Ana, socia de eldiario.es, nos pide por correo electrónico que escribamos sobre los microplásticos en la cadena de consumo y los problemas que generan a nivel ecológico y toxicológico. Nos pregunta hasta qué punto afectan a la salud humana, así como cuán extendida está su difusión en los alimentos que comemos o el agua que bebemos. También quiere saber cómo pueden influir en el ecosistema, así como de qué modo podemos evitar tanto su consumo como su propagación.
Es fácil imaginar que muchas otras personas comparten la preocupación de Ana en este tema, así como que hay una cierta desorientación respecto al origen de los microplásticos y el peligro directo que pueden suponer para la salud y el ecosistema. A continuación se exponen diez preguntas que pueden ayudarnos a responder a las principales incógnitas.
1. ¿Qué son los microplásticos? Los microplásticos son residuos plásticos, derivados del petróleo, que tienen su origen en la actividad industrial y sobre todo en el consumo humano, y que se encuentran instalados en la cadena trófica marina vía los vertidos al agua desde los hogares. Aunque se desconoce totalmente su origen, se sabe que principalmente pueden tener dos fuentes.
La primera son las microesferas de plástico utilizadas, por ejemplo, en las pastas de dientes, en las cremas exfoliantes cosméticas o en los jabones en polvo de lavadora y lavavajillas. Se las utiliza por su composición a base de desarrollos sintéticos -polipropileno (PP), tereftalato de polietileno (PET), polimetilmetacrilato (PMMA), o nailon-, que las hace muy resistentes tanto a alteraciones químicas como a la erosión física.
Esta última característica explica su uso: su carácter abrasivo viene bien para quitar la suciedad, de ropa, platos, dientes, piel, etc, sin riesgos de contaminación química. Pero a su vez dicha resistencia y su tamaño les permite llegar inertes a ríos y lagos, y de ahí al mar.
La segunda fuente de microplásticos en la cadena trófica podría ser el progresivo aumento de prendas sintéticas, o tejidos parcialmente sintéticos, en la ropa que llevamos. Este hecho está directamente relacionado con el auge de la ropa low cost, que compramos cada día más y que emplea gran cantidad de fibras plásticas y derivadas del petróleo. Así, estas fibras se desprenderían progresivamente en el lavado de las prendas y pasarían del desagüe a las cuencas hídricas.
2. ¿Se convierten los residuos plásticos en microplásticos? Finalmente, otra eventual fuente podría ser la degradación de plásticos acumulados en el mar, aunque se sabe que son muy poco biodegradables y por tanto contribuirían poco a generar microplásticos, al menos en comparación con las cantidades que se encuentran actualmente en lugares como la bahía de Vancouver, donde se dan hasta 4.000 partículas por metro cúbico. De hecho, se sabe que el 95% del plástico vertido a los océanos llega de 10 ríos, situados todos ellos en el Tercer Mundo.
Sin embargo, los estudios más recientes respecto a la presencia de microplásticos en el ecosistema desvelan que la mayor presencia de estas partículas -de tamaño menor a un milímetro- en las tomas de agua del grifo humano se producen en países del Primer Mundo como Estados Unidos o los de la Unión Europea. Esto explicaría su mayor vinculación con los vertidos del consumo que con la degradación de residuos plásticos.
3. ¿Cómo entran en la cadena trófica? Se cree que las microfibras y microesferas de plástico entran en la cadena trófica por la parte más baja, que es el zooplacton. Estos animales microscópicos confunden los microplásticos con alimento, seguramente porque en su superficie se depositan restos orgánicos que sí lo son. El zooplacton traga los microplásticos y después es tragado por peces y moluscos cada vez mayores en tamaño, de modo que el plástico se va acumulando en el intestino del pescado. Si nosotros comemos ese pescado, podemos ingerir con parte de los microplásticos en caso de comer sus tripas.
4. ¿Podemos concluir que los microplásticos se bioacumulan en los peces? En principio no. Los micropláscticos no quedan almacenados en el hígado o los tejidos de los peces y otros animales marinos, sino que pasan por el intestino y seguramente son expulsados de nuevo al medio. Otra cosa, es que puedan desprender algunos compuestos químicos -tóxicos o no- que se acumulen en órganos vitales y tejidos. Pero esto es algo que por el momento no se ha demostrado. Las microesferas son muy inertes a la reacción química, pero se desconoce si las fibras de origen textil tienen la misma inmutabilidad.
5. Si no se acumulan en los animales, ¿qué problema tienen para el ecosistema? En peces y organismos pequeños sí se cree que pueden producir obstrucciones intestinales y muertes. En el zooplacton, evidentemente aunque sean confundidos con alimento no lo son, por lo que aumentan la ineficiencia alimentaria, es decir que hacen que se alimente peor.
Ambas afectaciones podrían hacer bajar las poblaciones de determinadas especies que sustentan la cadena trófica, por lo que se especula con que tengan incidencia negativa en la actual biodiversidad de los mares y ríos, así como en el número de individuos de algunas especies en peligro de extinción.
6. ¿Solo corremos riesgo de ingerirlos si comemos pescado? No. Un estudio reciente reveló que los microplásticos consiguen también sortear los filtros de las capturas de agua y regresan a nuestros hogares por los grifos, completando así un ciclo que empieza en nuestros desagües. A este respecto, su presencia es mucho mayor en países industrializados. Además, se los ha encontrado en alimentos como pan o sopas, seguramente procedentes del agua.
7. ¿Podemos evitarlos con filtros de agua? Al parecer no. El mismo estudio detectó la presencia de microplásticos en grifos con filtros instalados.
8. ¿Existe peligro real para nuestra salud? Este punto no está claro. A pesar de según el citado estudio, un hombre puede consumir unas catorce partículas al día, mientras que una mujer más de diez, la acumulación intestinal no está demostrada, y mucho menos que pasen a otros órganos o tejidos. Lo más probable es que tal como han entrado, los microplásticos sea expulsados por las heces sin mayor incidencia, regresando al medio. Ahora bien, conviene esperar a futuros estudios para saber si son capaces de liberar sustancias tóxicas.
9. ¿Hay medidas para reducir su presencia? La organización ecologista Greenpeace publicó hace algunos años un informe titulado Plásticos en el pescado y el marisco, en el que tildaba a los microplásticos de "bomba de relojería ecológica" e instaba a gobiernos e instituciones a reducir su presencia. Estados Unidos ha sido el primer país en reaccionar al problema y prohibe desde enero de 2016 su uso en la industria.
También el Reino Unido ha activado su prohibición, con un veto a su uso en la industria vigente desde enero de este año, sobre todo después del escándalo que supuso detectar una elevadísima contaminación por microplásticos del río Támesis. En la Unión Europea por el momento no existe ningún proyecto normativo en marcha en este sentido.
10. ¿Qué podemos hacer como consumidores para no contribuir a su aumento en el medio? Greenpeace publicó en 2016 un ranking de los niveles de uso de microesferas por parte de las principales multinacionales de higiene y cosmética. Podemos consultar en qué productos se encuentran y evitar su compra, apostando por las alternativas que no las contengan. También podemos frenar nuestro consumo de ropa low cost, sobre todo aquella que contenga fibras sintéticas, elásticas, etc.
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