El sábado ya fue otra cosa. Tenía agujetas hasta en el carnet de identidad. Me dolían músculos que no sabía que tenía, pero había que seguir con lo propuesto. ¡Ni un cigarrillo y a moverse!.
Al ser fin de semana pensé que tenía mucho más tiempo para caminar a marcha rápida y me puse a ello. Me fuí a subir monte durante dos horas. Yo misma no me lo creía. Me sentía orgullosa...
pero llegó la noche y salimos mi marido y yo a tomar unas tapas y después una copita. Se me iban los ojos detrás del cigarrillo que mi marido se encendía. ¡No podía resistirlo!. Un güisquito y sin un cigarro... ¡¡¡Imposible!!!.
Al final me fui directa al paquete de cigarros y cogí uno. Cuando lo encendí, me supo a gloria bendita. Llevaba 24 horas sin fumar, y no pude superar la prueba de fuego.
Inmediatamente me arrepentí, pero ya estaba hecho. El domingo tenía que castigar más a mi cuerpo.