¿Sufres por ello?
¿Tu rigidez te limita en tu día a día?
¿No aceptas sugerencias ni críticas?
¿Intentas tenerlo todo bajo control?
¿Vives de forma catastrófica tus errores?
Sí has contestado que sí a más de 3, ¡sigue leyendo!
Te aseguro que si respondes en una entrevista de trabajo que tu mayor defecto es tu extremo perfeccionismo, les gustarás. Pero de puertas hacia dentro, el precio que tienes que pagar por ello es demasiado elevado…
¿Qué esconde el don perfecto?
Para hacerlo mal, no lo hago
¿Sabías que las tan comunes palabras bien y mal tienen infinitas lecturas y significados?
Responde a esta pregunta: ¿Qué es para ti hacer algo mal?
Seguro que si tienes esa forma de pensar tan rígida, hay multitud de actividades que dejarás de hacer por prever que no las harás bien o vivirás con angustia esa experiencia por sentir que lo estás haciendo mal.
Pongamos un ejemplo… Quizás te apetezca apuntarte a clases de baile, sin ser necesario que acudas rigurosamente todos los jueves, practiques en casa, pases de nivel trimestre tras trimestre y acabes presentándote a campeonatos. Puede que simplemente te divierta y relaje hacer tus pinitos, aunque te saltes las clases los días de frío y lluvia. Date permiso.
Nunca es suficiente
Vives con la falsa ilusión de que cuando alcances aquello que tanto anhelas, estarás satisfecho: perder esos kilos de más, someterte a esa operación de estética, encontrar pareja, poseer un trabajo que te llene… Pero lamento comunicarte, querido perfeccionista, que si no cambias tu manera de ver el mundo, al objetivo que tanto ansias le seguirán infinitos más. ¡La perfección es insaciable!
Tu dificultad no reside en aquel ámbito que te empeñas en mejorar, sino en tu necesidad de perfección.
Sí, pero…
Los demás te muestran su sorpresa cuando les hablas de tu actual trabajo, de tus proyectos o de tu nuevo novio. Pero en tus respuestas siempre te acompaña el dichoso pero.
La típica frase de La perfección no existe es muy cierta. Recuerda que el concepto de perfecto es totalmente subjetivo. Aunque para los demás tu situación sea estupenda, no implica que para ti lo sea.
Responde: ¿Cuándo algo será perfecto?
Probablemente cuando asumas que jamás lo será pero que aún así, ¡para ti sí que lo sea!
Tengo que…
No hay peor enemigo que tú mismo. Te sientes irascible, ansioso y tenso pero en realidad lo que te ocurre es que estás harto de ti.
El tengo que… y el debo… no son más que imposiciones que provienen de ti mismo fruto de tu afán por ceñirte a algo que no existe, la perfección. Substituye esas frases automáticas que tu boca reproduce constantemente por quiero… o elijo. ¡Sólo con este pequeño cambio te darás cuenta de que la norma estricta la dictas tú!
No puede salirme mal…
El papel del perfecto no es para nada fácil. Desde hace muchos años, todos los que te rodean y tu mismo habéis decidido que tu rol consiste en hacer siempre las cosas de forma correcta. Injustamente, el que a menudo hace las cosas mal o a medias, el día que las hace bien, es aplaudido. Pero tu posición es inversa: tu brillante trayectoria hace que cualquier manchita se convierta en un manchurrón.
Puede que ese papel te lo hayan asignado o que te lo hayas adjudicado tu mismo, pero te aseguro que sea como sea, puedes desprenderte de él.
Empieza a cambiar el guión de tu película. ¡Tienes todo el derecho a deshonrar tu historial!
Si me equivoco pensarán que…
Si la manera en que te sientes aceptado y reconocido es haciéndolo todo bien, entiendo que sea tan duro para ti recibir críticas, por muy constructivas que sean.
Conectarán directamente con una gran frustración y serias dudas sobre tu validez personal.
Al igual que tú aceptas a los demás aunque se equivoquen, los demás también podrán hacerlo contigo. Recuerda, el problema no reside en los demás sino en lo que tú piensas de ti mismo cuando algo te sale mal.
Tiene que estar todo bajo control
Intentar controlar algo al milímetro es lo mismo que pretender retener el agua entre tus manos.
La necesidad de control nace de tu propia inseguridad. Para combatirla, has ideado una falsa ilusión: si lo tengo controlado, me sentiré seguro y habrá más probabilidades de éxito.
Por el contrario, la seguridad implica ser capaz de vivir en terreno descontrolado. Contra más intentes controlarlo, más inseguro te sentirás al ver que, a pesar de tus esfuerzos, algo puede torcerse. Asúmelo, te aseguro que se sufre más en el intento de control que en la vida descontrolada.
¡ÁNIMO!
Sandra Ferrer
Psicóloga
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