Durante las horas que estamos despiertos, los órganos internos están diseñados para funcionar en un contexto de movilidad, con un desplazamiento y una inclinación constantes, debido a la estimulación siempre variable de la presión sobre las plantas de los pies. Si los pies de una persona permanecen paralizados la mayor parte del tiempo, sus órganos desaprovechan esta oculta y revitalizante vigorización interior. La coordinación de la conducta de la espalda depende también de la forma en que se distribuye el peso corporal sobre la planta del pie.
La reflexología es una especie de sustituto para la marcha completa. Se basa en la presión que se ejerce sobre el suelo al caminar y la reconstruye ejerciendo una presión exacta en determinadas zonas de la planta del pie. Aún cuando una persona esté tumbada horizontalmente, la presión aplicada en puntos específicos de la planta del pie induce en su sistema nervioso la misma experiencia que podía haberse generado si estuviera de pie, con todo su peso corporal apoyado en ese mismo punto. A través de la presión, se estimula al cerebro para que recupere los vínculos conductuales correspondientes – bloqueados en su memoria funcional – que activan todo el organismo conforme a esa postura específica. El cuerpo responde y se alinea tal como lo haría si estuviera realmente en la posición vertical.
Podemos acercarnos a la espalda a través de su socio neurológico – la planta del pie o la palma de la mano – para localizar el punto que induce la respuesta de la espalda de estirarse y aplicar presión sobre él. Si se sostiene la presión durante un periodo de tiempo suficiente para que el organismo la asimile y responda a ella, la espalda no tardará en alinearse, dispuesta a estirarse sin trauma ni resistencia. En ocasiones, la parte baja de la espalda olvida la forma de conseguir el alivio que necesita a través de un estiramiento y es incapaz de iniciarlo cuando la persona está realmente en la posición erecta, ni siquiera cuando su equilibrio está en peligro. Pero si te conectas con la región baja de la espalda a través de las relaciones familiares de su red neurológica mientras estás cómodamente tumbado, el cerebro evoca el programa original y puede adaptarse a él, algo que no se conseguía hacer mientras estaba de pie en el campo de gravedad.
Para que el cerebro sea capaz de descubrir alternativas para la coordinación de los movimientos, debe abandonar su forma habitual de afrontar la fuerza de la gravedad. De este modo, las lecciones de Conciencia a Través del Movimiento, normalmente se realizan en la posición tumbada, con movimientos que flotan como si fueran ingrávidos.
En las sesiones de Integración Funcional, el profesor aborda en algunas ocasiones la dimensión de la presión y le ofrece al alumno la experiencia de una presión real. Y no sólo la aplica en diversos puntos del pie sino también en la cabeza, las vértebras, los hombros, la pelvis y las costillas, transmitiéndola hacia todo el esqueleto, en cualquier modo y dirección posibles. Cada vez que se ejerce presión sobre un determinado punto, se pone en marcha una cadena de respuestas que desencadena una reorganización y como consecuencia, regula la alineación.
Se podría decir que uno de los aspectos de la Integración Funcional es una reflexología múltiple para todo el organismo.
Tú mismo puedes utilizar el sistema microscópico del cuerpo para progresar hacia un modo de funcionar más ideal, aplicando la presión en la planta del pie. Aunque no seas experto en las diversas conexiones que existen entre las zonas especificas del pie y sus correspondientes órganos o funciones corporales, puedes asumir que cualquier zona en la que sientas una mayor sensibilidad que no pueda justificarse meramente por la presión necesita que la estimulen para adaptarse a ella. Su sensibilidad refleja que esta zona particular del pie está desatendida, desde el punto de vista de su utilización y de su capacidad para mantener la presión. Lo más probable es que corresponda a un mal funcionamiento de alguna otra parte del cuerpo.
Con tu propia mano puedes ofrecerle al pie la experiencia de la que carece, entrenándolo para que sostenga la presión que produce el peso corporal al apoyarse en él, ejerciendo una presión real sobre ese determinado punto para revitalizar la función deficiente asociada a él. Al aplicar la presión puedes usar la mano, una herramienta apropiada o incluso el talón del otro pie. Algunas veces, el alivio que registra la espalda es tan drástico que el dolor puede desaparecer inmediatamente.
Texto extraído del Libro, La Espontaneidad Consciente, de Ruthy Alon.
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