Empecemos con la definición de “dieta blanda”: la dieta blanda está formada por una combinación de alimentos poco o nada pesados que facilitan que nuestros órganos internos, afectados por una gastroenteritis o por cualquier otro cuadro infeccioso, estén protegidos, gracias a unas digestiones ligeras. Por esta razón debemos planificar cinco comidas al día, en pequeñas cantidades para facilitar precisamente la digestión.
Hay una serie de alimentos desaconsejados o directamente prohibidos en toda dieta blanda: alcohol, café, té, refrescos, productos con lactosa o verduras crudas. Las legumbres, por ser alimentos que requieren una digestión más lenta, están también desaconsejadas.
Las manzanas son imprescindibles en la dieta blanda
Los alimentos permitidos, que serán la base de la dieta, son:
cereales no integrales y pan blanco blandito;
frutas con bajo contenido en fibra (la manzana en compota o asada y el plátano son ideales);
puré de verduras (con base de patata, puerro, zanahoria);
carnes blancas (pollo, pavo o conejo);
pescado blanco (merluza, pescada, rape);
huevos en tortilla francesa;
leche sin lactosa;
yogur natural sin azucarar ni edulcorar (a los niños se lo pongo con una cucharadita pequeña de azúcar, muy bien movido, porque si no son incapaces de tomárselo);
flanes;
queso de burgos;
agua; infusiones.
Como veis, los alimentos son muy cerrados, así que el reto consiste precisamente en intentar hacer una dieta lo suficientemente variada y atractiva para que nuestros peques no se desesperen. Lo cual es muy fácil: los primeros días porque aún seguirán malitos y los siguientes porque tendrán que seguir con esa dieta que asocian a la enfermedad. Así que, si estáis en plena crisis de gastroenteritis con niños pequeños, solo se me ocurre una palabra… ¡ánimo! Por mi parte, os dejo la siguiente propuesta de menú. Es evidente que si vuestros peques comen regularmente sopas, cremas o pescado, lo tendrán mucho más fácil. ¡Vamos allá!
Día 1.
Desayuno: vaso de leche sin lactosa. Rebanada de pan de molde sin corteza con jamón cocido.
Media mañana: un plátano.
Almuerzo: sopa de pollo casera con fideos finos. Tortilla francesa. Yogur natural.
Merienda: manzana en compota.
Cena: crema de calabaza. Fiambre de pollo.
Día 2.
Desayuno: vaso de leche de soja. Rebanada de pan de molde sin corteza con fiambre de pavo.
Media mañana: compota de manzana.
Almuerzo: pechuga de pollo a la plancha con puré de patatas casero. Flan.
Merienda: un melocotón maduro.
Cena: sopa de pollo con arroz blanco. Vasito pequeño de queso de burgos.
Día 3:
Desayuno: yogur natural. Rebanada de pan de molde sin corteza con fiambre de pavo.
Media mañana: pera madura.
Almuerzo: merluza a la plancha con salsa de tomate y patatas panaderas cocidas. Flan.
Merienda: compota de manzana. Vaso de leche sin lactosa.
Cena: sopa de cocido con pollo y fideos finos.
Día 4:
Desayuno: vaso de leche de soja. Tostada pan de molde sin corteza con queso de Burgos y un poquito de aceite de oliva virgen extra.
Media mañana: plátano.
Almuerzo: pollo en amarillo con guarnición de arroz blanco. Yogur natural.
Merienda: flan.
Cena: Sándwich de huevo cocido y fiambre de pollo casero.
Día 5:
Desayuno: leche sin lactosa con cereales de maíz sin azucarar.
Media mañana: flan.
Almuerzo: merluza al vapor con pisto de verduras.
Merienda: manzana asada.
Cena: crema de calabacín. Filete de pechuga de pollo al limón.
Día 6:
Desayuno: leche sin lactosa. Rebanada de pan de molde con mantequilla y mermelada.
Almuerzo: ensalada malagueña de patata. Mini hamburguesa casera de pollo.
Merienda: Magdalena casera pequeña.
Cena: sopa de picadillo con huevo duro. Pan pizza casero de tomate, atún y jamón cocido.
Día 7:
Desayuno: leche sin lactosa. Magdalena casera pequeña.
Media mañana: yogur.
Almuerzo: salchichas caseras de pollo con guarnición de arroz con tomate frito casero.
Merienda: melocotón maduro. Yogur natural.
Cena: tortilla de patatas con tomate aliñado.
Todos los días acompañaremos las comidas principales con pan blanco blandito y agua de bebida. Si por la noche toman regularmente postre y les apetece (suelen estar muy desganados), añadiremos un yogur o una pieza pequeña de fruta.
Como veis, los últimos días son más “sabrosos”. La razón es obvia: son los días de transición a una dieta normalizada. Y aunque esos días cumplen con los parámetros de la dieta blanda, las elaboraciones son algo más complejas.
También os habréis fijado que he colocado el adjetivo “casero” a muchos platos (sopa de pollo, hamburguesa de pollo, pan pizza). La razón es que los alimentos procesados tienen altos índices de sodio o de grasas perjudiciales para los que han de seguir una dieta blanda.
Todas la recetas las tendréis en el siguiente “post”, pero veréis que son realmente fáciles (seguro que las habéis hecho en casa más de una vez y si no, cuando las hagáis una vez las añadiréis a vuestro recetario porque son muy socorridas). Como tampoco se trata de estar todos los días cocinando, veréis que además son elaboraciones que soportan bien la congelación o que aguantan muy bien en el frigorífico durante varios días.
Si el pediatra (o vuestro médico a los adultos) os recomienda dieta blanda durante menos días, podéis obviar los días que no necesitéis o también usarlos para hacer otras combinaciones de dieta.
Espero que os haya sido útil esta entrada. Si queréis hacer algún comentario o sugerencia, estaré encantada de responderos. Mañana hablamos de las recetas. Un abrazo y gracias por leerme.
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