La princesa rusa XI

                                     La búsqueda

  

 Poco más tarde, los dos colombianos abandonaban el piso dejando los tres cadáveres dentro. Bajaron al portal y salieron sigilosamente.

 Fredo tenía claro que debían de comenzar la búsqueda de la p... rusa sin ninguna pérdida de tiempo; el pistolero calculó, que si el ruso se había escapado de madrugada y en las condiciones tan pésimas en las que se encontraba, debía de haber tardado un buen rato en recorrer la distancia que separaba el piso donde tenían el cuartel general los mafiosos de Glaskov y donde ellos les habían acorralado, hasta la calle Estrella. Quizá hubiese llegado ya entrada la mañana y dadas las condiciones en las que se encontraba el cadáver, era muy probable que hubiese sido así, por lo qué la joven ya hacía rato que estaría enterada de que alguien la perseguía y ya llevaría alguna hora, como mínimo, huyendo. Demasiado. Si no era tonta, en todo ese tiempo ya podría estar muy lejos de allí.

 Caminaron durante un buen rato por las calles de Madrid hasta que se alejaron lo suficiente de la calle Estrella y entraron en un bar donde tomaron dos cervezas frías. Sin tiempo para apurarlas, Fredo entregó la foto de Sofía a Daniel y le dio la orden para que pusiese en marcha el dispositivo de búsqueda. Daniel sabía perfectamente lo que tenía que hacer, dejó su jarra de cerveza sobre la barra y salió a la calle.

 Fredo tenía gran confianza en su joven compatriota, ahora solo era un joven sicario con la mano suficientemente fría como para poder disparar muy certeramente sobre cualquier cosa que interrumpiese su camino, pero seguro que pronto, si la muerte no decidía llevarle con ella, podría seleccionar a sus víctimas y ganar mucho dinero. Pronto podría convertirse en un autentico pistolero, en un autentico asesino a sueldo.

 Daniel, a sus veintitrés años, llevaba afincado ya un tiempo en Madrid, desde que Fredo descubriese sus excelentes cualidades en la lejana Colombia y decidiese llevarle como colaborador a España. Siempre estaba dispuesto a servir a Fredo, al que rendía plena pleitesía. En menos de una hora, el joven sicario, se encargaría de que la descripción de la putita volase entre el grupo de jóvenes colombianos y de otros países que tenía bajo su control.

 Cabía la posibilidad de que la chica estuviese desorientada y perdida, por lo que el dispositivo de Daniel tenía bastantes posibilidades de éxito.

 Fredo estaba casi seguro de que el grupo de Daniel sería suficiente para dar con los huesos de la putita y no tener que utilizar otros contactos, que aunque más poderosos, también podrían suponer un riesgo para su integridad física y profesional.

 Terminó su cerveza y salió del bar. No quería perder ni un solo segundo, cogió un taxi e indicó al taxista la dirección del chalet que la prostituta ucraniana le había dado, allí intentaría obtener información por su cuenta de la hija del mafioso moscovita mientras esperaba noticias de Daniel. Solo por si acaso, porque aquel asunto tenía toda la pinta de ser un trabajo fácil que además, le iba a reportar una buena cantidad de plata, ya qué cuando se trataba de vengar la sangre, los capós no escatimaban en dinero.

  

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