mientras se mueven, sino que sin excepción, es posible para ellos desarrollar esta habilidad. Esto es donde tu comprensión del primer Elemento Esencial -Moverse con Atención- entra en juego.
La dedicación de los padres y la voluntad de pasar horas cada día, haciendo realizar a su hijo ejercicios repetitivos, tratando de ayudarlo a desarrollar movimientos o destrezas que actualmente le faltan, es emotivo e inspirador a la vez. Y es muy difícil si luego de meses de semejante trabajo el niño obtiene sólo resultados limitados. A través de los años he llegado a reconocer lo que puede estar deteniendo a los niños. Cuando los ejercicios son realizados mecánica y repetitivamente lo que se introduce en el cerebro del niño -lo que tu hijo está aprendiendo- es su experiencia actual.
El niño está aprendiendo eso que está sucediendo para él, no lo que hubiéramos querido que aprenda. Los patrones formados en su cerebro incluirán todo lo que experimenta al realizar los ejercicios -físicos o cognitivos- incluyendo patrones de no ser capaz de realizar el movimiento o habilidad, o de no poder hacerlo bien. Esto es lo que llamo aprendizaje de patrones de fracaso. Y lo que es muy fácil de pasar por alto, son los sentimientos del niño acerca del éxito o fracaso en ese proceso, que será también incorporado en esos patrones. Considera el ejemplo de un niño con parálisis cerebral que es incapaz de pararse por sí mismo. Cada vez que es ayudado a parase, sus rodillas se doblan, sus piernas se cruzan, y los músculos de sus piernas se contraen violentamente o se vuelven espásticas. Si ésta experiencia se repite una y otra vez en un intento de enseñarle como pararse, cada vez que incluso piense en pararse, su cerebro recreará el patrón que experimentó en su cuerpo. Está aprendiendo más acerca de no parase que de pararse.
A través del Movimiento con Atención- la profunda absorción del niño en los sentimientos y sensaciones de sus propios movimientos- su cerebro, con las millones de nuevas conexiones que están siendo formadas, toma oportunidades de crear nuevas soluciones y encontrar formas mejores de hacer lo que sea que esté aprendiendo. En lugar de intentar ponerlo en la posición de parado, déjalo en una posición en la que se sienta cómodo para que entonces pueda prestar atención a lo que está sintiendo. Esto puede ser sentado en su silla de ruedas, o incluso acostado de espalda. Luego enfocarse en un elemento de la totalidad del estar parado -por ejemplo, cuando está acostado sobre su espalda, suavemente levanta y dobla una de sus piernas y apoya la planta de su pie en el piso como si estuviera parado. Luego muy suavemente asístelo en deslizar su pie un poco hacia la izquierda y hacia la derecha. El punto es que esté enfocado en las sensaciones que está teniendo en la planta de sus pies. Si hacer esto es muy difícil para el niño, cambia tu acercamiento de esta forma: con sus piernas extendidas, toma un libro y colócalo debajo de una las plantas de sus pies, luego de a poco aumenta la presión y redúcela, dejando que vea cuando estás haciendo uno o lo otro. Luego pídele que empuje con un poco más de presión contra la tapa del libro. Haz que aumente y disminuya la presión. Podrás observar una reducción significativa en el tono del músculo de las piernas, lo cual hará más fácil para él moverlas.
Estos son sólo dos ejemplos de lo que puedes hacer para ayudar a tu hijo a traer su atencionar y a sentir sus propios movimientos.
Piensa en el Movimiento con Atención como una explosión virtual de actividad en el cerebro, pero una explosión que lleva a un asombrosamente alto nivel y orden complejo. En esos momentos, la cualidad de la información que el cerebro genera es muy alta, creando orden en el desorden.. En esos momentos un enorme campo de nuevas posibilidades se abre para tu hijo. A través de este proceso de aumentar la diferenciación puedes casi siempre contar con que habrá cambios para mejor. Los cambios pueden a veces sorprenderte porque no podemos saber por adelantado la solución específica que funcionará para tu hijo en cualquier momento. Verás, hay siempre más de una forma – y usualmente muy buenas grandes formas – de hacer lo mismo. Y, como se discutió en el ejemplo del niño y el sillón, las conexiones del cerebro creadas a través de una actividad pueden ser aplicadas de forma infinita, predecible o impredecible para desarrollar otras habilidades.
Ahora puedes estar preguntándote a ti mismo, ¿Cómo se vería el Movimiento con Atención en mi hijo? Y si esto puede ayudar a mi hijo, ¿qué puedo hacer como padre para emplearlo? La siguiente historia ayudará a ilustrar el despertar de la atención del niño, mostrando el resultado positivo, medible que se obtuvo en este niño en particular.
Fuente: CReA
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