Es un masaje suave y armónico, que combina movimientos largos, circulares y envolventes, incorporando estiramientos y balanceos que integran la totalidad del ser, con las cualidades sanadoras del tacto. Es beneficioso para liberar el estrés y la tensión física generada por procesos psicosomáticos. También aumenta la sensibilidad y la consciencia cuerpo-mente, abriendo el espacio vital a una dimensión pletórica de paz y de bienestar
El tacto es una necesidad primordial. Cuando éramos bebés y llorábamos, a menudo era por la simple necesidad de ser acurrucados entre los brazos y el cuerpo de nuestra madre o nuestro padre, encontrando en ellos la protección, el calor y la ternura que permitía redescubrir que no estábamos solos en el mundo.
Sin embargo, estamos solos y muchas veces nos sentimos como islas en el mar del desamparo interior, incluso estando acompañados, podemos sentir la soledad a dos. Buscar parece ser la consigna y nos arrojamos, desesperadamente a tientas o a ciegas, en pos de lo que sin darnos cuenta tenemos en las manos. Si pretendemos mitigar la soledad haciendo un sinnúmero de cosas es fácil que a la postre aumenten el desaliento y la frustración.
Con frecuencia sentimos que nos falta algo, estamos insatisfechos, nos aterra la soledad en la aridez de la piel y nos da miedo no ser aceptados. Creamos entonces mecanismos de defensas, corazas que nos conducen al aislamiento y a la enfermedad. Intentamos por todos los medios y con los artilugios apropiados alcanzar y mantener una imagen que poco o nada tiene que ver con nuestro auténtico ser.
Todo esto puede generar desconcierto, un desconsuelo profundo que nos hace reflexionar y preguntarnos, ¿qué me pasa?, ¿por qué siento lo que siento y no sé qué es? La respuesta es sencilla y contundente: nos falta soporte, protección, cariño, afecto, calor, seguridad y comprensión. Aunque lo neguemos, esta es una necesidad que atañe a todos los seres vivos.
¿Recuerdas el último abrazo que viviste, que sentiste en las entrañas? No hablamos del estereotipado abrazo de negocios o encuentros sociales, sino del abrazo que se dan a veces los padres, los abuelos y los hijos, del abrazo en pareja o con un buen amigo. Abrazos sin egos, que no se piensan y que todos guardamos en el pecho. Que se dan y se reciben con un estremecimiento, sin otro deseo que sentir y hacer sentir que estamos presentes, ahuyentando el miedo, el dolor y la desolación
¿ Necesitamos el contacto ?
También las caricias –suaves, largas, eternamente delicadas–, los golpes, los apretones y los pellizcos, nos permiten sentir y hacernos sentir, relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. El ser humano busca comunicar con sus manos lo que las palabras no pueden.
A esta búsqueda infatigable del ser humano por sedar la angustia y frenar las diferentes presiones físicas, psicológicas y emocionales, se une un intento por curarse de las enfermedades psicosomáticas y hallar reposo, sosiego y paz.
El Instituto Esalen, fundado en 1962 en California por Michael Murphy y Richard Price, fue el crisol donde nacieron o cobraron fuerza muchas de las terapias actuales que integran el cuerpo y la mente. En sus años dorados en él coincidieron Fritz Perls (creador de la psicología Gestalt), Ida Rolf (rolfing), Alexander Lowen (análisis bioenergético), Abraham Maslow y Carl Rogers (psicología humanista y Jacob Levy Moreno (psicodrama), entre otros.
Ese ya mítico lugar, ubicado en la espectacular Costa Oeste de Estados Unidos, en el Big Sur de California, abierto a un océano inmenso y resguardado por profundos bosques, sirvió como laboratorio de ensayo para ideas y técnicas dedicadas a explorar capacidades humanas latentes. En una civilización entregada a la mente, los investigadores concedieron primacía a la experiencia sobre el análisis intelectual.
El masaje californiano psico-sensitivo fue una más entre aquellas terapias que nos reconcilian con la parte más olvidada de nosotros. Es una técnica que integra la totalidad del cuerpo con largos, suaves y profundos toques envolventes, que se nutre de la unión de sabidurías y técnicas de otras culturas, y a partir de esas hebras teje nuevos conceptos con la energía interior y el trabajo corporal.
