Cada uno vive este cambio de forma diferente, pero hay algunas cosas que pueden ser comunes a todos. Nos encontramos frente a una situación estresante y desestabilizadora que nos hace transitar lugares de mucha incertidumbre. Sentimos que el piso se nos mueve y que nuestras referencias comienzan a entrar en las sombras. Estamos frente a un camino de readaptación para lograr un nuevo equilibrio. Este proceso llevará un tiempo y es interesante saber, de antemano, cómo es para no asustarse.
El tiempo que sigue a esta etapa es de una gran fragilidad por lo tanto es bueno cuidarse. Tener presente nuestras necesidades, poder escucharlas, verbalizarlas y darles lugar ayudará a que no se pierda tanta energía. Como bien recomienda Evelyne Bissone Jeufroy en su libro Salir del duelo, un buen sueño, alimentación, cuidados corporales y ejercicio alivian las tensiones y esto permite aplacar el dolor. Toda mudanza es un duelo. Está considerado dentro de los tres duelos más estresantes que existen (muerte de un ser querido, ruptura amorosa y mudanza). En todos estos casos perdemos nuestra seguridad básica. Las relaciones que tenemos con el mundo que nos rodea cambian y se vuelven frágiles. Por momentos nos sentimos inmensamente vulnerables y con pocos recursos para seguir adelante. También se suman a estas experiencias otros duelos que quizás no hemos hecho en su momento, lo que puede aumentar la pena. Duelo viene de dolor, de haber perdido algo que era seguro o importante para nosotros. Cuanto más tiempo le dediquemos a trabajar este momento más rápido saldremos del “duelo”.
Parte de este proceso es poder conectarnos con todo ese mundo emocional que se pone en movimiento, registrar cada cosa que sentimos, y poder ponerle palabras. Darle lugar. Este camino que puede llegar a durar un año o un poco más, según los casos, es inevitable. Encontrar personas que puedan escuchar lo que nos pasa con empatía y aceptación será de gran ayuda en este momento. Muchas veces, en el entorno familiar y de amistades, la expatriación, mudanza dentro del mismo país y progreso profesional de un amigo o familiar despierta muchas expectativas, admiración, envidia, miedo. Entonces, la escucha, no siempre puede ser con las características antes dichas. Es por eso, que lo que nos pasa, a veces, queda encapsulado en nosotros mismos por miedo a ser juzgado o mal entendido.
“En mi propia experiencia como expatriada en Francia, durante seis años por trabajo de mi marido, más de una vez, cuando intentaba contar lo que sentía en la lejanía, escuchaba un: – Pero estás en Paris. Es imposible que te sientas así. Escuchar esas palabras me confundía y de una manera inconsciente y por ignorancia reprimía mis emociones por considerarlas fuera de lugar. Me sentía incomprendida y sola en esa travesía”.
El proceso de desarraigo no tiene mejores o peores escenarios. Los destinos no nos evitan dolores. El proceso es ineludible y necesario, estemos donde estemos. Y comprender esto es empezar a transitarlo en paz. Este tiempo, este paso de una zona de confort a otra, atraviesa momentos, a veces, de oscuridad y confusión. Se mezclan historias pasadas y según el observador que somos de nuestra propia realidad se ven de una u otra manera. Es por eso que estos procesos son tan distintos y encerrarlos en una sola forma es un error.
En el esquema del dibujo tenemos la curva de este proceso o duelo. Estos son los pasos por los que pasamos. No todos en este orden, a veces se mezclan las etapas, pero todas están presentes de una u otra forma.
En el momento del análisis de la propuesta, las emociones, que se ponen en movimiento, son variadas: entusiasmo, alegría por el reconocimiento, vértigo por el desafío, preocupación por la familia, inquietudes varias.
Una vez tomada la decisión entramos en, quizás, el momento de mayor stress. Es el que ocupa la mudanza, las despedidas y la puesta en orden de todos los papeles y trámites necesarios para nuestra instalación. El desconocimiento de lo que nos espera nos exige mucha energía. En el caso de una expatriación al exterior, una buena empresa de relocation que nos ayude a encontrar vivienda, colegios, hacer trámites en bancos etc. puede atemperar nuestros miedos. También ponernos en comunicación con gente local, o expatriados que ya viven en ese destino puede ayudar a sentirnos más acompañados y nuestras dudas pueden ir encontrando respuestas más rápido.
Una vez pasada esta etapa, llega el enamoramiento del primer momento. Todo es novedad. Estamos abiertos al descubrimiento. Todo nos llama la atención y nuestras exigencias de los últimos tiempos bajan, por lo cual podemos empezar a disfrutar de lo nuevo.
Pero al poco tiempo y cuando cada uno comienza con sus actividades, nuestra identidad se comienza nuevamente a poner en juego. Nos sentimos raros, diferentes, las demás personas nos resultan desconocidas y comienzan a aparecer las diferencias culturales, que no siempre son bien recibidas (diferencias en la alimentación, idioma, hábitos de sociabilización, clima, recreación, etc.). Empieza a aparecer el miedo, el enojo, la culpa por la decisión o la vergüenza por el desconocimiento de los hábitos locales. Es un tiempo difícil que hay que transitar y que poco a poco nos hace entrar en la tristeza por lo que hemos dejado lejos. Este tiempo es complejo.
No es fácil de ser contenido y escuchado en esos momentos. A nadie le gusta ver sufrir a los seres queridos. Entonces buscamos distraernos, sacarnos de ese estado que nos asusta. Pero evitar la tristeza no ayuda a que desaparezca. Es transitándola y llorando lo perdido que podremos ir encontrando gusto por lo nuevo.
Así aparece la curva ascendente del proceso. Una negociación entre lo perdido y lo que aparece como nuevo. La sociabilización e intercambio cultural son muy importantes en esta etapa que de a poco nos irá llevando a la adaptación y aceptación de la nueva vida, pudiendo entonces aprender de este proceso, y de lo que aparece como novedoso, fortificando quién somos y disfrutando del aprendizaje que la vida nos pone por delante. Es atravesando el duelo cuándo podremos disfrutar de esta nueva experiencia de vida “lejos de casa” que tanto tiene que enseñarnos.
Soy Mária Berardi, argentina de nacimiento y elección pero también con el alma internacionalizada, después de vivir 6 años en París. Nos fuimos expatriados por trabajo de mi marido en una empresa francesa. Esos años fueron de una inmensa riqueza para mí y fue a partir de ahí, que me empecé a dedicar a acompañar emocionalmente a familias que se expatriaban. Soy counselor y coach ontológica y, por mi propia experiencia de vida personal y profesional, es que estoy convencida que una buena preparación ayuda a la adaptación de cada uno de los miembros de la familia, ayudándose mutuamente a encontrar dentro de cada uno las respuestas y recursos necesarios para hacer, de esta, una importante etapa de aprendizaje y crecimiento personal. Puedes ponerte en contacto conmigo en mi página web Mária Berardi o a través de Facebook Maria Berardi Expats.