"¿Cómo afrontar y rentabilizar una peripecia hospitalaria?"
Ya sabes que la vida a veces se presenta caprichosa y seguramente tú también habrás tenido que cambiar en alguna ocasión todos los planes, previamente organizados, para resolver un imprevisto. Yo no he olvidado que a finales de mayo, en la última entrada que publiqué y en la que te proponía preparar unas deliciosas milhojas de queso fresco con plátano y kiwi, me despedí diciendo que no sabía si volvería a la semana siguiente o, como muy tarde, la próxima. Y siento especialmente haber tenido estas semanas de ausencia, de la misma forma que lamento haberme levantado mala el día de mi cumpleaños; de no haber podido acudir como voluntaria a la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús que se celebró en el Cerro de los Ángeles; de no haber participado en la IV Carrera Nocturna de Aranjuez aún habiéndome inscrito; de no haber podido reencontrarme todavía con los buenos rocieros de la Hermandad de Torrejón de Ardoz; de no haber podido tocar la guitarra...
La lista anterior podría ser mucho más extensa pero mejor olvidarla. No me merece la pena seguir recordando todo lo que quise hacer y no pude (y a ti, seguramente, quizá tampoco te interese). Por eso voy a aprovechar mejor para contarte qué me ha pasado en este tiempo y qué he aprendido de todo ello.
El pasado marzo, aprovechando que era el mes de concienciación de la endometriosis, te hablé someramente de la enfermedad y te conté un poco mi caso (si te perdiste la publicación o quieres volver a leerla puedes encontrarla en este link). Y hoy, justo cuatro meses después, vengo a compartir contigo el desencuentro que nos hemos brindado. Te comentaba en su día que con endometriosis la vida es más un camino de rosales que de rosas y que una opción es aceptar esa desavenencia e intentar sobrellevarlo con el mejor ánimo posible. Yo siempre me esfuerzo para que sea así pero mentiría si hoy te digo que no me he sentido desgraciada en más de una ocasión durante este mes de junio. Nunca imaginé que mi última regla pudiera tenerme preparado tan sorprendente regalo. Me esperaba una menstruación dolorosa porque la anterior fue especialmente buena y eso me suele pasar; no me extrañó la fiebre porque también alguna vez mi amiga la de rojo se ha acompañado de alguna décima; asimismo vi normal que adelantara su visita ya que últimanente estoy anormalmente irregular pero... cuando cinco días después aquello iba a peor (aún habiendo visitado al médico de atención primaria y haberme tomado el antibiótico recetado para una posible infección de orina), decidí que era el momento de ir al hospital. ¿Resultado? Más de 20 días de ingreso y una anexectomía (extirpación de la trompa y el ovario) consecuencia de un absceso tuboovárico (bolsa de infección).
Todavía hoy no sé cómo pude verme así y, la verdad, aunque sigo teniendo la duda de si todo lo ocurrido ha sido consecuencia de la endometriosis o si ésta lo único que ha hecho ha sido empeorar las cosas, prefiero no seguir dando vueltas al asunto ni culparme por ello y quiero centrarme más en recuperarme y seguir disfrutando. ¿Y cómo lo voy a hacer? Pues manteniéndome activa y haciendo cosas que me gusten como, por ejemplo, compartir contigo mis experiencias por si te pueden resultar de alguna utilidad o por si te sirven para reflexionar.
Y ahora voy a ir al grano y a dejarte mis consejos para sobrellevar una estancia en el hospital. Sé que siempre es duro tener que pasar por un ingreso, sobre todo si no estaba previsto (como fue mi caso), pero he visto que resulta más llevadero de la siguiente manera:
Si lo tomas de forma optimista y con todo el buen humor que puedas. A mí siempre se me hacía el día más cuesta arriba cuando me venía abajo.
Si cada mañana, cuando te despiertas, piensas que es un día más allí pero, sobre todo, uno menos de los que te queden por pasar. Durante mi estancia he comprobado que es mejor restar que sumar aunque, eso sí, nunca especules con la posible fecha de alta porque si luego no llega la decepción es mayor. Lo mejor es pensar que te quedan X-1 días.
Si consigues encontrar alguna distracción. Valen un buen rato de lectura, un momento de recogimiento y oración, unos paseos por los pasillos, una conversación con tus familiares, la propia visita de las enfermeras y los médicos, una ducha, ver la tele, escuchar la radio, mirar por la ventana o, incluso, pensar qué quieres hacer cuando consigas el tan deseado informe de alta.
Si intentas sonreir (también vale falsamente). De esa forma dicen que consigues engañar a la mente y te sentirás más feliz. Y si tú pareces contento también la gente que esté a tu alrededor se alegrará.
Si eres agradecido. No te martirices porque te falta la salud, y dentro del hospital hasta la libertad, y piensa que, afortunadamente, tienes a tu disposición todo un equipo de médicos, enfermeras, profesionales, familiares y amigos velando por ti para que consigas recuperarte lo antes posible. Reconocer su labor y dar las gracias fortalecerá las relaciones. Y yo desde aquí aprovecho para reiterar mi sentimiento de gratitud con todos los compañeros de hospital, amigos y familiares que os habéis preocupado por mí; así como con todo el personal que me atendió (tanto en mi estancia en el Hospital del Tajo como en el Doce de Octubre) .
¡Gracias a todos por estar pendientes de mi, cuidarme tanto y tan bien!
Y como es difícil estar en el hospital, y con frecuencia se dice que de lo malo es cuando más se aprende, pues... precisamente por ese motivo no quiero ver mi estancia como algo tan negativo y sí aprovechar para sacar algunas conclusiones:
La vida es el regalo más bello que nos han hecho y a veces lo desaprovechamos lamentándonos demasiado por cosas que, quizá, no sean tan importantes como nos creemos. Deberíamos intentar quejarnos menos y disfrutar más de todo lo bueno que tenemos.
Ante una dificultad nunca digas que morirte sería lo mejor que te podría pasar porque la situación te puede cambiar en cuestión de un momento y después es posible que te pese. Yo me sentía en esa tesitura dos días antes de ingresar y, ante la enfermedad, llegué a tener miedo y únicamente supe renegar de lo que había dicho y suplicar para que todo fuera bien.
Que los acontecimientos no transcurran como nos gustaría no significa que esa no sea la forma en la que tienen que ocurrir. Seguro que es así por algo y debemos mantener la calma.
Podremos hablar mucho de la paciencia y de ser pacientes pero si de verdad queremos conseguir esa capacidad te aseguro que mi aventura hospitalaria ha sido un buen entrenamiento.
No debemos preocuparnos tanto por el tamaño de los baches que encontramos en el camino, lo importante es que una vez superados podemos seguir andando para algún día llegar al final.
Así que, por todo ello, y hasta que vuelva con una receta, voy a darte un buen consejo y terminar como la última vez....
¡Vive con alegría!