Bernard Gunther y Molly Day, dos psicólogos que trabajaban en el Instituto Esalen, introdujeron esa manera de expresar el tacto, buscando disminuir la acción de la palabra y estimular la toma de conciencia corporal. Crearon así un método para liberar las tensiones y fijar la atención en los diferentes componentes del cuerpo, explorar las sensaciones y desarrollar la percepción. El objetivo final era conseguir habitar el cuerpo y vivir el momento presente con gozo y plenitud.
¿Qué tiene de especial el Masaje Californiano?
El masaje californiano psico-sensitivo se diferencia de otras formas de masajes más conocidas, que buscan liberar el dolor y la tensión desde un punto de vista físico, concentrándose en la parte corporal afectada y desbloqueando la musculatura con movimientos técnicos. En cambio, el masaje californiano psico-sensitivo, trabaja desde una visión global para aliviar el dolor de las zonas afectadas, ya que su enfoque se sitúa en el aspecto psicofísico y emocional de la persona, en su existencia y esencia. Este masaje integra el esquema corporal con movimientos expansivos y globales, insiste en la noción fundamental de la calidad de contacto y, sobre todo, trata el cuerpo como una unidad de energía en constante movimiento.
Este masaje es euforizante, tanto del cuerpo como de la mente, y favorece una relajación profunda y placentera. La erotización difusa de la piel, generada por la salida de la tensión que se reprime consciente o inconscientemente, lo hace posible. Este masaje incide de forma eficaz sobre el sistema parasimpático, estimulando la liberación de la acetilcolina, que es el neurotransmisor de todas las terminaciones nerviosas del sistema nervioso vegetativo. Por ello este masaje ayuda a neutralizar los devastadores efectos del estrés fisiológico y emocional.
El sistema nervioso vegetativo regula los estados de calma, reposo y de la apertura de sentimientos positivos. Todo esto sucede en parte gracias a la secreción de endorfinas, hormonas que actúan como una especie de morfina y alientan esa atmósfera de calidez, ternura y protección que podemos sentir en circunstancias íntimas. Las endorfinas nos animan a aproximarnos a los demás, ofrecerles apoyo y bienestar.
Un masaje profesional en expansión
El masaje californiano psico-sensitivo está alcanzando cada día más difusión, quizá porque colma un vacío que sienten muchas personas desde hace tiempo. Tenemos una innegable necesidad de tocar y ser tocados adecuadamente. Este masaje es un hermoso recurso no verbal de eufonía táctil, que nos revela la sensibilidad entumecida, bajo las múltiples capas que nos niegan el cuerpo y los sentidos. La necesidad de ser entendidos como seres humanos y ser tocados con un tacto cálido, armónico y envolvente, hacen del masaje californiano psico-sensitivo un instrumento favorable para liberarnos del estrés físico y mental, al tiempo que aumenta la percepción sensorial y nuestro espacio vital se abre a una dimensión pletórica de paz y serenidad.
Una experiencia integradora
El masaje californiano psico-sensitivo es una vivencia que nos integra con el todo, en una especie de sentimiento oceánico, inmenso, donde se extinguen las propias pretensiones. Nos abandonamos y el ropaje de las resistencias cae por su propio peso. Esta experiencia alcanza la otra orilla de las palabras y nos introduce en una consciencia cósmica que rompe los ángulos de nuestra naturaleza humana, armonizando el cuerpo con la mente y el espíritu. Sentimos que el cuerpo se aligera, se destensa, las corazas musculares se desvanecen y los pensamientos ya no luchan, sino que fluyen, reconociendo palmo a palmo, en la piel, lo más profundo. Nos entregamos como niños al maravilloso momento y, aunque surjan oscuros sentimientos, incluso éstos se loe lleva el viento, como hojas que caen de los árboles: la soledad, el dolor, el cansancio, los miedos y la angustia desaparecen...
Nos relajamos bajo las manos afectuosas, que contornean como agua tibia nuestro cuerpo y marcan de luz los espacios oscuros de nuestra sombra. Percibimos un resplandeciente calor interior que nos alimenta en una apacible liviandad íntima, acaso un recuerdo de nuestra vida intrauterina.
Es una sensación poderosa, en la que no existe más que la luminosidad y la sublime ingravidez. Uno se encuentra en una disposición de felicidad serena, de gozo interior, en un delicado y suave mundo, que nos permite percibir que formamos parte de un todo. Este sentimiento nos invade, nos posee, nos colma y nos hace sentir reconocidos, desde lo más profundo de nuestro ser, en las manos que nos tocan conscientemente.