Cómo lidiar con el síndrome postvacacional no es tarea fácil. La vuelta de vacaciones siempre resulta difícil. Volver a la rutina tras esa etapa de relax en la playa, en el porche de nuestra casa de campo o de apasionadas aventuras en ciudades desconocidas, puede convertirse en mucho más que una simple reticencia perezosa. Es un estado que hace que quienes lo padezcan sean incapaces de reencontrarse con las obligaciones de sus puestos de trabajo en condiciones óptimas.
Actualmente, aprender a cómo lidiar con el síndrome postvacacional es un problema que está dando mucho que hablar. En España, donde los horarios laborales son especialmente largos y hay muy poca conciliación entre el tiempo dedicado al trabajo y el que pasamos con la familia, este trastorno se está volviendo peligrosamente común.
Problemas psicológicos y de autoestima
Estrés, malestar psíquico e incluso depresión son algunos de los síntomas que podemos experimentar tras incorporarnos al ámbito laboral. Según Raquel Sánchez Martín, especialista en psicología clínica cognitivo-conductual, el síndrome postvacacional "se debe a una sintomatología de estrés que viene desencadenada por las grandes expectativas que se depositan en las vacaciones y que muchas veces no se ven cumplidas".Este hecho hace que se pueda producir una sobrecarga emocional que conlleva un estado de ansiedad o de depresión. Pero si los síntomas son muy fuertes o si se prolongan demasiado en el tiempo, esto puede ser la señal de que algo no va bien. Es algo que muchas empresas están empezando a tener muy en cuenta, ya que la productividad de sus empleados disminuye. "Tener un buen clima de trabajo e incorporarnos paulatinamente a nuestras ocupaciones es la mejor forma de evitar caer en una depresión", nos comenta Sánchez.
Somos diferentes y no siempre actuamos de la misma manera ante un problema emocional. Los horarios laborales, la intensidad de nuestro trabajo y el puesto que desempeñemos influyen en el posible desarrollo de este trastorno. Raquel Sánchez advierte de que "mientras algunas personas suelen incorporarse sin demasiados esfuerzos a sus puestos de trabajo, para otras puede ser realmente costoso. Son personas a las que les cuesta coger el ritmo y que pueden sentirse anímicamente mal". El porcentaje de personas afectadas puede rondar el 35% de los trabajadores, pero suele ser mayor en aquellas ocupaciones donde la actividad es muy intensa y para aquellos que están descontentos con su trabajo.
Un estado conocido por muchos
Una persona bajo este tipo de estrés puede ver mermadas sensiblemente sus capacidades sociales. "Se produce un cansancio excesivo ante la imposibilidad de reincorporarse a un ritmo normal, y hace que nos podamos sentir deprimidos o irritados", explica la psicóloga. Pero además de afectarnos al desempeñar nuestra labor diaria, este estrés añadido al que nos podemos ver sometidos hace que nuestras relaciones sociales se puedan ver debilitadas y que influya considerablemente en nuestra calidad de vida.
En los casos más graves, incluso se puede hablar de verdaderos trastornos psicológicos, depresiones severas o problemas de ansiedad que no nos dejan vivir con salud y que pueden desencadenar afecciones físicas que pongan en riesgo, no sólo nuestro estado mental, sino el buen funcionamiento de nuestro sistema circulatorio o nuestra capacidad respiratoria. En estos casos debemos consultar a un especialista. Raquel Sánchez advierte de que "los síntomas se suelen solucionar en una o dos semanas, pero si se prolongan más de un mes, se puede tratar de una cuestión grave que debe ser solucionada". La doctora recomienda ponerse en manos de un experto que "llevará una terapia cognitivo-conductual que nos ayudará a enfrentarnos a nuestra situación y a buscar alternativas personales al trabajo, para poder hacer así más llevadero el ritmo de vida". Es decir, la solución se halla en buscar un equilibrio personal en el que tengan cabida tanto nuestro trabajo como nuestros ratos de ocio o el tiempo que pasamos con nuestra familia.
Los niños no están exentos de padecer, en mayor o menor medida, este tipo de trastornos. Los largos meses de verano en los que tanto han disfrutado, dan paso a la vuelta al colegio y a tener que volver a sus responsabilidades diarias, a madrugar y a estudiar. Lo mejor es hacerles ver esta reincorporación como algo bueno, que sepan que van a volver a estar con sus compañeros y que tengan una concepción divertida de los primeros días de clase. Los pedagogos y profesores se encargan de que este retorno no sea demasiado traumático haciendo entretenidas charlas sobre las vacaciones de cada niño, para que puedan aprender unos de otros.
Afrontarlo todo con tranquilidad
Si para los más pequeños es posible una reincorporación más suave a la rutina que les supone el ir al colegio, en el caso de los adultos, es más difícil. "Evidentemente, las empresas no pueden dar un periodo de adaptación a sus trabajadores, pero pueden hacer que la vuelta sea más agradable", incide la especialista. Sánchez asegura que no se le puede restar importancia a los problemas psicológicos: "a largo plazo, la menor capacidad de una persona que está bajo presión y estrés puede influir negativamente en la productividad de una empresa". Se podría considerar que este trastorno se puede convertir en un riesgo laboral que terminaría en baja temporal y haría perder dinero tanto al paciente como a la propia empresa.
Para evitar que nuestro ánimo a la vuelta de las vacaciones se desplome, es muy importante empezar tranquilamente y no querer recuperar el tiempo perdido en las vacaciones y todo el trabajo acumulado en una sola semana. Raquel Sánchez aconseja seleccionar las horas de descanso e "incorporarnos poco a poco y plantearnos expectativas a corto plazo para que no sintamos que nuestra vida es un círculo vicioso que se centra en el trabajo". Teniendo esto en cuenta, podemos planear alguna escapada con los amigos un fin de semana o algún viaje corto. Otro de los aspectos que preocupa es el tema de los horarios. Durante las vacaciones solemos comer a distintas horas y acostarnos más tarde, por lo que es muy importante recuperar el ritmo normal antes de que puedan aparecer problemas relacionados con el sueño o con nuestra nutrición.
La adaptación puede ser más o menos costosa, pero pensar en nuestra angustia personal como algo pasajero que podemos contrarrestar, nos ayudará a reubicarnos. No obstante, si creemos que vivimos una situación muy delicada y no podemos hacerle frente, no debemos dudar en pedir ayuda, empezando por nuestros allegados y acudiendo a un especialista si fuera necesario. Sufrir un poco de estrés es normal, pero si éste fuera excesivo podría desencadenar un riesgo más grave. Ante todo tranquilidad y relajación para evitar sentirnos saturados.
Agradecimientos: Raquel Sánchez Martín, especialista en psicología clínica cognitivo-conductual de la clínica Alhama psicólogos.